La necesidad de una política alternativa para los problemas de los jóvenes obreros, estudiantes y parados es inmensa. Los jóvenes hemos contribuido siempre de forma activa en la lucha por la emancipación de la clase trabajadora. Hemos estado en primera línea de las movilizaciones contra las políticas reaccionarias del PP, de las batallas contra la represión de nuestros derechos, contra las guerras imperialistas, codo con codo con la clase obrera en sus luchas. La imagen distorsionada que la clase dominante quiere presentar de nosotros los jóvenes, pintándonos como una generación de holgazanes irresponsables, que sólo piensan en la diversión y en vivir del cuento, es un reflejo de la auténtica amenaza que representamos para los capitalistas.
Los colosales acontecimientos en la lucha de clases que hemos vivido en los últimos años con la crisis económica del capitalismo, el ascenso del movimiento revolucionario de las masas en América Latina, la masividad del movimiento contra la globalización capitalista, las huelgas que han recorrido el conjunto de Europa, o las movilizaciones contra la guerra imperialista en Iraq que han agrupado a millones en todo el mundo, han sacudido la sociedad de arriba abajo y han mostrado a una juventud en la vanguardia de la lucha. La idea de un capitalismo democrático, que garantizaría la prosperidad y la civilización en todos los rincones del planeta se presenta como lo que es, una quimera reaccionaria. Millones de jóvenes, de trabajadores, de hombres y mujeres oprimidos de todo el mundo están aprendiendo en la dura escuela de la experiencia, y se están rebelando contra sus condiciones de explotación. Como explicaba Marx, cuando las ideas del socialismo se fundan con la experiencia de estos millones de hombres y mujeres no habrá obstáculo que pueda parar esta inmensa fuerza transformadora.
Los jóvenes que formamos parte de la corriente marxista agrupada en torno al periódico obrero EL MILITANTE, confiamos en que esta nueva edición del Programa de la Juventud sirva para la construcción de una alternativa genuinamente socialista y revolucionaria. Un programa, en primer lugar, son ideas, pero para que éstas tengan efectividad tienen que transformarse en una guía para la acción. Como marxistas estamos firmemente convencidos de que el programa del marxismo revolucionario conquistará un apoyo masivo entre los jóvenes en los próximos años. Queremos que todos los jóvenes que tengan acceso a este documento puedan opinar y contribuir con su opinión a mejorarlo y corregirlo. Por eso te hacemos un llamamiento para que nos escribas o te pongas en contacto con nosotros para discutir sobre este programa y fortalecer la lucha por la transformación de la sociedad.
Índice
Los jóvenes necesitamos un programa para luchar por nuestros derechos
La lucha contra el paro juvenil
Los jóvenes jornaleros
No a la discriminación de la mujer trabajadora
Por una enseñanza pública, democrática, laica y gratuita
El marxismo, la guerra y el ejército
La lucha por la mejora de nuestras condiciones de vida
No a la droga
Los jóvenes y la sexualidad
La defensa del medio ambiente.
10. La juventud y la defensa de los derechos democrático-nacionales
11. La juventud y el racismo
12. Socialismo: la única solución
Los jóvenes necesitamos un programa para luchar por nuestros derechos
Somos miles los jóvenes que no nos sentimos satisfechos de la sociedad en que vivimos. Evidentemente, no nos referimos a los hijos de los burgueses, de los grandes empresarios o de los terratenientes. Estos jóvenes no tienen problemas, o como mucho se reducen a elegir qué coche nuevo se comprarán, qué viaje realizarán la próxima semana o a qué parte del planeta se irán de vacaciones. Somos los hijos de los trabajadores los que padecemos las lacras de vivir en una sociedad basada en la explotación, donde una minoría de privilegiados, los burgueses, controlan en su propio beneficio los recursos que nosotros y nuestros padres creamos con nuestro trabajo. ¿Qué joven no ha comprobado por sí mismo las deficiencias de la educación que recibimos en los institutos y facultades? Son pocos los que no se han enfrentado a la masificación, el fracaso escolar o la falta de derechos democráticos en la escuela. ¿Cuántos de nosotros, cuando nos hemos movido para conseguir un empleo, o bien no lo hemos obtenido, o las condiciones en las que trabajamos son tremendamente malas? Contratos eventuales que incluso llegan a ser por horas, ETTs, salarios bajos, jornadas agotadoras, ninguna estabilidad ni garantía de que nos renueven, etc. Cuando nos hemos querido independizar de la familia o irnos a vivir con nuestra pareja, chocamos con un obstáculo fundamental: el precio de los pisos se ha incrementado en un 50% en los dos últimos años, y los alquileres pueden comerse hasta el 70% de nuestro salario. Lo que debería ser un derecho se ha convertido en un privilegio inalcanzable para la gran mayoría de los jóvenes de la clase obrera. Además, nuestro ocio es alienante. Nuestros barrios carecen de los mínimos equipamientos culturales, deportivos, de cines, discotecas o polideportivos a precios asequibles. En muchas ocasiones, los jóvenes somos tratados como delincuentes y sufrimos la represión indiscriminada de la policía. Ésta es una realidad innegable. Muchas veces, los telediarios, la prensa, la radio,... los medios de comunicación de la burguesía, nos pintan un futuro próspero y de bienestar. Desde luego, no van a ser los ricos quiénes nos lo garanticen. Sólo la lucha consciente, la movilización, la participación activa de la juventud junto con la clase obrera para defender nuestros derechos, puede solucionar nuestros problemas. Nosotros, los jóvenes de las familias obreras, somos millones y constituimos una fuerza tremenda.
En estos últimos años la juventud en el Estado español se ha movilizado en numerosas ocasiones y de forma masiva en defensa de sus intereses. Desde que la derecha llegó al gobierno en 1996, los jóvenes hemos estado en la primera línea de la lucha contra sus políticas reaccionarias. En el terreno estudiantil hemos protagonizado movilizaciones masivas contra los recortes en los presupuestos a la enseñanza pública, contra la LOU y la Ley de “Calidad”. La juventud también ha estado en un primer plano de las movilizaciones de la clase obrera por la defensa del empleo y contra las reformas reaccionarias del gobierno PP. De hecho, jugamos un papel destacado en la huelga general del 15 de junio de 2001 en Galicia y especialmente en la magnífica huelga general del 20 de junio de 2002 contra el decretazo. Estas luchas provocaron la primera derrota seria de la derecha, que tuvo que retirar toda una serie de aspectos lesivos contra los parados y los jornaleros, y demostró por encima de todo la debilidad de la derecha y su aislamiento social.
Desde entonces se han sucedido acontecimientos que han cambiado todo el panorama político y la conciencia de cientos de miles de jóvenes. La catástrofe del Prestige ha puesto de manifiesto el desprecio de la derecha por nuestras condiciones de vida y de trabajo y, también, la incapacidad del estado burgués para dar solución a un problema que afectaba a millones de personas. La iniciativa de los marineros, de las mariscadoras, de la gente humilde y trabajadora ha sido decisiva para combatir esta hecatombe ecológica. Y en esta lucha la juventud ha brillado con luz propia. Los miles de jóvenes voluntarios, que han llegado de todos los rincones del país para participar en las tareas de limpieza del chapapote, han sido un ejemplo de solidaridad y sacrificio. Esos mismos jóvenes que la derecha tachaba de maleantes violentos a los que había que combatir con leyes antibotellón y disciplina franquista.
El carácter del gobierno del PP ha quedado al desnudo en su implicación en la guerra imperialista de Iraq. Esta matanza contra un pueblo inocente, que ha sufrido doce años de embargo criminal auspiciado por la ONU, ha contado no sólo con la complicidad sino con el apoyo material del gobierno del señor Aznar, que ha convertido el Estado español en un gigantesco campo de aprovisionamiento para la maquinaria militar estadounidense. Sin embargo, lo que no esperaban los imperialistas y Aznar era la respuesta de millones de personas en todo el mundo contra la guerra. En el caso del Estado español estas movilizaciones han sido las más importantes de los últimos 25 años y como hemos presenciado en otras luchas, la juventud ha estado a la cabeza, especialmente los jóvenes estudiantes. Desde el 13 de febrero el Sindicato de Estudiantes convocó seis huelgas generales, seguidas por millones de jóvenes que culminaron el 10 de abril en una huelga general que confluyó con el paro de dos horas convocado por UGT.
Por eso, a pesar de que los jóvenes somos víctimas de la presión sostenida de la propaganda de los burgueses, de sus valores, costumbres y hábitos alienantes y desmoralizadores sería un error, como han demostrado los últimos acontecimientos, aceptar la imagen de pasotismo, desinterés, individualismo y egoísmo que la clase dominante quiere dar de las jóvenes generaciones. Teniendo en cuenta las innumerables barreras con que nos encontramos en la sociedad capitalista, sectores cada vez más importantes de la juventud están tomando conciencia de que este sistema no nos sirve. Muchos jóvenes perciben la política como un negocio rentable para unos pocos y es verdad que nuestras aspiraciones no encuentran cauce en la política oficial. Señores que ganan 6.000 euros al mes es imposible que sientan nuestros problemas y piensen como nosotros. De hecho, para no contagiarse de las condiciones de vida de los burgueses y aislarse de las condiciones de vida de los trabajadores, ningún representante, ya sea concejal o diputado, de la clase obrera, debería ganar más de lo que gana un obrero cualificado. Pero la apatía política, lejos de acabar con nuestros problemas, permite a nuestros enemigos hacer una política cada vez más contraria a nuestros intereses. Los marxistas estamos a favor de que los jóvenes participemos ampliamente en política. Denunciamos la hipocresía de la burguesía, que permite nuestra explotación en las empresas a partir de los 16 años pero nos niega los derechos políticos fundamentales hasta que cumplamos los 18. Por eso, los jóvenes marxistas defendemos el derecho al voto a los 16 años para poder influir en acontecimientos que nos afectan directamente.
Lo más significativo de todo este proceso de luchas es el cambio en la actitud de centenares de miles de jóvenes, que en su participación en las manifestaciones han demostrado su rechazo a este sistema injusto. De hecho, el capitalismo y todo el entramado institucional en el que se sustenta: parlamento, jueces, medios de comunicación,... ha sido duramente cuestionado. Ahora es necesario dar un paso más y convertir este rechazo en una alternativa consciente para acabar con el capitalismo y transformar la sociedad.
Sin duda los jóvenes somos utilizados como carne de explotación por los empresarios de todo el mundo. En nuestro país, el gobierno PP se llena la boca con que su objetivo es conseguir en pocos años el pleno empleo. Aunque durante su legislatura se ha producido un descenso del desempleo, la tasa de paro actual sigue siendo elevadísima.
Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del primer trimestre de 2003 el paro ha tenido el peor comportamiento en ese periodo desde 1993, cuando la recesión sacudía la economía española. En estos momentos la cifra de parados supera el 11,7% situándose en 2.182.700 desempleados. En total son ya 508.500 familias en las que todos sus miembros están en paro. El desempleo está creciendo como reflejo de la recesión económica que ya afecta a países como Alemania y que contagiará al resto de la UE. Además, el empleo creado en estos últimos años, especialmente para los jóvenes, ha sido un empleo precario y de poca calidad.
Más allá de la demagogia barata de Aznar y sus ministros sobre la llegada del pleno empleo, sus años de gobierno nos explican, como un libro abierto, que su objetivo no ha sido otro que beneficiar a la burguesía.
La política del PP
Indudablemente los últimos años del gobierno de Felipe González se caracterizaron por ataques despiadados a las condiciones y conquistas sociales de los trabajadores. En plena recesión económica , el objetivo fue cargar la crisis del sistema sobre las espaldas de la clase obrera. Fue en esta época cuando se aprobaron reformas laborales que consideran a los jóvenes mano de obra de segunda categoría, con contratos especiales, como el llamado de aprendizaje, con salarios miserables en función de la edad. También se legalizaron por entonces las empresas privadas de colocación, las nefastas ETTs.
Esta política antiobrera llevó al PSOE a perder las elecciones de marzo de 1996 y desde entonces no hemos dejado de oír machaconamente la famosa cantinela del “España va bien”. Sin embargo, más allá de las grandes cifras macroeconómicas se esconde una clara realidad, España va bien pero para unos cuantos.
Por un lado, el PP ha sometido a un auténtico saqueo al estado mediante las privatizaciones. El partido de los empresarios no ha dudado en ofrecerles nuevos negocios. Si el valor de lo privatizado hasta 1996 bajo gobiernos del PSOE alcanzaba más de 8.500 millones de euros, en los seis años de gobierno del PP esta cifra supera los 29. 716 millones de euros. Con estas privatizaciones el estado se deshace de una fuente de ingresos a través de las empresas públicas. En realidad son una transferencia de recursos públicos al bolsillo de los consejeros de administración de las grandes multinacionales, que en este proceso han despedido a miles de trabajadores y recortado derechos laborales. Casos como el de Sintel, Repsol, o Telefónica hablan por sí solos. Este trasvase también lo apreciamos con la política sobre impuestos realizada. La reforma del IRPF ha supuesto un ahorro anual para las rentas más altas de más de medio billón de pesetas (3.005 millones de euros). Indudablemente quienes pagamos las consecuencias somos los jóvenes y trabajadores con los recortes en los gastos sociales, en sanidad, educación y equipamientos que se han producido con ritmo trepidante bajo el gobierno del PP.
La encuesta de presupuestos familiares concluye que el 55% de los hogares españoles (7,5 millones en total) encuentra dificultades para llegar a final de mes. Según cifras oficiales de la UE el 19% de la población española, es decir, 7,6 millones de personas viven por debajo de lo que en Europa se considera el umbral de la pobreza.
A todo esto hay que añadirle la proliferación del empleo basura, con el que los capitalistas intentan aumentar sus beneficios intensificando la explotación, tanto de los fijos como, por supuesto, de los eventuales.
Con relación al empleo temporal, éste sigue alcanzando cifras récord: de los 13.263.000 asalariados actuales, 4.111.200 tienen contrato temporal (30,99%). Cerca de cinco millones de trabajadores rotan sin cesar sobre empleos temporales. Tan sólo uno de cada once contratos que se firmaron en 2002 es de carácter indefinido (de 14.185.000 contratos, sólo 1.273.000 fueron indefinidos).
En el caso de los jóvenes, la situación es peor todavía tanto en la tasa de paro como en los índices de precariedad y siniestralidad. La eventualidad de los menores de veinticinco años es del 70%, la mayoría de los contratos (80%) duran menos de seis meses, y el 60% de ellos ni siquiera llega al mes de duración.
Los empresarios utilizan los contratos temporales para introducir mayor eventualidad en las plantillas, en muchos casos sustituyendo a trabajadores fijos con tradiciones de organización sindical y derechos conquistados durante décadas de lucha. Con un contrato temporal es más difícil revelarse y organizarse. De este modo intentan dividir a los trabajadores y debilitar su capacidad de lucha. Muchos trabajadores temporales ni siquiera pertenecen a la misma empresa que sus compañeros de fábrica sino a contratas (empresas independientes contratadas por aquellas para realizar determinadas tareas), con condiciones laborales inferiores o, incluso, son alquilados por esas auténticas agencias de suministro de modernos esclavos que son las ETTs. En los últimos cuatro años los contratos realizados por ETTs han subido hasta llegar a cerca de 2.500.000 en 1999, con unos 600.000 trabajadores contratados en condiciones lamentables. Mientras en 1998 un trabajador temporal suscribía una media de 3,2 contratos al año, en las ETTs cada trabajador realizaba 16 contratos, siendo el 90% inferiores a un mes y el 49% no superaba los cinco días.
El salario que reciben los contratados por una ETT suele ser entre un 30% y un 40% inferior al que recibe un trabajador que desempeñe la misma función en la empresa usuaria, creándose no sólo diferencias salariales, también de protección social y de derechos básicos entre los trabajadores.
Las consecuencias de la temporalidad y el empeoramiento de las condiciones de trabajo son los accidentes laborales. Desde la reforma laboral de 1994, año tras año, estos han ido creciendo, situándonos en el primer lugar de Europa en siniestralidad laboral. Por supuesto es entre los jóvenes donde se ceban estos accidentes.
