Manifestación domingo 6 de Octubre a las 12h en Plaza Cuatro Caminos

Las casas de apuestas deportivas y los salones de juego han pasado a ser parte habitual del paisaje urbano de todo el Estado, y con ello la ludopatía ha experimentado un dramático crecimiento en los barrios y pueblos más humildes, convirtiéndose en una de las grandes lacras a las que se ven expuestas las familias trabajadoras y la juventud.

En Madrid el sector del juego está en plena expansión: las casas de apuestas han pasado de 47 a 190 entre 2013 y 2017, un incremento del 304%, a lo que hay que sumar las salas de juegos, que en ese mismo periodo se incrementaron un 63%, pasando de 257 a 416. Lo más sangrante es que estos establecimientos se han multiplicado en los distritos más pobres de la capital, un 141% desde 2014 frente al 40% en la capital en su conjunto. Estos distritos, en los que las familias trabajadoras son mayoría, tienen también en común que el porcentaje de vecinos con rentas inferiores a 25.000 euros al año supera en los tres casos el 60%.

La orientación a las zonas más pobres de este lucrativo negocio no es inocente. Aquí se encuentra la gente más vulnerable de caer en el juego compulsivo, el alcoholismo y el abuso de otras sustancias; todas ellas adicciones que en muchas ocasiones van de la mano. Son los problemas económicos y el impacto que la crisis ha tenido en nuestros barrios, lacerados por el paro, la precariedad y los recortes, el verdadero combustible de la ludopatía. Ante la ausencia de recursos sociales para rescatar a las personas de su situación de pobreza, y la falta de alternativas de un ocio cultural y deportivo sano, el juego se convierte en una de las vías de escape de los problemas cotidianos de los más castigados por la situación económica, social y laboral.

Lejos de ser un dique contra la ludopatía, ni los ayuntamientos ni las comunidades autónomas ponen freno a la expansión de este negocio. Tampoco es de extrañar que el Gobierno del PP se resista con uñas y dientes a evitar cualquier medida, por pequeña que sea, que restrinja la apertura de casas de apuestas. Ante la presión social, Ángel Garrido, expresidente de la CAM, anunció un nuevo decreto para evitar el acceso de los menores — medida totalmente insuficiente, que además los establecimientos pasan por alto— fijar una distancia mínima respecto a los centros educativos y en un alarde de cinismo insultante plantea que se destinará el 0,7% de la recaudación a políticas de prevención y tratamiento de la ludopatía.

Por su parte el Gobierno municipal de Manuela Carmela, no ha fue mucho más allá. Las medidas adoptadas por el Ayuntamiento madrileño se limitaron a modificar la normativa sobre los carteles de anuncio de las casas de apuestas (luminosos o no), para hacerlos menos llamativos y que sus reclamos no sean engañosos.

Por un ocio sano para la juventud

Lo que realmente necesitamos son barrios libres del juego y las apuestas, y su sustitución por centros deportivos y culturales municipales y gratuitos que ofrezcan un ocio sano a la juventud y los trabajadores; la rehabilitación de parques y jardines, pistas de fútbol, baloncesto, tenis, espacios para clubs de teatro, de escritura, salas de ensayo de música, cines y teatros a precios asequibles, etc.

Cualquier política para acabar con el juego ha de estar íntimamente relacionada con una política anticapitalista que tumbe la austeridad y la precariedad laboral, sólo así se podrán realizar las inversiones que nuestros barrios necesitan cada día con más urgencia. Y esta política no puede llevarse a cabo con interpelaciones y discursos en el ámbito parlamentario, sino que tiene que ser impulsada con la movilización social, señalando las casas de apuestas, expulsándolas y poniendo en evidencia cómo el Estado capitalista favorece un negocio que hunde en la degradación y la miseria a los más vulnerables.