Las conexiones del Partido Popular con las grupos fascistas cada día que pasan son más evidentes para todo el mundo, ya no sólo son noticia los dirigentes de las Nuevas Generaciones posando orgullosos con la bandera de la dictadura franquista, rodeados de los mismos fascistas que apalean inmigrantes o intentan reventar manifestaciones en defensa de la escuela pública, tampoco es extraño escuchar dentro del PP las nostálgicas declaraciones de alcaldes de este partido justificando los asesinados y enterrados por la dictadura en fosas comunes en las cunetas de las carreteras, “porque algo habrán hecho”. A esta lista de vínculos y simpatías evidentes con la dictadura hay que sumar el que se produjo el pasado sábado 28 de septiembre en la madrileña localidad de Quijorna, donde el Ayuntamiento del PP organizó, en colaboración con la Hermandad de Regulares de Ceuta, un “mercadillo” -¡dentro de un colegio público!-, en el que destacaban todo tipo de banderas y artilugios repletos de simbología fascista.
La alarma y el escándalo generados por esta situación se extendieron entre los vecinos de la pequeña localidad y posteriormente saltaron a los medios de comunicación, que para mayor vergüenza de la alcaldesa al ser preguntada sobre estos hechos, respondió que ella no había visto nada de eso en el “mercadillo”. Una nueva mentira por parte de los dirigentes del Partido Popular que instantes después quedaba desvelada al publicarse diversas fotografías que demuestran como resultaba de todo imposible no ver los explícitos y voluminosos símbolos franquistas, sobretodo si se ha estado deambulando por el “mercadillo” durante una hora, como así reconocía la propia alcaldesa.
La permisividad, cobijo y promoción de este tipo de grupos dentro del Partido Popular son cada vez más difíciles de esconder. Al fin y al cabo en el PP los franquistas siempre han tenido sus sillones bien asegurados. Empezando por el mismísimo Manuel Fraga –gobernador civil durante la dictadura y responsable de la masacre de Vitoria contra una asamblea de trabajadores en 1976, hasta el alcalde de la localidad de Beade en Ourense, que afirmaba hace unas semanas con rotundidad que el retrato de Franco y el resto de simbología de la dictadura que había en su despacho era conocida por la dirección del partido desde siempre y que nunca nadie le había llamado la atención al respecto.
Las conexiones de las bandas fascistas con el PP y el aparato del Estado son sólo la punta del iceberg, para acabar con la impunidad de estos grupúsculos la mejor herramienta es la denuncia pública y la movilización de masas para terminar con el anonimato en todas sus acciones. Porque la Memoria Histórica entre decenas de millones de personas sigue siendo hoy tan fuerte entre los trabajadores y la juventud como hace varias décadas. Algo que incluso la derecha conoce y que para no verse todavía más desbordada por la presión social, le obliga, de vez en cuando, a marcar cierta distancia y a dejar de financiar, promover y proteger a estos elementos, algo que como podemos comprobar en la vecina Grecia, es la mayor garantía para incluso acabar con este tipo de grupos de un plumazo.