El año 2002 se cerró con un récord macabro: un total de 1.831.938 trabajadores sufrieron un accidente laboral, de los cuales un millón causaron baja laboral. Alrededor de un 60% de estos últimos tienen contrato temporal y son jóvenes menores de 25 años. Pero las cifras no se quedan tan sólo en bajas: durante 2002, 1.104 trabajadores perdieron la vida mientras trabajaban, 74 más que en el año 2001 (un 8,1% más). Es decir, una auténtica matanza de trabajadores provocada por los ritmos infernales de trabajo y el incumplimiento de las normas de seguridad, de la que son responsables los empresarios y el gobierno de la derecha que les ampara.
La respuesta del movimiento obrero y juvenil: huelga general del 20 de junio de 2002
Estos ataques, que se han prolongado durante dos legislaturas de la derecha, no han encontrado respuesta en las direcciones de CCOO y UGT. Es más, las direcciones sindicales no han dudado en alcanzar acuerdos con el gobierno, garantizándole la paz social a cambio de nada. Por ejemplo, en el terreno que nos ocupa, se aprobó una nueva reforma laboral en abril de 1997, en este caso pactada, para acabar supuestamente con la precariedad en el empleo, cosa que no ha ocurrido.
El fracaso evidente de esta reforma es también el fracaso de un modelo sindical basado en la aceptación del capitalismo como único sistema posible, basado en la negociación por la negociación, sin confiar en la fuerza de las movilizaciones de la clase obrera.
Sin embargo, en el último periodo hemos visto un cambio profundo en la situación sindical. La huelga general del 20-J de 2002 contra el Decretazo fue un aldabonazo no sólo contra las agresiones del gobierno PP, sino también contra la política de pacto social y desmovilización practicada por los dirigentes de los sindicatos.
El gobierno del PP llegó a pensar que podía echar un pulso a los sindicatos y ganarlo, pero se equivocaron totalmente. Midieron la fuerza de la clase obrera y su disposición a luchar con la vara de medir a sus dirigentes.
La corriente a favor de la huelga general venía conformándose desde hacía tiempo. Los acontecimientos en Galicia con la huelga general del 15 de junio de 2001, suponían un jalón importante pero no el único. En este periodo se habían producido movilizaciones de masas que reflejaban el cambio en el ambiente. Por un lado, las luchas contra el Plan Hidrológico que habían concentrado a centenares de miles de personas. Por otro, la lucha masiva de la juventud universitaria contra la LOU, que constituyó la movilización más importante del movimiento estudiantil desde 1986 y que en el caso de Galicia mostraron una radicalización y participación extraordinarias. Como los marxistas hemos explicado estos movimientos de masas entre sectores de las capas medias y la juventud anticipaban el estado de ebullición latente entre los trabajadores, su disposición a la acción y a la lucha militante. Posteriormente, asistimos a la impresionante manifestación antiglobalización en Barcelona, en la que participaron más de medio millón de personas y que fue precedida dos días antes por otra manifestación convocada por los sindicatos a favor de la “Europa social” que congregó en la misma ciudad a otros 200.000 trabajadores y sindicalistas.
Pero igual de importante que los factores anteriores, era el cambio en el carácter de muchas huelgas que estaban teniendo lugar. El tipo de huelgas, su radicalización, las medidas que se planteaban en las asambleas, y los objetivos que se proponían en las tablas reivindicativas no tenían nada que ver con el periodo anterior; eran la expresión de que la frustración acumulada durante años estaba estallando. Uno de los conflictos más emblemáticos ha sido el de los trabajadores de Sintel, que ocuparon el Paseo de La Castellana de Madrid y establecieron el Campamento de la Esperanza durante seis meses.
La clase dominante y el gobierno recurrieron a todo tipo de medidas para hacer fracasar la huelga general pero, una vez más, la clase obrera salvó todo los obstáculos y fue la que llevó al éxito la huelga general paralizando todo los sectores claves, al mismo tiempo que protagonizaba masivas manifestaciones en todas las ciudades esa misma tarde.
Después de la huelga general el gobierno del PP retrocedió en puntos esenciales del decretazo, quedando patente que sólo con la fuerza organizada de la clase obrera en lucha es posible resistir los ataques de la burguesía y avanzar en nuestros derechos. Si los dirigentes sindicales hubieran dado un paso más en la lucha se podría haber conseguido la retirada total del decretazo. Todo esto pone de manifiesto la necesidad de luchar y organizarse para cambiar la actual dirección y política de los sindicatos de clase, por otra combativa y basada en la democracia obrera. En esta tarea creemos necesario afiliarse a CCOO y UGT, para defender en ellos un sindicalismo democrático, de lucha y con un contenido de clase, basado en un genuino programa revolucionario.
Crisis del capitalismo
La crisis del capitalismo a escala mundial demuestra que los burgueses no renunciarán graciosamente a sus beneficios para que todos vivamos mejor. Nunca lo han hecho y no lo van a hacer ahora. El capitalismo es injusto y decadente por su propia naturaleza.
La riqueza que producen las fábricas es producto del trabajo colectivo de la mayoría de la sociedad, es decir de los trabajadores, pero la propiedad de esas fábricas y de los medios de producción no es de los que producen la riqueza sino de un puñado de capitalistas que sólo las utilizan productivamente cuando les permite incrementar lo máximo posible sus beneficios, en caso contrario prefieren tenerlas paralizadas o cerrarlas, mientras invierten sus capitales en fines especulativos. El objetivo del progreso de la sociedad se estrella contra el muro de la propiedad privada de las grandes fábricas, monopolios y bancos en manos de los burgueses.
La solución a la miseria, el paro, la explotación de unos hombres por otros, pasa por expropiar a esa minoría parásita, empezando por la nacionalización de la banca, los monopolios y los latifundios, para poner las principales palancas de la economía bajo el control democrático de toda la sociedad. De esta manera se podría planificar de forma socialista y democrática la economía, se podría utilizar la tecnología ya desarrollada para reducir drásticamente la jornada laboral, permitiendo a la mayoría de la población participar en las tareas de control y gestión de la sociedad en todos sus ámbitos, político, económico y cultural, creando las condiciones materiales para un desarrollo espectacular de las fuerzas productivas, del bienestar social y de una sociedad sin clases: la sociedad socialista.
Los jóvenes marxistas ante el problema del paro juvenil defendemos:
• No a los ataques del PP: decretazo, contrarreforma laboral, recorte de los gastos sociales, medicamentazo, congelación salarial, reforma de las pensiones, reforma del IRPF, etc.
• Reindustrialización desde el sector público de las comarcas y sectores en crisis.
• No a la privatización de empresas públicas. Mantenimiento de su carácter público en un 100%.
• Renacionalización de las empresas privatizadas.
• No al cierre de fábricas. Si los patronos alegan pérdidas, que abran los libros de cuentas para ver a dónde ha ido a parar la riqueza creada por los trabajadores. Nacionalización de las empresas y sectores en crisis bajo control obrero, con indemnización sólo en caso de necesidad comprobada.
• Supresión del empleo precario. A un empleo permanente debe corresponder un puesto de trabajo fijo, tras un periodo de prueba máximo de 15 días. A un empleo periódico, un puesto de trabajo fijo-discontinuo. A igual trabajo, igual salario.
• Prohibición de las ETTs. Que el Inem sea el único que gestione los contratos. Control de éste por los trabajadores y los sindicatos de clase.
• Jubilación a los 60 años (en oficios peligrosos a los 55 años) con el 100% del salario. Por cada jubilado obligación de que entre un parado con contrato de relevo.
• Salario Mínimo Interprofesional de 720 euros al mes a partir de los 16 años.
• Un puesto de trabajo digno para cada joven o subsidio de desempleo igual al SMI.
• Transporte gratuito para los parados.
• Reparto del trabajo existente para crear más empleo. Reducción de la jornada laboral por ley a 35 horas semanales (en los trabajos más duros a 30) sin reducción salarial.
• No a las horas extras. Aumento de plantillas con salarios y condiciones dignas.
• Plan drástico de inversión en FP. No al abandono de la FP en manos de los empresarios, ni su supeditación a los criterios del mercado. Horas de estudio pagadas por la empresa para recualificación de los trabajadores.
• Ninguna restricción del derecho a huelga. No a la ley de huelga.
• Ninguna restricción de los derechos sindicales de los jóvenes desde el momento que empiezan a trabajar. Reforma del artículo 69 del Estatuto de los Trabajadores que impide a menores de 18 años ser candidatos al comité de empresa.
La situación de los jóvenes jornaleros y agricultores es particularmente penosa. Las condiciones de vida en los pueblos de Andalucía o Extremadura, como en otras zonas del Estado, son mil veces más desastrosas que en la ciudad. Los jóvenes jornaleros están condenados a trabajar de sol a sol. Para ellos, no hay jornada laboral. En muchos casos, ni rigen los derechos laborales. Hay pueblos en que ni siquiera se paga a los jóvenes jornaleros el salario pactado en los convenios. Si buscamos las causas que producen esta situación, nos encontramos, en primer lugar, con el desigual reparto de la propiedad de la tierra. Al lado de enormes latifundios insuficientemente aprovechados, existe una gran masa de jornaleros desposeídos de cualquier medio de producción. Así pues, y ante la incapacidad de los grandes propietarios para garantizar trabajo, es urgente organizarse para luchar por un programa de profunda REFORMA AGRARIA.
La lucha por el empleo digno
Desde la Transición no se habían producido movilizaciones jornaleras tan impresionantes en Andalucía y Extremadura hasta las luchas de 2002 contra el decretazo del gobierno del PP. Éste suponía la desaparición del Plan de Empleo Rural (PER). Es cierto que las movilizaciones y la amenaza de una huelga general han supuesto que el PP no pudiese llegar tan lejos como pretendía, pero el PER como tal desaparece y el acceso al subsidio agrario empeora, tanto para los jornaleros en activo, como para los jóvenes e inmigrantes. Es claro que si CCOO y UGT hubieran decidido seriamente ir hacia una huelga general en Extremadura y Andalucía en defensa del PER, de un subsidio agrario digno y de la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores del campo, el apoyo hubiera sido masivo como demostraron todas las movilizaciones protagonizadas por miles de jornaleros y sus familias.
Reforma agraria en beneficio de las familias jornaleras
Al grito de “Reforma Agraria, ya” miles de jornaleros han expresado las ansias de cambiar su situación de paro y pobreza que se repite históricamente. En muchas asambleas públicas los obreros y obreras del campo han dejado claro que preferirían un trabajo digno a tener que cobrar un subsidio miserable de 22.000 pesetas al mes, y así acabar con la pesadilla de la emigración.
Actualmente en Andalucía tan sólo un 2% de los propietarios es dueño del 50 % de la tierra. Esta concentración aumenta, cada vez más, ya que muchos pequeños propietarios tienen que vender a los terratenientes sus parcelas porque no pueden competir con las grandes fincas. Pero el sector más castigado por esta situación son las familias jornaleras que no tienen ninguna propiedad que vender más que su fuerza de trabajo. Miles de hectáreas propiedad de los terratenientes no son cultivadas, pero sí subvencionadas, perpetuando el paro masivo.
Por tanto, la única salida para los jornaleros es la expropiación de los terratenientes. Todas las tierras mayores de 200 hectáreas en secano y 50 en regadío deberían ser expropiadas y colectivizadas bajo control democrático de los jornaleros y sus organizaciones. No hay solución a los problemas de miles de familias jornaleras sobre la base de la propiedad privada de la tierra. Además, la expropiación de los latifundios debe ir acompañada de la nacionalización de la banca y de los monopolios, en primer lugar de los que se dedican a la intermediación y comercialización de los productos agrarios. De esta manera se podría garantizar créditos baratos para la explotación de la tierra, medios tecnológicos suficientes y canales de distribución y comercialización que repercutieran en beneficio de los jornaleros y de los trabajadores de la ciudad.
Por otro lado al terminar las duras jornadas de trabajo, la única distracción posible, las más de las veces, es el ocio embrutecedor del alcohol. No hay centros culturales, círculos recreativos o locales adecuados para que los jóvenes se reúnan y se interesen por la cultura, o polideportivos donde practicar cualquier deporte. Por si esto fuera poco, las condiciones de asistencia sanitaria son muy deficientes.
Los jóvenes jornaleros y campesinos sólo tienen una alternativa: unirse a los trabajadores de la ciudad en una lucha conjunta contra las 100 familias de banqueros y terratenientes que se están enriqueciendo a costa del empobrecimiento de la mayoría de la población.
Por eso, la lucha por la tierra y por la reforma agraria es la lucha por el socialismo, para controlar democráticamente los medios de producción y de crédito que hoy están en manos de una minoría de grandes capitalistas y banqueros y lograr que se reparta la enorme riqueza de nuestra tierra de forma equitativa para conseguir una vida y un futuro dignos.
Ante esto exigimos:
• Igualdad de prestaciones con el resto de los trabajadores. Un ambulatorio en cada pueblo de más de 300 habitantes.
• Reestablecimiento del PER bajo control de los representantes de los jornaleros y de los sindicatos. Todo joven, chico o chica, que lo desee, mayor de 16 años, tendrá derecho a trabajar en los planes de empleo rural, suprimiendo el requisito de las 60 peonadas para acceder al PER. Un puesto de trabajo para cada joven jornalero o subsidio de desempleo indefinido igual al SMI.
• Laboreo forzoso de todas las tierras cultivables mediante una planificación democrática bajo control de los trabajadores del campo.
• Puesta en práctica de un Plan de Obras Públicas y regadíos para crear puestos de trabajo.
• Confiscación de los latifundios y fincas no cultivadas o infrautilizadas.
• Derecho de cada joven jornalero a recibir formación en escuelas de capacitación agrícola.
• Centros culturales y deportivos en cada pueblo de más de 300 habitantes para la juventud, financiados por el Estado y bajo control de los ayuntamientos y asociaciones de vecinos.
• Jornada laboral de 30 horas, sin reducción salarial.
• ¡Ni un solo jornalero más al paro por la introducción de nuevas máquinas! Reparto del trabajo existente entre todos los jornaleros, mediante la reducción de jornada sin reducción salarial.
• Expropiación y nacionalización de los latifundios bajo control obrero y sin indemnización.
• Nacionalización de la banca bajo control obrero y sin indemnización, como una medida concreta para dar créditos baratos a los pequeños agricultores, favorecer la modernización de sus explotaciones y lograr precios más justos al disminuir su dependencia de los monopolios de distribución de sus productos.
No cabe duda que en la sociedad capitalista la mujer trabajadora sigue siendo el sector más explotado por los empresarios, fomentando y amparándose en los prejuicios sociales ven en nosotras mano de obra barata. A la opresión como trabajadora se le suma la opresión como mujer.
Históricamente, en las sociedades clasistas, la mujer ha sido relegada a un segundo plano en la sociedad, mediante la transmisión de determinados valores se trata de que esta situación permanezca. Durante siglos la Iglesia jugó fielmente ese papel, presentando como mujer ideal a aquella resignada ante el dolor o la injusticia, la mujer sumisa y pasiva. Se relegó a la mujer al papel de ama de casa, esclava de las tareas domésticas, guardiana de la familia, supeditada siempre al marido. Con el desarrollo de la economía capitalista miles de mujeres pasaron en masa a la producción. Sin embargo, este hecho progresista dista de haber acabado con nuestra marginación, antes al contrario, bajo el capitalismo nuestra incorporación al mercado de trabajo se convierte en una fuente de opresión más.
A igual trabajo, igual salario.
Los datos sobre la situación de la mujer trabajadora hablan por sí solos y cierran la boca a todos aquellos que defienden que la discriminación de la mujer es música del pasado.
Para empezar la mujer es la gran paria de nuestros días. Siendo la tercera parte de la mano de obra en el mundo trabajamos dos tercios del total de horas para recibir sólo el 10% de los ingresos que se generan. De los 1.300 millones de pobres en el mundo, el 70% son mujeres.
Alguno nos contestará que estas cosas no pasan en el mundo desarrollado, sin embargo, también los datos en nuestro país callan este “argumento”.
Para empezar, en el Estado español, solo el 38% de los 15 millones de mujeres en edad de trabajar lo hacen. De éstas, sólo un tercio trabajan en puestos regulados por convenio, con contrato y sueldo más o menos digno. El resto lo hacen en empleos sin derechos laborales ni sindicales, copando la mayoría de los trabajos de la llamada economía sumergida. Empleos similares a los creados por la empresa “modelo” Zara, que mantiene a cientos de mujeres gallegas trabajando en sus casas sin contrato y por salarios miserables.
Ocho millones se dedican “sólo” a las tareas del hogar, la mayoría de ellas obligadas pues la llegada de un hijo significa tener que renunciar al empleo porque no existen infraestructuras públicas (guarderías, comedores, asistentes sociales,...) que permitan compaginar atención a los niños y trabajo.
La tasa de empleo femenina en el Estado español se sitúa en el 43%, a 30 puntos de la tasa masculina; es la tasa más baja de todas las mujeres de la UE con la excepción de Grecia e Italia.
Según datos de 2002 la tasa de paro femenino registrado en el Inem es del 6,30%, el doble que la de los hombres, siendo la tasa de paro femenino más alta de toda la UE. De media una mujer gana un 30% menos que un hombre, estando condenadas a empleos de baja calidad. El 84% trabaja en el sector servicios (limpieza, comercio,...) con jornadas agotadoras por salarios ridículos. También, al igual que con los jóvenes, la precariedad se ceba en las mujeres. En 2001 el porcentaje de contratos temporales entre las mujeres trabajadoras se acercaba al 35%.
¿Puede alguien poner en duda que la discriminación de la mujer no es una fuente de suculentos beneficios para los empresarios?
El Gobierno del PSOE, presionado por los sectores más reaccionarios de la sociedad, fracasó en liberar a la mujer de la esclavitud de su casa. El PP, en el gobierno desde 1996, ha empeorado considerablemente la situación.
Por ejemplo, la derecha no sólo se ha opuesto a reivindicaciones históricas de la mujer trabajadora, como el derecho al aborto, también ha obstaculizado que las familias obreras puedan llevar a sus hijos pequeños a escuelas infantiles públicas. De hecho, con el gobierno del PP tan sólo el 10% de los niños entre 0 y 3 años está escolarizado en escuelas públicas infantiles. Muchas familias obreras y parejas jóvenes no pueden permitirse el lujo de pagar 200-300 euros al mes, que es lo que suele costar una escuela privada o concertada. Esto constituye una piedra colgada sobre el cuello de miles de mujeres, puesto que, en la abrumadora mayoría de los casos, la mujer es quien se hace cargo del cuidado de los niños. A esto se añade el cuidado del hogar y las tareas de limpieza. Muchas veces para la mujer trabajadora a una jornada de trabajo se le añade otra. No hay la menor duda de que existen recursos suficientes en la sociedad para garantizar que los niños puedan recibir una educación avanzada en las escuelas. Pero mientras la enseñanza sea considerada un negocio y mientras la Iglesia y la clase dominante sigan utilizando la educación como un instrumento de control ideológico, la emancipación de la mujer de muchas de sus tareas más pesadas será consecuencia de una lucha dura y prolongada.
Contra la violencia doméstica
A esta evidente situación de opresión de la mujer trabajadora se la añade el cuidado del hogar, las tareas de limpieza, etc. Sin duda esta situación es un reflejo del papel secundario de la mujer que se perpetua mediante la educación en determinados valores reaccionarios desde edades tempranas (las muñecas para las niñas, las pistolas el regalo para los niños).
Además de la educación y la Iglesia, el capitalismo perfecciona sus mecanismos para trasmitir su ideología. Hoy asistimos a un boom de la prensa del corazón, programas de cotilleos, telenovelas... con la intención de mantener en el atraso a la mujer, pendiente de la frivolidad, la superficialidad y la banalidad de estos personajes “públicos”, y al margen de los problemas y de la opresión que sufre como trabajadora. Un “bálsamo” para hacerle olvidar la dureza de la vida cotidiana.
Continuamente asistimos a campañas publicitarias donde lo importante para triunfar es sentirse guapas, tener un buen físico, etc. Qué escándalo que en el nuevo milenio estos valores reaccionarios lleven a la propagación de enfermedades sociales entre las adolescentes como la anorexia o la bulimia. Hay medio millón de personas que se ven afectadas por esta enfermedad en nuestro país, por supuesto el 95% chicas.
También asistimos a que decenas de anuncios en televisión o en prensa inciden en presentar una imagen de una mujer sumisa, supeditada totalmente al hombre.
Esto no es sino la continuación del papel que el capitalismo otorga a la institución del matrimonio institucionalizando la dominación y la posesión de la esposa por el marido, como si se tratara de una propiedad privada.
En los últimos años se ha hecho público algo que no es nuevo, los maltratos a mujeres. Unicef ha hecho público que más del 20% de las mujeres sufren maltratos, con índices de hasta el 60% en países como Japón. En el Estado español entre 1999 y mediados de 2003, 315 mujeres han muerto por la llamada violencia doméstica. A ellas hay que sumar las miles de denuncias por malos tratos (sólo en 1997, 18.000 denuncias) y los innumerables casos no denunciados.
El 25% de las mujeres que han muerto a manos de sus pareja habían denunciado previamente a sus maltratadores, lo que indica con claridad que el aparato judicial no hace nada para terminar con esta violencia, e incluso ampara las actitudes de los maltratadores con sanciones y penas testimoniales contra ellos.
Ésta es una violencia propiciada no sólo por el carácter agresivo de determinados hombres, sino que tiene que ver con los valores que nos inculcan desde críos y como no, con las condiciones de vida que tienen que soportar miles de familias obreras y que acaba deteriorando cualquier relación. Recientemente, Fraga y el ex alcalde de Madrid, explicaban cuál es la mentalidad predominante en el PP al declarar que la violencia se producía porque muchas parejas no estaban casadas. ¡Casadas, en casa y con la pata quebrada! Éste es el auténtico modelo que la derecha defiende para la mujer.
Que no es un problema individual sino social lo refleja la actuación de la justicia, uno de los pilares básicos del dominio capitalista. Condenas como la del Tribunal Supremo de mayo de 2000 no considerando violación la penetración con los dedos, o la de jueces italianos que consideran imposible ser violada si llevas vaqueros, se suman a la permisividad hacia el acoso sexual en el trabajo, a la rebaja de penas a asesinos de mujeres por no haber alevosía, etc. demuestran como la opresión de la mujer trabajadora es una característica inherente al sistema capitalista y no fruto de tal o cual exceso.
Derecho al aborto
Si bien ninguna mujer aborta por placer, y el aborto es un trauma para cualquiera que lo sufre muchas mujeres jóvenes optan por abortar antes que estar sometidas a la carga que supone tener un hijo, debido a la inseguridad en el empleo, la falta de vivienda, los bajos salarios o no verse en condiciones de supeditar y cambiar su vida por tener un hijo no deseado.
Es indudable que para llegar a esta situación contribuye la pésima o nula educación sexual que recibimos en la escuela pública, así como la ausencia de centros de planificación familiar.
Por si fuera poco el PP con su política de recortes hace más difícil el acceso a la píldora anticonceptiva. Hoy el estado sólo subvenciona los tres modelos más anticuados y con más efectos secundarios, negándose a financiar los más modernos, que tienen un precio en el mercado tres o cuatro veces superior.
Así, y como síntoma del atraso de nuestra sociedad, los casos de abortos entre adolescentes no paran de crecer año tras año. En 2001 se registraron 69.857 interrupciones voluntarias del embarazo un 9,6% más que en 2000. Además, casi seis de cada diez mujeres que abortan, el 59%, no habían acudido a ningún centro de planificación familiar con anterioridad. Lo más sangrante es que esto se convierte en un magnífico negocio para las clínicas privadas ya que no superan el 3% del total las operaciones que se hacen en centros públicos.
La política del PP en este tema refleja su hipocresía, mientras se llena la boca de progresismo situando a una mujer en el ministerio de sanidad, se ha negado a ampliar la restrictiva ley de aborto.
Los marxistas defendemos el derecho al aborto libre y gratuito como un derecho democrático de la mujer trabajadora.
Feminismo o Socialismo
Rechazamos los argumentos del feminismo que insisten en que la opresión de la mujer está motivada por su sexo. En esta sociedad es la burguesía quien oprime a la mujer y la esclaviza. No se liberará a la mujer porque haya muchas ministras en el gobierno o muchas empresarias. Margaret Thatcher, primera ministra en Gran Bretaña durante trece años, no contribuyó en nada a la liberación de la mujer sino que aportó mucho a la opresión de los trabajadores y trabajadoras británicas.
Las mujeres siempre hemos jugado un papel vital en la lucha de clases, nosotras iniciamos la revolución rusa, participamos hombro con hombro con nuestros compañeros en la guerra contra el fascismo en España o en la lucha contra la dictadura franquista. En cualquier movimiento en defensa del empleo, en las huelgas, en la lucha contra la guerra imperialista, las mujeres siempre jugamos un papel destacado. Cuando entramos en escena, liberándonos de los prejuicios sobre nuestro papel, jugamos un papel activo y combativo en huelgas y movilizaciones. La doble explotación de la mujer trabajadora es un intento de dividir a los trabajadores, manteniendo a las mujeres en peores condiciones en la fábrica y el hogar. En nosotras se ceban algunas de las peores lacras de la sociedad capitalista, como la prostitución.
Las mujeres debemos participar activamente en las organizaciones obreras, defendiendo en ellas un programa revolucionario y de clase, solo así y no mediante cuotas o cupos artificiales en los puestos de dirección de estos partidos y sindicatos, podremos solucionar nuestros problemas. Somos conscientes de que la eliminación definitiva de nuestra explotación como mujeres sólo la alcanzaremos poniendo fin a la explotación que el sistema ejerce sobre nuestra clase.
Ante esto exigimos:
• A igual trabajo igual salario.
• Ningún tipo de educación sexista.
• Guarderías y escuelas infantiles públicas y gratuitas en cada barrio que posibiliten compaginar empleo y tener niños.
• Centros de planificación familiar en cada barrio o pueblo. Educación sexual en todos los institutos.
• Métodos anticonceptivos totalmente gratuitos y acceso sin trabas y con control médico a la píldora abortiva.
• Derecho al aborto libre y gratuito, en las mejores condiciones en centros de la seguridad social. Abajo la actual ley del aborto, introducción de la ley de plazos
• Derecho al divorcio gratuito y sin trabas burocráticas.
• Derecho a faltar al trabajo tras tener un hijo, tanto para hombre como para mujer, cobrando el 100% del salario durante seis meses.
• Servicios de tintorerías, lavanderías, comedores, etc. públicos y gratuitos para acabar con la esclavitud de las tareas domésticas.
• Centros de acogida suficientes para las mujeres maltratadas.
• Mano dura contra los maltratos y el acoso sexual. Depuración del aparato judicial de los jueces tolerantes con la violencia a las mujeres. Por una política social que garantice a las mujeres maltratadas un puesto de trabajo digno o subsidio de desempleo indefinido, así como una vivienda digna para ellas y sus hijos.
En la sociedad en que vivimos, dominada por una minoría dueña de los medios de producción, la comunicación, la cultura, el arte, la ciencia y la educación también están sometidos a ese mismo control.
Bajo el capitalismo, la burguesía trata de que la educación cumpla dos misiones fundamentales: formar mano de obra más o menos cualificada en función de sus necesidades y utilizar el sistema educativo para transmitir y perpetuar los valores ideológicos de la clase dominante. Además, nos encontramos que para una minoría privilegiada existe una educación privada de élite desde la infancia, donde se forman los futuros gestores del sistema, mientras que los demás mortales tenemos que soportar un sistema educativo público lleno de deficiencias y problemas.
La defensa de una educación pública de calidad para los hijos de los trabajadores siempre ha sido una de las causas tradicionales de la izquierda y el movimiento obrero y nosotros como jóvenes marxistas participamos activamente en ella.
Gobierno del PP: dinero para la privada...
La llegada al gobierno del PP ha supuesto un paso atrás para la educación pública. Es evidente que la política del PSOE en este terreno no había hecho frente a la patronal de los centros privados y había introducido leyes privatizadoras de la escuela pública como la LOPEGC o Ley Pertierra.
Con la llegada al gobierno del PP este proceso se ha profundizado de una forma clarísima. En nuestro país el peso de 40 años de dictadura franquista aún se hace notar. Fruto de aquella tenemos la red de educación privada más amplia de Europa, que escolariza a un tercio del total de estudiantes. Lo más sangrante es que la mayoría de estos centros privados están financiados con dinero público, son los llamados centros concertados, en más de un 80% propiedad de la Iglesia católica.
Muchos trabajadores se ven en la obligación de matricular a sus hijos en estos colegios o institutos por las deficiencias y carencias de la red pública.
El PP ha impulsado conscientemente este proceso. Por un lado estos centros son más baratos de mantener que una buena red pública y por otro se convierten en una fuente de negocio y control ideológico para un sector de la burguesía y la iglesia.
Los presupuestos del PP han beneficiado sistemáticamente a estos centros. Este proceso se ha dado en el territorio gestionado por el MEC, igual que en las Comunidades Autónomas con poder en materia educativa (hoy día ya son todas) gobernadas por PP, CiU y PNV.
Junto a esta política presupuestaria, se han aprobado leyes para que estos centros seleccionen a su alumnado. Así, en los colegios públicos donde se concentran los niños provenientes de minorías, inmigración, fracaso escolar, etc. que no cuentan con los medios que garanticen su integración, favorece que muchas familias opten por la concertada.
Esta política consciente de empujar a los padres a matricular a sus hijos en los centros privados le sirve luego al PP para justificar el aumento del dinero destinado a estos centros. También se está avanzando en dar ayuda pública a centros privados en los tramos no obligatorios de la educación (0-6 años), tramos donde la oferta pública, como en el caso de las escuelas infantiles de 0-3 años sólo cubre el 10% de la demanda. Esta política del PP es compartida plenamente por la derecha nacionalista del PNV y CiU lo que ha llevado a que en Euskadi y Catalunya haya más matriculados en centros privados que en públicos.
...y recortes para la enseñanza pública
Esta situación convive con un estancamiento y empeoramiento de la situación en los centros públicos. Seguimos alejados de la media europea en gasto público en educación, que durante el gobierno PP ha caído al 4,5% del PIB. El gasto público en educación ha descendido en 7 años (de 1993 al 2000) cerca de 3.000 millones de euros (casi medio billón de pesetas). Frente a la demagogia de los distintos ministros, negando una y otra vez problemas de masificación o falta de medios la realidad se alza evidente.
Es en este contexto donde se pueden entender los ataques del PP a la educación pública en estos últimos años, con la aprobación de la Ley Orgánica de Universidad (LOU), la Ley Orgánica de Calidad de la Enseñanza (LOCE) y la Ley de FP. Desde octubre de 2001 la juventud estudiantil hemos protagonizado luchas masivas contra estas leyes que pretenden de forma general una masiva privatización del sector educativo en beneficio de los empresarios de la enseñanza privada. Se trata de una estrategia de la derecha de convertir los servicios públicos, sanidad, educación, equipamientos sociales, en una fuente de ingresos para los capitalistas.
Con la Ley de “Calidad” imponen a partir del 2005 un examen de reválida al finalizar el bachillerato, si no se aprueba no tendremos el título de bachiller aún habiendo aprobado los dos cursos de bachillerato. Se trata de reducir el acceso a la universidad. Además, los alumnos tendrán que especializarse en diferentes vías de conocimiento ya en 3º de ESO, los famosos itinerarios, homogeneizando la composición de las clases, atendiendo al rendimiento de los estudiantes. Es decir, se legalizará el que en un mismo curso haya estudiantes de primera y estudiantes de segunda.
Sin embargo esta ley no combatirá los problemas de fondo, entre ellos el del fracaso escolar, que responden a causas que el PP no esta interesado en eliminar. Según la OCDE, somos el país de la UE que menos invierte en gasto público en Educación con relación al PIB, sólo por delante de Grecia. Entonces ¿Hay o no una relación directa y proporcional entre los recursos invertidos y los resultados obtenidos? La respuesta es clara.
La LOCE significará un trasvase de decenas de miles de millones de euros de la pública a los concertados. Se incrementarán los convenios con centros privados en la etapa no obligatoria regalándoles millones de euros, pero permitiéndoles cobrar matrículas y tasas exorbitantes. También pretende distribuir a los estudiantes en diferentes centros (públicos o privados) en función de su origen social. Quieren crear el modelo de “centro ghetto”, dentro de la escuela pública.
Esta supeditación de la educación al mercado capitalista se hace evidente en las políticas universitarias. Fruto de la lucha de los estudiantes y trabajadores la universidad se abrió a sectores sociales durante los 80 y los 90. Sin embargo, para la burguesía hoy es un despilfarro mantener 1.300.000 universitarios en la pública. Ya el gobierno PSOE inició un proceso para volver a una universidad más elitista, mediante la brutal subida de tasas de 1993, con la imposición de multas a repetidores, etc....
La política del PP ha continuado estas directrices. Las tasas en nuestro país son las más altas de Europa, solo un 17% de universitarios dispone de beca. La cuantía media de ésta es la mitad de la media europea, siendo absolutamente insuficientes para garantizar una universidad gratuita para los hijos de los trabajadores.
En este sentido la LOU significa un paso decidido en la privatización de la enseñanza superior, totalmente conectada con la LOCE. Según esta última una vez aprobada la reválida, habría que realizar las pruebas de acceso a la universidad, que dependerán de cada universidad. El objetivo es claro: dificultar drásticamente el acceso a la universidad para los hijos de los trabajadores, pues los hijos de los ricos siempre podrán pagarse el millón de pesetas que cuesta la privada, donde la única prueba de acceso es la del talonario.
Con la LOU el gobierno del PP pretende poner en manos de los empresarios la investigación universitaria. Los principales órganos de gobierno serán el Consejo de Gobierno y el Consejo Social, que verán aumentadas sus competencias. Es decir, los órganos en los que los estudiantes tendremos muy poco o ningún poder de decisión. Los que dominarán estos órganos, respectivamente, serán los doctores (el sector minoritario y más conservador del profesorado) y representantes de los empresarios (fundaciones, “personalidades de la vida cultural, económica y social”, etc.). Esto es lógico: si el PP espera que los empresarios inviertan, tiene que darles garantías de que controlan su inversión. En cambio, el claustro universitario, donde tenemos representación los estudiantes únicamente podrá aprobar los estatutos, quedando reducido prácticamente a órgano consultivo.
La LOU también cambiará el mecanismo de la financiación pública de las universidades: las más competitivas recibirán más financiación.
Como jóvenes marxistas decimos que existen suficientes recursos en esta sociedad para proporcionar una educación de calidad, la cuestión es quién controla estos recursos y en beneficio de quién los usa.
¿Cómo se puede defender que no hay salida profesional para miles de licenciados de enfermería y medicina que se encuentran en paro? Socialmente son necesitados por la inmensa mayoría de la sociedad que recibe cada vez una peor atención en la sanidad pública. Otra cosa es que a la minoría que domina social y económicamente en el capitalismo, la burguesía, la sanidad y educación públicas les interesa sólo en la medida que dichos servicios puedan ser utilizados por ellos en función de sus intereses. No sólo en la sanidad. Se necesitan más titulados de todas las ramas para desmasificar los institutos y facultades; diplomados de todas las ramas sociales para tratar a ancianos, niños y discapacitados; más ingenieros para equipamientos sociales... Claro que sí, la inmensa mayoría necesita más universitarios.
Por una educación científica, no al adoctrinamiento reaccionario en las aulas
El PP, reflejando que es la derecha cavernícola de toda la vida, trata de utilizar las aulas para reflotar los valores más rancios y caducos de la ideología burguesa.
Por un lado quieren potenciar la filosofía del ordeno y mando, limitando al máximo la democracia en los institutos. Hoy siguen sin ser reconocidos derechos básicos como el de huelga o reunión en hora lectiva.
Durante la lucha contra la guerra imperialista en Iraq, han impuesto todo tipo de directrices para evitar asambleas, incluso carteles contra la intervención imperialista en Iraq. En Galicia, la Consellería de Educación del PP prohibió todos los carteles y asambleas relacionadas con el Prestige o la guerra. A esto se suma el acoso policial del que han sido objeto numerosos activistas estudiantiles y miembros del Sindicato de Estudiantes.
Otro aspecto del carácter retrógrado del PP son sus ansias por potenciar la religión en las aulas, que con la Ley de “Calidad” es reconocida como asignatura evaluable y se introduce una alternativa, “Hecho religioso”, igualmente evaluable. Es decir, más religión por la puerta de atrás.
Estas medidas reaccionarias en la escuela se completan con la campaña a favor de la llamada “cultura del esfuerzo” que criminaliza a la juventud, la responsabiliza de los fallos del sistema educativo y la acusa permanentemente de holgazanería, e interés exclusivo por el vicio y el botellón.
La movilización ejemplar de la juventud
Los jóvenes marxistas de EL MILITANTE hemos luchado activamente contra la privatización de la educación pública. En 1986 fundamos el Sindicato de Estudiantes (SE) y dirigimos una movilización de masas de varios meses que arrancó importantes concesiones al gobierno PSOE.
Desde entonces el SE ha estado a la cabeza de las luchas juveniles en el Estado español. En 1991 contra la intervención imperialista en el Golfo Pérsico, en numerosas luchas contra las reconversiones industriales y la pérdida de puestos de trabajo en Asturias, Cantabria, Galicia y muchas más zonas. En las luchas estudiantiles del curso 96/97 que forzaron, posteriormente, la salida de Esperanza Aguirre del MEC.
Y, por supuesto, en las extraordinarias movilizaciones contra la LOU y la Ley de “Calidad”, donde el SE convocó diez huelgas generales que agruparon a cientos de miles de estudiantes en todo el Estado. Ahora esta contestación ha continuado en la lucha contra la guerra imperialista en Iraq, donde la juventud ha estado en la vanguardia de la protesta. El SE ha impulsado activamente la respuesta estudiantil a esta nueva aventura militarista con una campaña de propaganda, asambleas, formación de comités contra la guerra, de huelgas y manifestaciones en institutos y universidades con la consigna de “¡Ni un soldado, ni una bala, ni un euro para la guerra imperialista!”, compartida plenamente por los marxistas.
Los marxistas llamamos a todos los estudiantes a unirse y afiliarse al SE para hacer de éste una organización de masas, manteniendo su carácter democrático y combativo. Sus métodos de coordinar la lucha en todo el estado, en universidad e institutos, vinculándolas a la de los trabajadores, se han demostrado como los más eficaces para luchar por nuestros derechos.
Bajo el capitalismo la educación reproduce y perpetúa la división de clases. Sólo los que tienen recursos pueden acceder a la enseñanza de élite. Por eso, conseguir una enseñanza pública de calidad, democrática, auténticamente científica, laica que acabe con la división entre el trabajo manual e intelectual, está ligado también a la lucha por el socialismo.
POR UNA ENSEÑANZA PÚBLICA DE CALIDAD, LAICA Y DEMOCRÁTICA:
• Inversión el 7% del PIB en la educación pública. Ni un duro a la enseñanza privada. Integración en la red pública de los centros concertados.
• Derogación de la Ley de “Calidad”, la Ley de FP y la LOU.
• Ley de financiación de la escuela pública para acabar con sus deficiencias: Libros y material escolar gratuitos. 25 estudiantes por aula en secundaria. 50 en Universidad. Mantenimiento y mejora de los nocturnos.
• Aumento drástico en la cantidad y cuantía de las becas. Educación pública gratuita para los hijos de los trabajadores. Transporte y comedores totalmente gratuitos.
• Ni un solo no admitido más en los ciclos formativos (Formación Profesional). Prácticas en empresas remuneradas con el equivalente horario al SMI. Comisiones de control de las prácticas integradas por sindicatos obreros, comités de empresa y representantes de los estudiantes.
• Ni reválida ni selectividad. Admisión en primera opción. Creación de 225.000 nuevas plazas universitarias.
• Plan de inversión urgente que nos sitúe en el 2% del PIB para universidad pública. No a la universidad privada.
• No a las multas a repetidores. Paridad en los órganos de gobierno de la universidad. Representación de un 50% en el Consejo Social para sindicatos obreros y asociaciones de estudiantes.
• Por una carta de derechos y deberes progresista:
Derecho a huelga y reunión en hora lectiva. Igual número de estudiantes y profesores en el Consejo Escolar. Repetición del examen si hay un 40% de suspensos.
• Por una educación laica. Quien quiera estudiar religión que lo haga en su parroquia, mezquita...
• Ninguna actividad para potenciar el militarismo en las aulas.
• Tronco único educativo público y gratuito de 0 a 18 años.
Después de la caída del estalinismo en los países del Este de Europa, el imperialismo americano lanzaba al mundo la idea de un Nuevo Orden Mundial, donde la prosperidad, la paz y la democracia reinarían armónicamente en todo el planeta. Una década después la realidad nos habla de decenas de conflictos bélicos abiertos y de guerras patrocinadas por las potencias imperialistas en todo el planeta.
El antimilitarismo es una de las características de los marxistas, entendemos que la guerra es algo inherente al funcionamiento del capitalismo. Como jóvenes tenemos una posición firme al respecto, al fin y al cabo, si en tiempo de paz somos la principal fuente de mano de obra barata para los capitalistas, en época de guerra nos convertimos en carne de cañón para luchar por intereses ajenos a los nuestros, por los intereses de quienes nos explotan, se recubran estos como intereses de la patria, intereses humanitarios o cualquier otro disfraz que a duras penas logra esconder la verdad.
Las guerras hoy
Capitalismo es guerra. La economía capitalista se encuentra en crisis en el conjunto del planeta y las grandes potencias se disputan con saña cada zona del mundo para hacer sus negocios. Detrás de cada guerra, ya sea ésta en África, en los Balcanes o en Iraq, se encuentran los intereses enfrentados de las distintas potencias, que no dudan en organizar guerras o golpes de estado para poner gobiernos dóciles, que les garanticen sus intereses económicos, el control de las materias primas, de las rutas comerciales y de zonas de alto valor geoestratégico.
Una de las tareas de los marxistas en nuestros días es señalar los distintos intereses de clase que se esconden detrás de cada guerra. Una avalancha de mentiras trata de cerrarnos los ojos; los intereses de las multinacionales diamantíferas, respaldadas por sus gobiernos imperialistas respectivos, en Sierra Leona o Zaire llevan a guerras que nos son presentadas como enfrentamientos provocadas por el atraso de las “tribus negras”.
La última y más peligrosa mentira es la de vendernos supuestas operaciones humanitarias. Fue el caso de la guerra de Kosovo y por supuesto de la intervención imperialista en Iraq con la excusa de eliminar las armas de destrucción masiva en poder de Sadam Husein.
En la intervención actual en Iraq la actitud del imperialismo ha sido absolutamente descarada. Como siempre hemos explicado los marxistas, las guerras son la continuación de la política por otros medios.
La clase dominante de EEUU necesita controlar una materia prima vital como el petróleo porque es imprescindible para mantener la maquinaria económica del capitalismo estadounidense y de todo el mundo, así que quien controle las fuentes básicas de este producto se asegura también la supremacía a escala mundial.
Iraq cuenta con las segundas reservas de crudo más importantes del planeta después de las de Arabia Saudí. Por tanto, controlar el petróleo iraquí se convierte en un objetivo estratégico para el imperialismo. Obviamente en la medida que el régimen de Sadam Husein suponía un obstáculo para lograr este objetivo, derribar a Sadam se convertía en una prioridad.
Para tal fin se lanzó una campaña de propaganda colosal acerca de las armas de destrucción masiva que, supuestamente, poseía el dictador iraquí. Obviamente tal campaña no era otra cosa que una cortina de humo para ganar el apoyo de la opinión pública. Iraq era un país desangrado por un cruel embargo económico aprobado por la ONU, que duraba 12 años y que provocó más de un millón de muertos entre la población, fundamentalmente niños menores de cinco años. A pesar de todo, la operación militar para conquistar Iraq y derribar a Sadam Husein, el mismo dictador que había sido apoyado en los años ochenta por los norteamericanos en la guerra que Iraq libró contra Irán, provocó un duro enfrentamiento entre las diferentes potencias imperialistas. Francia, Alemania y Rusia se opusieron al plan anglo-americano, no por espíritu pacifista, sino por que contradecían sus aspiraciones imperialistas en la zona y los acuerdos económicos que habían alcanzado con el régimen de Sadam. Este hecho motivó que el Consejo de Seguridad de la ONU no apoyara el plan del imperialismo norteamericano, aunque en la práctica no haya movido un dedo para impedir esta masacre imperialista demostrando, una vez más, lo que siempre ha sido la ONU: un instrumento en manos del imperialismo americano.
Después de varias semanas de guerra la maquinaria militar norteamericana, el arma de destrucción masiva más grande del planeta, ocupó Iraq. El balance no ha podido ser ocultado: decenas de miles de muertos entre la población civil, casas, hospitales e infraestructuras vitales para la población destruidas, ciudades arrasadas, el patrimonio cultural del país saqueado. Y, sin embargo, EEUU y sus aliados, incluido el señor Aznar no han encontrado ni rastro de armas de destrucción masiva.
Ahora Iraq se ha convertido en un protectorado de EEUU, pero no hay más democracia, más libertad ni más prosperidad para el pueblo iraquí. Al contrario, la oposición a las tropas de ocupación crece y las perspectivas serán más inestabilidad y más sufrimiento para el pueblo iraquí y todos los pueblos de Oriente Medio. Como los marxistas hemos explicado la única alternativa para el pueblo oprimido de Iraq y de la nación árabe, es la lucha por el socialismo lo que implica la movilización de los trabajadores, la juventud y el campesinado contra los imperialistas y sus aliados, la corrompida burguesía árabe. Sólo con el derrocamiento del capitalismo y el establecimiento de una Federación Socialista de Oriente Medio será posible la liberación social, económica y nacional de los pueblos de la zona, incluido el pueblo palestino y kurdo. El imperialismo jamás llevará ninguna solución a las masas oprimidas.
No podemos dejarnos engañar por la propaganda burguesa: el imperialismo y el capitalismo siguen jugando hoy el mismo papel que siempre. Necesitan la guerra para subsistir, las dos Guerras Mundiales fueron guerras entre las diferentes potencias para repartirse los mercados. Hoy para controlar un recurso clave como el petróleo, la clase dominante y los monopolios de EEUU no han dudado en mantener un embargo genocida sobre Iraq o llevar a cabo una guerra imperialista.
Sin embargo, el imperialismo no podía imaginarse que su nueva aventura iba a provocar un movimiento contra la guerra de millones de personas en todos los rincones del planeta. Un movimiento que ha vuelto a poner de manifiesto la enorme fuerza de los trabajadores y la juventud cuando se moviliza.
¿Pacifismo o marxismo?
Nuevas guerras son absolutamente inevitables, quizá no a escala mundial (las armas nucleares amenazan con destruir a toda la humanidad, incluidos los burgueses) pero sí en distintas partes del planeta.
Los planes de la administración norteamericana van precisamente en esta línea. Tras los atentados a las torres gemelas en septiembre de 2001, la clase dominante de EEUU se ha lanzado a una desenfrenada carrera por mantener su hegemonía mundial. Estos atentados, que jugaron un papel reaccionario y que sólo beneficiaron al imperialismo, han sido utilizados como coartada para atacar los derechos democráticos en todo el mundo. Al amparo de una supuesta lucha contra el terrorismo las libertades democráticas están amenazadas, incrementándose la restricción a los derechos civiles y la criminalización contra los inmigrantes y las minorías.
Pero al tiempo las contradicciones entre las diferentes potencias imperialistas en su lucha por los mercados también tiene implicaciones en el terreno militar. Después del colapso del estalinismo en la URSS, la época de paz que auguraban los defensores del capitalismo no ha sido más que un mito de su propaganda. Los enfrentamientos entre EEUU y Francia por el control de los recursos económicos de África ha provocado enfrentamientos militares sangrientos como el de Ruanda-Burundi que se saldó con un millón de muertos. Las guerras en la antigua Yugoslavia o la guerra en Iraq han mostrado de nuevo esa escisión en el bando imperialista, y estas contradicciones aumentarán en el futuro.
No es ninguna casualidad que asistamos a un aumento de los presupuestos de defensa en casi todo el mundo. Los tres grandes bloques comerciales (USA, UE y Japón) se preparan para disputarse cada zona estratégica del mundo, cada fuente de materias primas, cada mercado.
Los marxistas somos antimilitaristas y nos enfrentamos a las guerras con un punto de vista de clase. Estamos a favor de la paz, pero explicamos claramente que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Lo primero que tenemos que destacar es que este sistema, el capitalismo, es el principal responsable de la violencia, todos los días centenares de niños mueren de hambre o por enfermedades para las que hace mucho tiempo que existe remedio, los derechos más elementales son cercenados en la mayor parte del planeta. Por eso, no nos enfrentamos a las guerras con un planteamiento moral o pacifista del tipo “la violencia es mala, venga de donde venga”. Los capitalistas se dotan de ejércitos para defender sus intereses como clase dominante cuando las cosas se ponen feas para ellos. Defienden y defenderán sus privilegios, a capa y espada, y si para ello tienen que recurrir a la violencia abierta, es decir, al uso de la fuerza militar, a la guerra o la represión más cruenta, no les temblará el pulso al hacerlo. Los ejércitos son el arma que siempre tiene en la reserva la clase dominante para defender sus intereses cuando las vías políticas y diplomáticas no les sirven. En el Estado español tenemos ejemplos de ello, en los años 30 los trabajadores y campesinos que lucharon por transformar la sociedad se encontraron con la respuesta de la burguesía que terminó con una brutal dictadura de más de 40 años. Actualmente, tenemos múltiples muestras de cómo se las gastan los capitalistas. Lo más reciente, la insurrección en Bolivia en octubre de 2003, donde un gobierno burgués, proimperialista que ha mantenido en la miseria más escandalosa al 80% de la población se ha enfrentado a un movimiento revolucionario de los trabajadores y campesinos. Su respuesta no ha sido el diálogo, sino la represión más feroz (con más de 80 muertos en quince días) para intentar mantener sus privilegios a costa de la explotación de la mayoría. ¿De qué le sirve al pueblo boliviano el que le digamos que la violencia es mala?¿no es acaso peor la situación de miseria, opresión,... que significa este sistema para ellos? Por eso, no somos neutrales y damos nuestro apoyo a los oprimidos del planeta que se organizan y luchan contra este sistema. Al igual que apoyamos guerras de liberación como la que libró el pueblo vietnamita contra el imperialismo USA o la que está librando el pueblo iraquí contra la ocupación imperialista.
Denunciamos a aquellos que ofrecen la ONU como solución. La ONU ha sido y es la tapadera del imperialismo. Acaso no es la ONU la responsable del genocidio del pueblo iraquí.¿Qué ha arreglado la ONU en Iraq, en los Balcanes, en Sierra Leona, en Ruanda, en Afganistán, etc..?
Explicamos que luchar contra las guerras de los capitalistas es una tarea de los trabajadores y jóvenes con un programa revolucionario. Así lo hicimos durante la agresión imperialista a Iraq, impulsando movilizaciones con la consigna “Ni un soldado, ni una bala, ni un euro para esta guerra imperialista” y explicando que sólo la movilización masiva de jóvenes y trabajadores podía frenar la implicación del gobierno PP en esta carnicería.
Somos realistas, no utópicos moralistas, por tanto la alternativa es clara: si quieres la paz y una sociedad sin ejércitos, lucha por el socialismo.
El militarismo en el Estado español
La locura y enfermedad de este sistema se expresa de una forma evidente cuando analizamos los gastos militares. Mientras el PP recorta sistemáticamente el dinero dedicado a educación, sanidad, subsidios de desempleo, vivienda pública... los gastos militares no cesan de aumentar año tras año.
La partida de los Presupuestos Generales del Estado 2003 concede 6.479 millones de euros al Ministerio que encabeza Federico Trillo, lo que supone un 0,92% del PIB español y un incremento del 2,5% con respecto al presupuesto del año anterior.
La burguesía española ha apostado de manera irreversible por un cambio en el modelo de ejército: de un ejército de quintas a uno profesional. Este último, mucho más aislado de la sociedad, menos influido por los acontecimientos que ocurren fuera de las cuatro paredes del cuartel y, por tanto, más manejable desde el punto de vista de la burguesía. Indudablemente un ejército profesional, más preparado y alejado de la presión social es preferible para ellos. Sin embargo, a nosotros nos da igual que los que intervengan contra el pueblo árabe o yugoslavo sean profesionales o no, al fin y al cabo su misión es igual de reaccionaria y no creemos que ningún trabajador iraquí o yugoslavo que se haya quedado sin casa por las bombas haya notado la diferencia. Un ejército profesional es un ejército aislado de la clase obrera y la juventud, donde miles de jóvenes están sometidos durante años a la ideología reaccionaria del militarismo en los cuarteles. Unos cuarteles que en el caso del Estado español en buena parte siguen dominados por los mandos procedentes del franquismo. He aquí el porqué de este cambio en el tipo de ejército. Además, esta medida ha permitido aparecer como más progresistas a los sectores más reaccionarios de la sociedad. Así vemos como el gobierno del PP se vanagloria de haber eliminado el servicio militar obligatorio y de esta manera intentar ganarse el apoyo de los jóvenes. Sin embargo, tenemos que ir más allá de esta aparente “buena voluntad”. En primer lugar, el ejército profesional no ha servido para parar ninguna guerra. ¿Sirve acaso, como nos dicen, para que exclusivamente vayan al ejército aquellos que tienen vocación y así, por lo menos, es más justo? Tenemos que decir que NO. El ejército profesional de EEUU nos puede servir de ejemplo. Es un ejército que se nutre fundamentalmente de la gente más pobre, de los sectores sociales más desfavorecidos, no es casualidad que más del 50% sean negros, chicanos, jóvenes de origen latino cuya única salida, en muchos casos, para salir de la miseria y de la marginalidad es alistarse en el ejército para poder tener un salario mínimo y fijo. La última guerra de Iraq habla por sí sola. Fernando Suárez, padre de uno de los soldados muertos en el mes de marzo en Iraq, hablaba de esta manera: “Sabemos que la inmensa mayoría de los soldados estadounidenses se alista atrapada entre la pobreza de sus padres y los engaños de los reclutadores. Sin disponer de otra esperanza para que continúen sus estudios por falta de oportunidades, de información verdadera y en su idioma, los padres, al no tener las posibilidades económicas para pagarles sus estudios, terminan accediendo a que su hijo o hija se una al ejercito, sin saber si ellos podrán cumplir su meta de estudiar, sin saber si sus hijos partirán a la muerte en guerras de odios y de intereses bastardos como el petróleo".
Es evidente que somos los hijos de los trabajadores los que más papeletas tenemos para formar este ejército profesional, somos la carne de cañón que utilizarán los capitalistas para que defendamos sus intereses mientras ellos dirigen las operaciones desde sus lujosos despachos.
En el caso del Estado español no es, ni va a ser, distinto. El Gobierno del PP, a través del Ministerio de Educación en el año 2000, lanzó una campaña en los institutos para reclutar a jóvenes estudiantes para el ejército profesional. Lo más sangrante es que esa campaña de reclutamiento en las aulas públicas se centraba en los barrios obreros, precisamente allí donde azota más el fracaso escolar y donde los jóvenes tenemos menos expectativa de un puesto de trabajo y un futuro digno. Los militares se dedicaban a contar las bondades del ejército, como es una salida profesional más que te garantiza un salario fijo de alrededor de 600 euros al mes (poco pero fijo). Esta es la alternativa de la derecha al paro juvenil. Como se ve, seguiremos siendo los jóvenes obreros los que, básicamente, engrosemos las filas del ejército.
Y es, por esto, por lo que los marxistas nos hemos opuesto al ejército profesional. Por supuesto, el servicio militar obligatorio, la “mili” que durante décadas ha significado un calvario para millones de jóvenes, tampoco es nuestro modelo.
Durante años los marxistas hemos defendido un programa alternativo al servicio militar, hemos defendido la reducción de la mili a seis meses, su realización en la región de origen, con un salario equivalente al de un obrero cualificado, con derecho a sindicación y organización política en los cuarteles, control de los sindicatos obreros de las academias militares, etc... Los marxistas nunca nos hemos opuesto al aprendizaje del manejo de las armas, ¿por qué vamos a dejar esta cuestión en manos exclusivas de nuestros enemigos de clase, de la burguesía y los oficiales? Pensamos que un ejército de quintas con estas carácterísticas sería más útil y progresista para los intereses de los trabajadores. Un ejército profesional sería un ejército mercenario más predispuesto a responder a las consignas represivas del estado burgués, más difícil de penetrar por el movimiento de los trabajadores. De hecho, aunque ahora la burguesía opte para mantener su dominio por las formas de la democracia burguesa, en una situación de auge revolucionario optarían por salidas golpistas, no conviene olvidar la historia: España 1936, Indonesia 1965, Chile 1973, Argentina 1976,etc.
El ejército profesional no supone ningún paso adelante. Desgraciadamente, los dirigentes reformistas del PSOE e IU renunciaron a luchar por este programa, defendiendo como alternativa a la mili el ejército profesional. En este planteamiento coincidieron plenamente con la apuesta estratégica de la burguesía. Ante esta realidad los marxistas tenemos la obligación de seguir explicando el papel del ejército en la sociedad de clases, siempre al servicio de los capitalistas y, de esta forma ayudar a elevar el nivel de comprensión de los jóvenes y trabajadores más allá del pacifismo.
• Control de los sindicatos obreros de los cuarteles y academias militares.
• Derechos políticos y de sindicación para los soldados.
• No a los tribunales militares. Supresión de la pena de muerte en el código de justicia militar.
• Supresión de la guardia civil garantizando un puesto de trabajo alternativo a todos los guardias civiles. Supresión de la Legión.
• No a la OTAN. Cierre de las bases americanas manteniendo el empleo para los trabajadores de las mismas.
• Reducción drástica de los gastos de armamento.
• Destrucción inmediata de todo el armamento nuclear y químico existente.
• Si quieres la paz, lucha por el socialismo.
El derecho a la vivienda
El derecho a la vivienda digna es algo elemental para el ser humano. Bajo el capitalismo, el techo se ha convertido en una lucha desesperada para millones de personas. La situación en el Estado español es también lamentable: acceder a una vivienda en propiedad se ha convertido en un lujo al alcance de sectores cada vez más reducidos de la sociedad, y los alquileres son una sangría para los salarios de los trabajadores. La vivienda, que debería ser un derecho básico, se ha convertido en un privilegio.
El gobierno de la derecha no hace nada para facilitar el acceso a la vivienda y niega a los jóvenes empleos y salarios dignos. Los jóvenes tenemos los salarios más bajos, somos la mayoría de los parados y los más empleados mediante ETTs. Esta situación conlleva que el 75% de los jóvenes viva con sus padres por no poder pagar la letra de un piso o un alquiler y que el 65% de la población no pueda hacer frente a los precios del medio millón de viviendas que se construyen cada año. Está claro que cada vez es más difícil independizarse económicamente, prueba de ello es que la generación que tiene ahora entre 45 y 50 años se independizó entre los 20 y 25 años, pero las personas que actualmente tienen 25 años no lo podrán hacer hasta que tengan 30 ó 35, en términos generales.
Precios por las nubes
Según The Economist el precio de la vivienda en el Estado español ha crecido un 726% entre 1980 y 2001, seis veces más que en los trece países más ricos del mundo. Desde que el PP llegó al poder la tendencia al alza ha aumentado aún más ya que desde 1996 el precio del suelo para levantar viviendas se ha multiplicado por seis. El Banco de España reveló que si la vivienda ha subido un 48% del año 1998 al 2001, entre 2001 y 2003 el incremento se ha situado en torno al 30%.
Mientras el precio de los pisos sube, los ingresos de las familias permanecen intactos. Por ejemplo, en Madrid el precio medio de una vivienda oscila entre 170.000 y 380.000 euros mientras la renta familiar anual media es de 21.599 euros. Comprar en este país un piso supone más de cinco años de tu sueldo. Comprar un piso sin endeudarte durante décadas es absolutamente imposible, prueba de ello es que se suelen firmar hipotecas a treinta años.
La derecha en el gobierno ha renunciado completamente a la promoción de viviendas sociales: entre 1996 y el año 2000 tan sólo se han construido 220.000 viviendas de este tipo. El gasto público en vivienda es del 0,6% del PIB, mientras que en la UE oscila entre el 2% y el 4%. El número de viviendas de protección oficial construidas en 2001 fue el más bajo desde 1990. Este tipo de viviendas ha pasado de representar el 60% de las construcciones hace 20 años a no llegar ni al 10% en la actualidad. Según datos del Ministerio de Fomento, en Madrid de 1998 al 2002 se inició la construcción de 13.966 viviendas protegidas, lo que significa el 4’7% del total y además, la tendencia es a la baja. Mientras que en 1998 se empezaron a construir 5.637 viviendas protegidas lo que suponía el 9,3% del total de viviendas, en el 2002 se empezaron a construidas sólo 995, el 1,5% del total.
Los alquileres tampoco están mejor: los precios suben escandalosamente, prueba de ello es que desde 1971 hasta 2001 el porcentaje de viviendas alquiladas ha bajado del 30% al 12%. Para colmo en 1998 el Gobierno del PP eliminó las desgravaciones fiscales a los inquilinos con bajos ingresos, convirtiéndose así en el único país que lo hace de la UE. Las ayudas públicas a los alquileres son muy escasas e insuficientes.
La realidad es que los capitalistas que se dedican a la construcción son un freno para que las familias trabajadoras accedan a una vivienda digna. En el Estado español existen suficientes metros cuadrados urbanizables para construir siete millones de viviendas, el problema es que los terrenos suelen estar en manos de adinerados capitalistas que sólo se preocupan de lavar dinero negro, especular y sacar beneficios. Por no hablar de las casas vacías que existen, sólo en Madrid hay 292.445 viviendas vacías, el 11,7% del total de viviendas de la CAM. Por lo tanto, para acabar con el problema de la vivienda hace falta un verdadero plan, que se base en nacionalizar las grandes empresas constructoras bajo control obrero y en la municipalización del suelo urbano bajo control democrático de los trabajadores para poder acometer la construcción de viviendas sociales necesarias.
UGT y CCOO deberían organizar a la clase obrera y movilizarla para obligar al Gobierno a construir ya un millón de viviendas sociales y ofrecer viviendas de alquiler que no sobrepasen el 10% de los ingresos mensuales familiares. No cabe duda de que si los sindicatos encabezasen esta lucha decididamente, en lugar de centrarse exclusivamente en organizar cooperativas, estaríamos en condiciones de conseguir nuestras reivindicaciones.
Si se construyeran viviendas, hospitales, locales para la juventud, guarderías, institutos, facultades, polideportivos, etc., es decir, si se quisiesen resolver las necesidades de la mayoría de la población, se podría mantener todo el empleo en el sector de la construcción y aumentarlo, dando trabajo a miles de jóvenes parados y licenciados que no encuentran trabajo.
Por un ocio digno y creativo
En la sociedad actual, la juventud está explotada no sólo en su lugar de trabajo como mano de obra barata sino también en las horas libres. En las tiendas, los cines, las discotecas, los campos de deportes, los jóvenes nos vemos obligados a aceptar las reglas del juego que nos imponen para el ocio. Los medios de diversión, absolutamente mediatizados por la búsqueda del máximo beneficio, se han simplificado hasta el punto de que, para cientos de miles de jóvenes, la referencia del fin de semana es el alcohol y las drogas. No se trata sólo de un ocio superficial y frívolo, sino profundamente destructivo. Cínicamente la burguesía y sus representantes culpan a la juventud y nos envían a la policía para reprimirnos. De hecho, han lanzado una cruzada contra el “botellón” aprobando leyes y criminalizando de paso a los jóvenes. En el fondo la derecha no quiere eliminar el alcohol entre la juventud, sino que el consumo del mismo se realice en bares y discotecas para mayor beneficio de los empresarios del sector. La hipocresía en esta cuestión es simplemente insultante.
Lo que nosotros necesitamos no es represión ni la moralina rancia e hipócrita de la derecha. Lo que nosotros queremos es tener condiciones materiales en nuestros barrios que nos permitan acceder a un ocio diferente al del alcohol o al de la droga. Basta ya de subvencionar con miles de millones a las grandes estrellas de la música comercial, cuando los cines se cierran en los barrios, y no hay locales ni apoyo económico para grupos de teatro, de música, deportivos, etc. Queremos una cultura accesible para nosotros y controlada por nosotros. Queremos que se vuelvan a abrir salas de cines y teatros en nuestros barrios, pueblos y ciudades con precios asequibles y con condiciones óptimas. Queremos que se de la oportunidad a miles de jóvenes para desarrollar su talento. No en programas como Operación Triunfo, sino con medios e infraestructuras públicas en nuestros barrios que nos permitan tener locales de ensayo, hacer teatro, practicar cualquier deporte, bibliotecas bien dotadas, etc. sin que esto sea un lujo. Pero para esto hay que luchar por un ocio, una cultura y un arte liberados de las cadenas del beneficio. Debemos luchar contra el ocio embrutecedor que nos imponen, empezando por organizarnos y participar consecuentemente en las luchas por el empleo y por la mejora de nuestras condiciones sociales, pero también por un ocio alternativo. Y esto último pasa, a su vez, por un combate frontal contra la droga que constituye un obstáculo fundamental para el desarrollo y la participación la juventud.
El deporte al servicio de la juventud
El deporte también constituye un elemento esencial en nuestro ocio que puede contribuir decisivamente a nuestro avance cultural. Sin embargo, el deporte está dominado por el negocio y la competencia despiadada. Las escuelas, los institutos y las facultades siguen sin contar con instalaciones deportivas adecuadas, canchas de fútbol, baloncesto, gimnasia, piscinas, etc. ¿Qué tenemos? La educación física sigue siendo una materia “molesta”, marginal e impartida en las peores condiciones. Esta política de liquidar abiertamente las canteras y el deporte desde la infancia ha dado un gran salto en el fútbol y en el baloncesto con la transformación de los clubes deportivos en sociedades anónimas deportivas, en donde los beneficios a corto plazo pasan a ser indispensables en detrimento de la apuesta por la cantera más a medio y largo plazo. Y cuando hablamos de las instalaciones deportivas de nuestros barrios, la imagen es para echarse a llorar. Además, por ejemplo, el gobierno de la derecha en la Comunidad de Madrid, está privatizando toda una serie de instalaciones del Instituto Municipal de Deportes (IMD) que pagamos todos pero que son gestionadas como una empresa privada, con el consiguiente encarecimiento de los precios y el empeoramiento de las instalaciones que no sean “rentables”.
Los jóvenes estamos obligados a conseguir un ocio que nos sirva realmente para liberarnos de la opresión y los prejuicios de la burguesía. Un ocio que nos haga realmente más libres y nos desarrolle como personas tanto física como culturalmente. La lucha por un ocio no destructivo, creativo y que desarrolle otros valores diferentes a los del capitalismo.
Por una vivienda digna y accesible para todos los jóvenes:
• Plan de emergencia para la construcción de un millón de viviendas sociales ya, bajo control de los sindicatos obreros, la Administración y los representantes de las familias, Asociaciones de Vecinos y Ayuntamientos.
• Por una vivienda digna para todos los jóvenes y familias trabajadoras. Demolición inmediata de los poblados chabolistas e infraviviendas y plan de construcción de nuevos barrios para el realojo de las familias.
• Expropiación de todas las viviendas vacías o infrautilizadas, con indemnización sólo en casos de necesidad comprobada.
• Limitación legal del alquiler mensual al 10% de los ingresos familiares.
• Municipalización del suelo urbano y expropiación de todos los solares privados dedicados a la especulación, sin indemnización salvo en casos de necesidad comprobada.
• Control de las normas de edificación por comités compuestos por un tercio de representantes de los trabajadores de la construcción y asociaciones de vecinos, un tercio por los sindicatos de clase y un tercio por los ayuntamientos.
• Nacionalización, bajo control obrero y sin indemnización, de los monopolios de la construcción.
• Control obrero y sindical de los planes de obras, con facultades ejecutivas para el control y seguimiento de la planificación en cada tajo.
• Jornada laboral de 35 horas semanales sin reducción salarial y jubilación a los 60 años con el 100% del salario, sustituyéndose el puesto de trabajo por un joven o un parado.
• Planes de seguridad e higiene en todas las empresas, con comités de control y seguimiento elegidos democráticamente, con capacidad ejecutiva para parar cualquier obra o tajo que presente deficiencias en la seguridad. ¡No más muertos en la construcción!.
• Financiación de este plan a través de la nacionalización de la Banca bajo control obrero y sin indemnización, salvo en casos de necesidad comprobada.
El ocio y la cultura no tienen que ser un negocio:
• Cines, bibliotecas, casas de la juventud, etc. públicos, bien dotadas y gratuitas.
• Locales juveniles gestionados por los propios jóvenes.
• El deporte al servicio de la juventud. Polideportivos en todos los barrios, campos de fútbol, baloncesto, tenis, gimnasios, piscinas, etc., gratuitos bajo control de los trabajadores y representantes de los usuarios.
• Red de transporte público digno y gratuito para todos los jóvenes, que llegue a todos los barrios con la frecuencia necesaria.
• Centros culturales gratuitos en todos los barrios donde los jóvenes podamos desarrollar actividades que fomenten nuestra creatividad y capacidad, sin trabas burocráticas.
La burguesía utiliza la droga y el alcohol contra la participación consciente de los jóvenes en la lucha por sus derechos. Esto no es una frase grandilocuente o exagerada. En realidad miles de jóvenes ven como su vida se convierte en una pesadilla al caer en la droga y otros muchos son condenados a un ocio vacío y embrutecedor.
La droga, una lacra social
Los marxistas estamos contra la droga no por motivos morales sino políticos. Alguno dirá que exageramos, que vemos este aspecto de manera demagógica, que caemos en actitudes panfletarias... sin embargo, la historia nos brinda bastantes ejemplos de lo que decimos. La CIA inundó de heroína durante los años 60 y 70 los guetos negros de las grandes ciudades americanas para desmovilizar a la juventud y destruir el movimiento de los Panteras Negras. En muchas zonas del Estado español la policía consintió y potenció la penetración de la droga durante los años 70 como forma de desviar a la juventud de la lucha contra el franquismo y el capitalismo. En el caso de Euskadi esto ha sido reconocido ampliamente. De hecho, a principios de los ochenta se disparó el consumo de drogas, como expresión y consecuencia de la desilusión y frustración de miles de jóvenes ante la oportunidad perdida de cambiar la sociedad que supuso lo que se conoce como transición. Un fenómeno similar ha ocurrido entre sectores de la juventud negra sudafricana tras el fin del apartheid. Al ver como su lucha se había quedado a medias y sus condiciones de vida seguían siendo infernales, fenómenos como la droga han aparecido con fuerza.
Para los marxistas la droga no es una cuestión individual: es un problema social que se ceba en los barrios obreros, que afecta a la lucha contra el capitalismo y que, como todo en esta sociedad, no afecta por igual a una clase social que a otra.
El consumo de drogas hunde sus raíces en las insoportables condiciones de existencia que padecemos millones de personas bajo el capitalismo. El desempleo entre la juventud, la explotación salvaje en el trabajo, el futuro negro que se abre ante nosotros, el fracaso escolar, la presión de la economía de consumo, el derrumbe familiar, etc. son los elementos que crean el ambiente para la extensión de la droga entre los jóvenes como una forma de evasión de esa realidad.
Por eso lacras como la heroína, o las drogas llamadas de diseño, muy accesibles, se ceban en los barrios periféricos de las grandes ciudades o en zonas como las comarcas mineras, sometidas a procesos de desindustrialización. El problema de la droga lo es para las familias trabajadoras, no para el niño de papá que si se “engancha” va a tener a su disposición todo tipo de medios para salir de esa pesadilla.
Contra esta explicación del fenómeno se alzan miles de artículos y comentarios que reducen la cuestión a que la juventud española, que a diferencia de sus padres tiene todo hecho, es una juventud viciosa. Uno de los asesores del Plan Nacional sobre Drogas no se recata en afirmar que "el consumo va directamente ligado a la diversión, mientras que años atrás, la droga era la excusa para huir de los problemas del mundo”. Es cierto que ha aumentado el consumo de drogas vinculado al ocio del fin de semana. El Informe del Plan Nacional sobre Drogas (junio 2000) señala que un 10% de jóvenes entre 15 y 18 años consume éxtasis con frecuencia, un 6,6% cocaína y un 22% es habitual del hachís. El 29% de jóvenes entre 15 y 29 declara que su principal objetivo al salir de marcha es drogarse y el 90% toma alcohol habitualmente, sin duda la droga más peligrosa y la más aceptada socialmente.
Los sesudos analistas que hacen estas encuestas, las utilizan para echarnos los datos a la cara y escandalizarse sobre nuestra supuesta pérdida de “valores”. Este tipo de campañas que se repiten regularmente son utilizadas por los sectores más reaccionarios para exigir mano dura y una vuelta a los valores más reaccionarios del pasado.
Pero estos piadosos moralistas son los mismos que defienden los contratos basura, la especulación inmobiliaria o la guerra imperialista contra Iraq. Estos defensores de la “cultura del esfuerzo” nunca dicen que en esta sociedad la juventud no sólo es explotada en su lugar de trabajo sino también en sus horas libres. A los jóvenes no nos queda más remedio, en este sistema, que aceptar las reglas que los empresarios imponen en nuestro ocio. Este también se rige por la búsqueda del máximo beneficio y, como no, por el control ideológico: es un ocio destructivo orientado a imposibilitar el desarrollo de jóvenes con una actitud crítica ante los problemas de la sociedad.
El estado burgués y los capitalistas, cómplices de esta lacra.
Continuamente los medios de comunicación quieren convencernos de que la policía y el Estado son los paladines de la ducha contra la droga.
La realidad es que el tráfico de drogas es un impresionante negocio que mueve según estimaciones conservadoras, más de 400.000 millones de euros al año (cerca del equivalente al 10% del total del comercio mundial, y más que el negocio del turismo internacional). Es absolutamente imposible que un negocio de este volumen se haga a espaldas de los distintos gobiernos capitalistas. En primer lugar, hay que denunciar que ha sido la política del imperialismo la que ha empujado a miles de campesinos a la producción de droga. Las políticas de ajuste salvaje en países como Colombia, Perú o Bolivia, o la bajada del precio de materias primas como el café llevan, directamente, a que miles de familias campesinas vean más rentable el cultivo de droga. Marruecos obtiene por la venta de hachís una cantidad de divisas similar a la de todas sus exportaciones agrícolas legales.
Indudablemente los negocios legales e ilegales están plenamente interconectados. Las mafias invierten en empresas legales y, a la vez, desde éstas se canalizan recursos financieros hacia la economía criminal, tomando el control de bancos y empresas dedicadas al blanqueo de dinero.
La gran banca internacional está implicada hasta las cejas en este negocio que deja suculentos beneficios. En un informe redactado por James Petras, citando fuentes oficiales, se da la cifra completa de dinero negro (dinero blanqueado de origen corrupto y delictivo) inyectado a las cajas fuertes de los bancos estadounidenses durante la década de los 90 que ascendería a unos 5,5 billones de dólares. Los bancos estadounidenses han desarrollado una amplia gama de métodos de transferencias de fondos ilegales hacia los EEUU, y toda la legislación americana contra el blanqueo de dinero ha sido incumplida sin grandes problemas. La complicidad entre el Estado y la Banca a la hora de desarrollar este tipo de negocios ilícitos es obvia. Por ejemplo, Citibank, que es el mayor banco de los EEUU, cuenta con más de 100.000 millones de dólares de depósitos de particulares en cuentas secretas, es decir, en cuentas destinadas a clientes inmensamente ricos a los que se les garantiza la más absoluta confidencialidad.
No hay que irse muy lejos en el Estado español para saber que este blanqueo de capitales esta detrás de numerosos proyectos comerciales e inmobiliarios, como ocurre en toda la Costa del Sol o la costa gaditana. La adquisición de sociedades estatales por parte del crimen organizado, a través de privatizaciones, es algo totalmente aceptado por la comunidad financiera internacional. Buena muestra de ello es la negativa sistemática a levantar el secreto bancario, tras el que se oculta el blanqueo del dinero negro de los narcos. La explicación es el temor a las repercusiones que pueda tener en el funcionamiento del sistema financiero mundial.
No es algo nuevo la vinculación del aparato del Estado con las redes del narcotráfico: tres guardias civiles detenidos en Marbella con 2.350 kilos de hachís, la detención en Barbate de un guardia civil, un sargento de la armada y del jefe de Protección Civil del Ayuntamiento, el desmantelamiento de la Unidad Central de Investigación Fiscal y Antidroga debido a la implicación de los mandos de este cuerpo de la Guardia Civil en los delitos que debía perseguir, etc. Estos han sido titulares de prensa habituales en la última década. La profunda implicación del aparato del estado quedó en evidencia al publicarse en octubre de 1996 un informe del Servicio de Información de la Guardia Civil que vinculaba al general Rodríguez Galindo y sus agentes del cuartel de Intxaurrondo en actividades de contrabando y narcotráfico. La aprobación de la Ley Corcuera con la excusa de la lucha contra el narcotráfico se ha demostrado una falacia, esta ley ha sido utilizada contra los derechos democráticos de los trabajadores y sus organizaciones, no contra los responsables del narcotráfico.
A esto hay que añadir la actuación vergonzosa de la justicia burguesa, liberando reconocidos narcotraficantes como los del Caso Nécora en 1994, o las absoluciones del Clan del Peque en 1997, clan acusado de introducir cocaína procedente de Cali a través de las costas gallegas.
Mientras esto ocurre, la justicia se ceba con penas desorbitadas contra los toxicómanos desesperados, a los que su estancia en la cárcel no hace sino condenar al desastre aún más.
Esta situación que refleja el carácter clasista de la justicia burguesa es vista con indignación. Una encuesta de noviembre de 1998 señala como el 58% de los españoles cree que el drogadicto con delitos no debe ir a prisión sino ser tratado en centros adecuados, así mismo, un 85% considera que deberían elevarse las penas contra los traficantes.
Estos deseos una vez más chocan con la realidad. Sólo el 5% de los toxicómanos condenados disfruta de medidas alternativas a la prisión y la mayoría de jueces declara que las dificultades materiales con que se encuentran estos planes alternativos les empuja a optar por las condenas a prisión. De no hacerlo así no habría espacios, ni recursos para el tratamiento a estos toxicómanos.
Si en 1990 había en todo el estado 403 centros ambulatorios públicos para tratar a los drogadictos, esa cifra 10 años después sólo ha aumentado a unos pírricos 511. Además un 55% de los toxicómanos tratados sufren también graves problemas mentales, para los cuales no existe ningún tipo de tratamiento serio independiente.
Como vemos, la represión del estado burgués no resuelve nada. Se ceba en las víctimas de la droga mientras tapa y protege a sus responsables.
¿Narcosalas, legalización... es la solución?
Mientras asistimos a la escandalosa falta de medios públicos para la atención al drogadicto, sectores del PP que tratan de pasar por progres intentan lavarse la cara en esta cuestión. Es el caso del actual alcalde del PP en Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, que cuando era presidente de la CAM anunció a bombo y platillo la apertura de la primera narcosala de nuestro país, para que los heroinómanos tengan un sitio donde pincharse.
Consideramos de un cinismo inaceptable presentar estas narcosalas como un paso adelante o algo progresista. Simplemente el toxicómano va a poder pincharse en condiciones medianamente dignas, bajo atención médica, pero no por ello va a dejar de seguir muriéndose aunque sea lentamente, va a seguir comprando la droga a los mismos camellos y a vivir en condiciones degradadas de marginalidad. La filosofía de estas medidas caritativas parece ser la de que el drogadicto es un estorbo y mejor que no se le vea en público mientras se chuta.
Mientras Gallardón se llena la boca de progresismo y destina 600.000 euros a esta narcosala, la situación de los centros de desintoxicación es precaria. Lo que necesita un drogadicto no es un sitio para pincharse sino planes serios cubiertos por la sanidad pública para tratarse como lo que es, un enfermo que tiene cura. Hoy muchos no tienen más remedio que recurrir a centros privados, a costa de la ruina familiar, que en la mayoría de los casos están manejados por sectas religiosas (como el próspero centro RETO) que a cambio de sacarte de la droga te introduce en la alienación del fundamentalismo religioso y convierte al drogadicto en mano de obra barata.
Desde diversos sectores se plantea como alternativa la legalización de las drogas. Sin duda la represión se ha demostrado una vía totalmente fracasada, sin embargo los argumentos en pro de la legalización son más que discutibles. Por un lado se suele argumentar que descendería la delincuencia, que la droga sería más pura y, por tanto, menos dañina y por último desde sectores que se denominan progresistas se apela al ejercicio de usar la libertad individual con argumentos del tipo “soy libre y con mi cuerpo hago lo que quiero”. Ninguna argumentación va a la raíz del asunto, ni lo considera como un problema social, sino individual. Ninguna se pregunta por las causas que empujan a desconectarse de la realidad.
El argumento de la libertad individual es de risa. Todos sabemos que el entorno en que vivimos nos condiciona enormemente. ¿Acaso el paro, la explotación o la marginación no empujan al mundo de las drogas?¿Acaso decimos que un trabajador o un joven que se ve obligado por sus circunstancias familiares a trabajar en el primer empleo que se le ofrezca es verdaderamente “libre” para decir no a un contrato basura o a hacer horas extraordinarias que le “propone” el empresario, cuando está en juego la renovación de su contrato?
Es realmente utópico decir que la legalización permitiría una mayor atención sanitaria. Los mismos burgueses que llaman a la reducción de los gastos sociales y a privatizar la sanidad pública (el Estado español es el país de la UE que menos gasto por habitante dedica en sanidad), nos van ahora a decir que invertirían en salvar y sanar a los toxicómanos. Lo único que les importa de los drogadictos es que no manchen su “estética social” como hemos visto con las narcosalas. Además, las mafias siempre introducirían nuevas drogas en el mercado a un coste inferior, incluso, del que tendrían si se vendiesen legalmente. La droga es una mercancía y los narcos lo saben muy bien. Con la legalización, estos personajes se convertirían en “honrados empresarios” pero eso no evitaría ni las muerte de miles de jóvenes víctimas de las drogas ni la existencia de un negocio ilegal de drogas. ¿No es eso lo que ocurre con el tabaco de contrabando o con el alcohol de garrafón que se sirve en miles de discotecas todos los fines de semana?
La legalización no acabaría con el problema pero sí permitiría aumentar la cuenta de resultados de las nuevas multinacionales de la droga y obviamente facilitaría y ampliaría el consumo de estas sustancias, convirtiéndolas en socialmente aceptadas como lo es el alcohol. De esta manera se favorecería aún más el control embrutecedor y degradante del ocio por los capitalistas.
Por otro lado, explicar el aumento en el consumo de drogas y coca por las políticas prohibicionistas es sencillamente falso. Basta con saber que el alcohol es legal y está socialmente tolerado y eso no evita que cada año haya más alcohólicos. Es realmente la droga más destructiva, si bien sus efectos son más lentos. El inicio en la edad de consumo cada vez desciende a edades más tempranas. Si en 1995 su consumo provocaba 10.000 muertos anuales, en el 2000 la cifra alcanzo las 13.000. En los últimos treinta años se ha pasado de un 34% de abstemios a un 22% y de un 10% de bebedores de riesgo a un 17%. Vistos estos datos ¿puede alguien en su sano juicio argumentar que la legalización de las drogas disminuirá su consumo?
Ni la represión, ni la legalización resolverán el problema. Tenemos que defender nuestras reivindicaciones de un puesto de trabajo digno y bien remunerado, vivienda accesible y mejoras sociales además de un ocio alternativo sano y creativo en nuestros barrios. Comprendemos que mientras exista el capitalismo habrá jóvenes que se verán empujados a esta pesadilla, pero podemos y debemos luchar por:
• Expropiación de todos los bienes y fortuna de los narcos e inversión de los mismos en programas de rehabilitación, bajo control de organizaciones sindicales, de vecinos y familiares de afectados.
• Nacionalización de los bancos implicados en el blanqueo de dinero. No al secreto bancario.
• Expropiación de los negocios privados de atención al toxicómano.
• Por una red sanitaria pública y gratuita que cubra toda la demanda de asistencia al toxicómano.
• Atención especial fuera de la cárcel de los toxicómanos con delitos.
• Creación de comités para luchar contra la droga en todos los barrios afectados, integrados por vecinos, familiares de afectados, y organizaciones obreras. No podemos confiar en la policía para terminar con el tráfico de drogas.
• Planes de prevención serios en colegios e institutos, que expliquen las causas, efectos, beneficiados y perjudicados con las drogas y vayan más allá de las campañas oficiales simplistas que, en algunos casos, se limitan a recomendar un uso responsable de la droga.
• Por un ocio creativo: Cines, bibliotecas, casas de juventud, centros culturales en cada barrio públicos y gratuitos, con horario de apertura nocturno, donde los jóvenes podamos desarrollar actividades que fomentan nuestra creatividad, sin trabas burocráticas.
• Locales gratuitos para los jóvenes y sus organizaciones.
• El deporte al servicio de los jóvenes. Polideportivos en cada barrio, canchas de deporte y piscinas públicas y gratuitas.
Durante 40 años, bajo la dictadura franquista, la población no sólo vio oprimidos todos sus derechos democráticos fundamentales tales como el de expresión, reunión y organización; también las relaciones sexuales estaban oprimidas violentamente, asfixiadas, sofocadas por la moral estrecha y reaccionaria del régimen y su auxiliar en temas de “buenas costumbres”, la Iglesia Católica. Entre ambos, Iglesia y Estado franquista, imprimieron a todo lo que tuviera que ver con el sexo un aire pecaminoso y proscrito. La cultura, mutilada por el ojo del censor, no podía ofrecer más que los retablos de la costumbre católica que el régimen necesitaba para alienar aún más a la población sometida. Obras de teatro, cine, literatura, etc., todas obviaban el sexo o lo presentaban tal y como la Santa Madre Iglesia lo necesitaba: como un no sé sabía muy bien qué, producto del amor del matrimonio eclesiástico y que sólo servía para traer al mundo hijos de Dios. La lucha por disfrutar de una sexualidad libre ha sido permanente para la clase obrera y la juventud. Atados de pies y manos a lo largo de la historia por los abusos de la burguesía, por la imposición de sus modelos de relaciones, de su moral hipócrita, los trabajadores, hombres y mujeres, somos oprimidos también en nuestras relaciones más íntimas. La familia no funciona de manera diferente a como lo hacen otras instituciones bajo el capitalismo. Reproduce, de mejor o peor forma, la moral y la división del trabajo imperantes. En ella se concentran, como si de un microcosmos se tratara, todas las relaciones de producción existentes en la sociedad, con una división de papeles muy característica. Pero no debemos olvidar que los actores de la familia no elegimos nuestros papeles. Es la propia sociedad clasista la que nos lo impone. Es en ella donde la educación para la explotación, la obediencia y la violencia, que luego seguirá en el escuela y en todas las facetas de nuestra vida, se desarrolla.
Sexualidad y capitalismo
Son las brutales condiciones de trabajo las que crean muchas veces el ambiente irrespirable en la familia. La escasez del salario, la penuria económica, la estrechez de la casa, la cantidad de hijos, las duras tareas del hogar, el paro juvenil, son en fin, lo que hacen de la familia bajo el capitalismo un marco donde la insatisfacción se reproduce permanentemente, llegando a constituir una relación en ocasiones marcada por la violencia y la opresión.
La propia educación bajo el capitalismo tiene claros valores sexistas, educando a la mujer para cuidar del nido, atender a los hijos y a las necesidades del marido, mientras al hombre se le educa como el único sustento del hogar. Esta educación pasa por concederle un papel a la mujer ciertamente minusvalorado, pues el trabajo doméstico parece algo “innato” al sexo femenino, mientras que el rol del hombre se sobrevalora. El hecho de que la Iglesia Católica y los empresarios controlen todavía una parte fundamental del sistema educativo no hace sino acentuar este tipo de educación. Al igual que en otros terrenos, la educación sexual de los jóvenes para la burguesía es una molesta carga muy inconveniente. En primer lugar, porque la educación sexual disminuiría la base para que las ideas reaccionarias y la “moralina” católica siguiesen predominando en la vida de muchas personas y crearía una fuerte contestación a su moral desde la infancia. En segundo lugar, porque desde el punto de vista de sus intereses materiales no les es en absoluto rentable. No ganan nada con ello. ¿Para qué necesitan los hijos de los trabajadores empleos dignos, casas dignas, educación digna, vida sexual sana... si son carne de cañón y tienen que seguir siéndolo para beneficio de las futuras generaciones de capitalistas? Pero, sobre todo, una educación sexual sana significaría arrebatar a la Iglesia y a la moral decadente de la burguesía un elemento de control ideológico y social muy importante. Los jóvenes marxistas reivindicamos el derecho de los jóvenes y toda la población a disfrutar de relaciones sexuales libres y seguras. Para eso, es necesario luchar por conseguir una educación sexual permanente y científica desde la infancia, en la escuela, en el instituto, en la facultad, en la fábrica y en el barrio. Una educación donde se considere al hombre y a la mujer iguales y nos enseñen a conocer nuestro cuerpo y sus posibilidades. Esta educación sexual tienen que tener como objetivo liberar a la relación sexual de los prejuicios existentes; nos deben ofrecer seguridad y confianza de que seremos nosotros mismos, hombres y mujeres, los que decidamos cuando deseamos utilizar el sexo para procrear y cuando no. Defendemos la existencia de centros de planificación familiar en todos los barrios y la incorporación de la educación sexual obligatoria desde la enseñanza primaria. De la misma forma, exigimos que todos los jóvenes dispongan de los métodos anticonceptivos existentes, tanto femeninos como masculinos, de forma gratuita y bajo control médico. Exigimos centros de información sexual y planificación familiar en cada barrio, gratuitos y a cargo de la Seguridad Social. Apoyo a la información y formación con material didáctico y científico, libros, etc, editado por organismos oficiales que sean totalmente gratuitos. Por supuesto, derecho al aborto libre y gratuito. Reivindicamos un empleo digno y estable al terminar los estudios que nos permita independizarnos económicamente de nuestras familias y no constituir una carga; de esta manera, también daremos mayor estabilidad a nuestras relaciones de pareja. Los jóvenes marxistas defendemos el derecho de todo joven a mantener relaciones sexuales liberadas de los tópicos y prejuicios dominantes y que sean seguras y realmente enriquecedoras.
Contra la discriminación de gays y lesbianas
Los comportamientos no heterosexuales han sido siempre discriminados y perseguidos por la burguesía y su aparato estatal. Bajo la dictadura de Franco, comunistas, socialistas, homosexuales y masones eran considerados como peligros sociales. Bajo el fascismo y el nazismo en Europa, muchos homosexuales pagaron con su vida, como cualquier minoría oprimida, su diferencia.
Tener una orientación sexual hacia el mismo sexo no hace diferente a una persona de otra. Por eso, los marxistas denunciamos enérgicamente todo tipo de discriminación contra los gays y las lesbianas. Todavía hoy, los elementos reaccionarios de la policía, la judicatura y otras esferas del Estado, junto a leyes muy ambiguas, propician ataques y discriminaciones hacia los homosexuales. Nosotros nos oponemos a todas estas agresiones, que suponen una agresión a derechos democráticos elementales. Nos oponemos tajantemente a que haya empresarios que utilicen la condición homosexual de sus trabajadores para despedirles; que en el ejército los homosexuales sean víctimas de una represión sistemática hasta el punto de que la homosexualidad es catalogada como enfermedad. Y, sobre todo, nos oponemos a que el Estado siga negando a las parejas homosexuales los mismos derechos sociales que a las parejas heterosexuales: matrimonio, vivienda, pensiones, etc. Debemos luchar contra toda discriminación sexual y por el derecho de cada persona a tener la orientación sexual que desee. A su vez, insistimos en no aislar la lucha de los homosexuales contra la discriminación. Hacerlo es un error, al igual que pensar que la discriminación de la mujer es producto del sexo. Todas las causas de discriminación homosexual hunden sus raíces en la marginación del capitalismo. Son los burgueses, con su poder en la sociedad, los que crean las condiciones que nos obligan muchas veces a llevar una vida clandestina y no poder presentarnos tal y como somos, o por el contrario como hacen ahora públicamente tratar la cuestión de la homosexualidad como un filón para beneficio de unos pocos. La utilización sistemática de gays en programas de televisión basura o la oferta de productos y servicios para el público gay, frivoliza nuestra imagen y no ayuda a resolver los problemas de discriminación que sufrimos. Debemos participar en las organización obreras tanto sindicales como políticas y exigir que luchen contra la discriminación sexual en el centro de trabajo, en el barrio, explicando por qué nuestra marginación sólo beneficia a los patronos.
Luchamos por:
• Igualdad de derechos para gays y lesbianas. Abolición de leyes discriminatorias.
• Destrucción de todas las fichas policiales que contengan antecedentes por homosexualidad.
• No a los despidos por homosexualidad.
• No a la discriminación de los homosexuales en sus derechos sociales y civiles.
El control de la economía mundial por parte de un puñado de grandes monopolios ha tenido entre otras consecuencias, una acción devastadora sobre el medio ambiente. La degradación del medio natural, la contaminación del mar, de los recursos hidrográficos, la amenaza nuclear, las emisiones descontroladas de CO2, la desforestación y destrucción consciente de bosques, unido a la utilización constante de pesticidas y contaminantes en la producción agrícola, están empeorando nuestras condiciones de vida de un modo alarmante. La lucha por el máximo beneficio, el motor de la actividad económica bajo el capitalismo, es una amenaza real contra la naturaleza y la salud de la humanidad.
Recientemente, las catástrofes ecológicas de Aznalcóllar y el vertido del Prestige han puesto de manifiesto la auténtica naturaleza del capital.
El gran avance de la tecnología y la ciencia no ha servido tanto para mejorar las condiciones de vida humanas como para aumentar el lucro y el beneficio de los grandes monopolios del capital internacional.
La clase dominante considera la naturaleza como una mercancía más de la que puede extraer un beneficio. Por otra parte el desarrollo de una economía basada en el lucro implica la utilización de energías altamente contaminantes pero muy lucrativas para los capitalistas.
¡No a la energía nuclear!
Los jóvenes marxistas nos oponemos tajantemente a la energía nuclear, a las centrales atómicas y al armamento nuclear.
El riesgo de la energía nuclear ha quedado probado en las últimas décadas. Bajo el capitalismo no existe ninguna seguridad en las instalaciones nucleares, que se construyen y funcionan evitando todos aquellos gastos no imprescindibles.
Ésta, también, era la situación en los antiguos países del Este de Europa, gobernados por regímenes estalinistas que actuaban de la misma forma que los gobiernos capitalistas respecto al medio ambiente. Hace 17 años de la tragedia de Chernobil, la central nuclear ucraniana que sufrió un accidente debido a su pésimo estado de conservación. En este periodo de tiempo transcurrido, estudios médicos de Bielorusia consideran que solo el 20% de la población puede considerarse sana y la ONU reconoce que 7 millones de personas han sido afectadas por el accidente. Unos 155.000 km2, aproximadamente, una cifra equivalente a la tercera parte del Estado español, resultaron contaminados en Bielorrusia, Ucrania, Rusia y unas 250.000 personas fueron evacuadas. Aún así, todavía, 1,8 millones de personas viven en zonas contaminadas.
Pese a esta experiencia y a la de otros accidentes que han sembrado la historia nuclear de EEUU, Alemania, o España, los gobiernos capitalistas siguen apostando por la energía nuclear. Este es el caso del gobierno de George W. Bush que en su plan energético para los próximos 20 años respalda la producción de energía nuclear a gran escala. La razón de esta estrategia se explica por la dependencia del gobierno norteamericano de las grandes industrias energéticas, que figuran entre las mayores contribuyentes a la campaña presidencial del Partido Republicano de Bush. Así se entiende que EEUU se negara a firmar el Protocolo de Kioto (que trata de prevenir el calentamiento terrestre). En estos momentos hay 65 plantas nucleares que generan el 20% de la electricidad consumida en EEUU y la Administración Bush pretende que este porcentaje se incremente.
En el caso del Estado español se está produciendo una nueva ofensiva a favor de las nucleares de la mano del gobierno del PP. El Foro Nuclear que agrupa a las empresas que explotan las siete centrales españolas han instado al gobierno para que en 2012 haya al menos una nueva instalación nuclear en el Estado español. En 2001 las centrales nucleares produjeron el 27% de la electricidad en nuestro país, con un aumento de producción del 2,4%.
Lo que no se sabe es que la moratoria para no construir más centrales nucleares aprobada por el gobierno PSOE en los años 80 supuso unas subvenciones a las empresas eléctricas dueñas de las nucleares por valor de 700.000 millones de pesetas. Y esto se paga en el recibo de la luz a través del 3,5% del importe de cada recibo. Para 2003 el gobierno del PP pagará a las compañías eléctricas 482,12 millones de euros (80.218 millones de pesetas) en concepto de anualidad por los proyectos de centrales nucleares paralizados por la moratoria nuclear.
Las grandes empresas eléctricas responsables de estas centrales impiden que otras formas de energías alternativas como la solar o la eólica, más limpias y baratas, se puedan desarrollar. De hecho según estudios serios, la energía eólica podría producir el 12% de la electricidad mundial y el 20% de la de Europa, pero los grandes monopolios presionan a los gobiernos para que no inviertan recursos en el desarrollo de esas fuentes energéticas.
En el Estado español se han mantenido las centrales térmicas altamente contaminantes como las de carbón, responsables de un 98% de las deposiciones atmosféricas de mercurio. Por otra parte, se proyecta la construcción en la Península de un total de 46 centrales de gas, también contaminantes y que demuestran la falta de planificación y de disposición a la utilización de energías alternativas no contaminantes.
Todos los datos anteriores demuestran la absoluta subordinación del gobierno del PP en materia energética a las grandes compañías del sector.
Aznalcóllar
En la madrugada del 25 de abril de 1998 una gran riada de lodos tóxicos anegó las tierras del río Guadiamar y llegó hasta Doñana. El embalse de 8 Hm3 propiedad de la empresa sueca Boliden, que albergaba millones de litros de lodos ácidos con un alto contenido de metales pesados y otros elementos tóxicos, causaba el mayor desastre ecológico de la historia contra esta zona protegida: 80 kilómetros de cauces afectados, 4.600 hectáreas de nueve municipios envenenadas, caladeros cerrados por contaminación de cadmio, zinc, cobre y arsénico, siete millones de metros cúbicos de lodos retirados, 30 toneladas de animales muertos...
El escándalo de este accidente adquirió más relieve por la impunidad con la que ha actuado la empresa, que ha evitado el pago de sanciones y ha sido absuelta por los tribunales de justicia. Tanto el Juzgado de Sanlúcar La Mayor primero, como la Audiencia Provincial de Sevilla después, archivaron las denuncias contra la empresa y los responsables del Ministerio de Medio Ambiente. Esta actuación judicial fue confirmada por el Tribunal Constitucional que acabó archivando definitivamente la causa.
Lo más increíble es que los tribunales han desestimado también las demandas civiles presentadas por el Ministerio de Medio Ambiente y la Junta de Andalucía que pretendían hacer pagar a Boliden 150 millones de euros, cuando las obras de reparación del desastre han costado ya 250 millones de euros aunque pueden ascender a 500 millones, dinero que saldrá del bolsillo de los trabajadores y sus familias.
Este desastre puso de manifiesto de la forma más descarnada la complicidad entre estas empresas y las instituciones del Estado burgués, los gobiernos y la justicia que obviamente respaldan al capital en todos los terrenos, incluida la destrucción del medio ambiente.
El desastre del Prestige
Desde el primer momento en el que la catástrofe del Prestige planeaba sobre Galicia, los responsables políticos hicieron mutis por el foro: el ministro Cañete, en una gran muestra de cinismo político, aseguró que todo estaba controlado y que aquello era un simple vertido, y Loyola de Palacio echaba balones fuera culpando a Gibraltar, mientras que Fraga, que pasó el fin de semana cazando, no daba muestras de vida hasta más de una semana después. Y, con toda esta improvisación, el fuel iba llegando a la costa en sucesivas oleadas a caballo de las mareas. Más de 60.000 toneladas de fuel han manchado las costas de Galicia, Asturias, Cantabria y Euskadi, pero el problema sigue sin resolverse pues el barco hundido por la incompetencia del gobierno del PP, amenaza con fugas en el futuro. Es escandaloso, por otro lado, la falta total de barcos especializados en tareas de remolque y de anticontaminación (no hay ninguno en todo el Estado) sobre todo teniendo en cuenta que de los once importantes desastres marítimos ocurridos en Europa en los últimos 30 años, siete de ellos (el 65%) han tenido lugar frente a las costas gallegas y que los derrames que asolaron el litoral de Galicia suman 300.000 toneladas de crudo, casi tantas como las vertidas en toda Europa.
Los efectos económicos y sociales de la marea negra pueden ser catastróficos en Galicia, amenazando miles de puestos de trabajo en sectores que dependen directa o indirectamente del mar.
En realidad esta catástrofe era previsible como reflejan estos datos: sólo uno de cada cinco petroleros que navega en el mundo está dotado de doble casco, característica considerada fundamental para la seguridad. La edad media de los 7.030 petroleros que hay en el planeta es de 18 años, y un 41% del total tiene más de 20 años, como el Prestige. La utilización de banderas de conveniencia, que permite una mayor relajación en las condiciones de seguridad del barco y peores condiciones laborales, es una práctica general. Mientras que a mediados de los años 50 sólo el 2% de los mercantes utilizaban banderas de conveniencia, a mediados de los años 90 la cifra se elevaba a más del 50%. De los 323 buques mercantes que hay en el Estado español sólo 18 (el 5%) están inscritos en el registro ordinario.
La respuesta ejemplar de la población
La marea negra provocada por el Prestige provocó otra marea de indignación que caló muy hondo en la sociedad gallega. La característica más destacable de este hecho fue el enorme abismo entre la Xunta de Fraga y el gobierno de Aznar en Madrid y la inmensa mayoría de la población gallega. Para el pueblo trabajador, la imagen de la Xunta y del Gobierno central, ambos en las manos del PP, queda fuertemente asociada a la incompetencia, la desidia, la manipulación, la censura, el insulto y la represión.
Las manifestaciones contra este desastre tuvieron un carácter masivo e histórico y son una muestra indiscutible del descontento. Pero la movilización también fue importante por su profundidad. La devastación de la marea negra puso al descubierto la inutilidad y el desprecio de la derecha hacia la población, pero también el papel real del Estado burgués y del sistema capitalista. Fueron los marineros, las mariscadoras, sus familias, los que hicieron frente a la marea negra. Y lo hicieron totalmente solos, con sus medios, su creatividad, su capacidad de sacrificio y con el apoyo decisivo de miles de voluntarios, la gran mayoría jóvenes, de Galicia, del resto de las comunidades autónomas e incluso de otros países del mundo, que con su esfuerzo paliaron en lo posible los efectos de la marea negra.
Nada de lo que ha ocurrido con el Prestige obedece a la “casualidad”, no era imprevisible. Toda esta catástrofe tiene que ver con el negocio que para los armadores y las petroleras supone la utilización de chatarras flotantes; con la privatización de los recursos públicos; con una derecha que lleva en la sangre la corrupción y el desprecio por los trabajadores y es el representante político de los empresarios; con las empresas privadas, que hacen negocio hasta con la desgracia ajena; tiene que ver, en definitiva, con el capitalismo, un sistema en el que lo único importante son los beneficios.
La catástrofe del Prestige ha revelado el enorme potencial revolucionario de las masas cuando éstas se ponen en acción. Ha sido la actitud resuelta de miles de trabajadores, marineros, mariscadoras y jóvenes que de una forma desinteresada y ante la negligencia del estado burgués y de la derecha, se han enfrentado al chapapote.
Luchar por el respeto al medio ambiente es luchar por el socialismo
Los jóvenes marxistas defendemos que el movimiento obrero y sus organizaciones tomen con las dos manos la lucha para poner fin al asalto al medio ambiente. Sólo en una sociedad libre de toda opresión, donde la producción se planificase para resolver los problemas de la humanidad y no para aumentar los beneficios de una minoría de burgueses, podríamos utilizar de una manera más racional y apropiada los recursos de la naturaleza en beneficio de todos. Sería entonces cuando la ciencia y la tecnología, junto a todos los avances de los últimos decenios, encontrarían su mayor campo de desarrollo.
No es cierto como plantean algunos ecologistas que la defensa del medio ambiente entre en contradicción con el desarrollo de las fuerzas productivas. La idea de un modelo social “austero” puede ser aceptable para los ascetas y los progres de fin de semana, pero no para los que luchamos por el bienestar social y el aprovechamiento de la ciencia y el conocimiento en beneficio de la humanidad. Por el contrario, el crecimiento de la producción, la técnica y la ciencia podrían resolver los problemas del conjunto de la población del planeta, incluida la defensa del medio ambiente, a condición de que estuvieran liberadas de la búsqueda del máximo beneficio. En una economía socialista, planificada democráticamente, el crecimiento del bienestar económico y social iría estrechamente vinculado a la defensa de los recursos del medio y a la conservación y regeneración de la naturaleza.
En la práctica muchos de los partidos “verdes”, que dicen tener como principio básico de actuación combatir la degradación del medio natural, en la medida en que aceptan el marco del capitalismo se convierten también en agentes de la burguesía, consciente o inconscientemente. El caso más descarado y escandaloso es el del Partido Verde alemán que participa en el gobierno de coalición con el SPD y que no ha dudado en apoyar las intervenciones militares en Kosovo o Afganistán, respaldar el recorte de gastos sociales en educación, pensiones o desempleo y que, en la práctica, ha renunciado a su programa ecologista en beneficio del “realismo político”. La conclusión, por tanto, es clara: la lucha por la defensa del medio ambiente, contra su aniquilación a manos del capital, es la lucha por la revolución socialista.
Contra la destrucción del medio ambiente:
• ¡No a las centrales nucleares!¡Cierre inmediato garantizando un empleo alternativo a sus trabajadores! No al pago de compensaciones por la moratoria nuclear.
• Incremento drástico de los presupuestos destinados a financiar fuentes de energías alternativas.
• Nacionalización, sin indemnización salvo en casos de necesidad comprobada, bajo control obrero de los grandes monopolio energéticos.
• Plan anticontaminación estatal para eliminar la contaminación producida por la industria. Las inversiones a cargo de los propietarios y, en caso de que se nieguen, nacionalización bajo control obrero.
• Control de todos los planes de urbanización y obras públicas por parte de organizaciones obreras y ecologistas para evitar la destrucción del medio ambiente.
• Programa estatal que, en fases sucesivas, a corto (cinco años), medio (diez años) y largo (veinte años) plazo planifique una masiva transformación del entorno natural, concretado en una repoblación forestal basada en estudios científicos, regeneración total de las aguas, etc., observando un esfuerzo especial en aquellos temas más acuciantes: especies en peligro de extinción, zonas desérticas...
La cuestión nacional en Euskadi
El problema nacional en el Estado español y más concretamente en Euskadi hunde sus raíces en la crisis del capitalismo, la represión de los derechos democráticos de las nacionalidades bajo la dictadura franquista y, posteriormente, en la renuncia por parte de las direcciones reformistas de PSOE y del PCE a un programa socialista, que uniese la lucha por la transformación de la sociedad a la defensa de los derechos democráticos incluyendo el derecho de autodeterminación, es decir, el derecho a elegir libremente qué tipo de relación se quiere tener con el Estado español, para las nacionalidades históricas (Euskadi, Galiza y Catalunya).
La actitud del Gobierno del PP con su política represiva, su negación de los derechos democráticos para las nacionalidades y, sobre todo, sus ataques a las libertades mientras respalda medidas ultrarreaccionarias en todos los terrenos, no hace más que enconar la situación política en Euskadi favoreciendo la polarización en líneas nacionales.
El PP no tiene ninguna autoridad moral para criticar las prácticas del terrorismo de ETA cuando ellos mismos respaldan una intervención imperialista en Iraq que ha causado decenas de miles de muertos para mayor beneficio de los monopolios del petróleo y de los intereses estratégicos del imperialismo norteamericano.¿Qué autoridad moral tiene Aznar para hablar en nombre de los derechos humanos cuando es cómplice de esta carnicería contra el pueblo inocente de Iraq?
Los mismos que han apoyado durante 40 años una dictadura feroz, saben mucho de represión, torturas y ejecuciones sumarias. La burguesía española aplastó los derechos democráticos de Euskadi y reprimió con saña la identidad cultural y nacional del pueblo vasco. La derecha española, durante la transición, utilizó el aparato del Estado, en una guerra sucia continua, no sólo contra los activistas de ETA, sino también contra el movimiento obrero, que se prolongó con los gobiernos del PSOE a través de los GAL. Mañana, si la burguesía ve amenazados sus privilegios no dudará en volver a recurrir a los mismos métodos. No podemos olvidar que el apoyo al terrorismo individual que practica ETA y a la izquierda abertzale, hunde sus raíces en un problema político.
A la represión salvaje que la identidad vasca, la cultura, el idioma, las tradiciones de Euskadi, sufrieron bajo la dictadura franquista, se une la frustración que la clase obrera, la juventud y la pequeña burguesía vasca, al igual que la del resto del Estado, vivieron en la segunda mitad de los años 70, cuando los dirigentes de los partidos obreros tradicionales (el PSOE y el PCE) cedieron ante la burguesía española y renunciaron a transformar la sociedad. A esto se añade su abandono de la defensa del derecho de autodeterminación y su identificación con las posturas de la burguesía centralista. Esta frustración, que dio lugar a un profundo reflujo del movimiento obrero, con la desafiliación masiva de los partidos y de los sindicatos obreros y la ofensiva de la derecha, en las nacionalidades históricas favoreció el fortalecimiento del nacionalismo que, en Euskadi, ante un aumento del paro masivo, cierres de empresas y crisis económica, posibilitó que numerosos sectores de la población vasca, especialmente entre los jóvenes, vieran en HB y ETA una solución para resolver sus problemas.
Estas son, básicamente, las razones del apoyo al nacionalismo abertzale entre importantes sectores de la población de Euskadi.
El fracaso del terrorismo individual
Sin embargo, los marxistas consideramos que la política y los métodos que defienden la izquierda abertzale y ETA no constituyen ninguna alternativa. Con atentados cada día más indiscriminados y salvajes sólo se justifica el incremento de la represión del Estado burgués y que entre sectores amplios de la población, tanto dentro de Euskadi pero sobre todo fuera, se fortalezcan las ideas más reaccionarias y derechistas respecto a los derechos democráticos en general y los de las nacionalidades oprimidas en particular. La política de atentados no acabará con el capitalismo, ni hará posible conquistar más derechos democráticos como el de la autodeterminación.
Por otra parte el programa de la izquierda abertzale se ha circunscrito a buscar una alianza estratégica con la burguesía vasca en la aspiración de una Euskadi independiente en el marco del capitalismo. Pero ¿qué solucionaría a las masas de los pueblos y barrios obreros de Vizcaya, Álava, Guipúzcoa o Navarra una Euskadi capitalista? Una Euskadi independiente bajo el dominio de los burgueses vascos al estilo de Arzallus, por muy vascos que sean, no cambiará en nada la opresión que los trabajadores sufrimos en el País Vasco. Al contrario. No hay duda de que estos empresarios aumentarían la explotación, pues una Euskadi independiente en el mercado mundial tendría menos posibilidades de competir que integrada en el Estado español. De hecho, la burguesía vasca no ha hecho absolutamente nada para salvar las empresas vascas de la crisis. Antes que los intereses nacionales, para los burgueses vascos (como para los del resto del Estado) está su bolsillo, sus beneficios. Lamentablemente, todavía hoy tenemos que oír a los dirigentes de la izquierda abertzale apoyar todos los atentados y justificar un bloque nacionalista con el PNV y EA.
En el fondo la pregunta es ¿Qué Euskadi queremos? ¿La de los burgueses vascos, unidos por lazos de clase a los burgueses españoles, o la de los trabajadores? Los nacionalistas burgueses vascos, catalanes o gallegos, utilizan demagógicamente los sentimientos nacionales de la población para mantener su dominio y conseguir frente a la burguesía española más dinero y mayor porcentaje en la explotación de la clase obrera de estas nacionalidades.
El capitalismo podrá ser sólo derrotado por la acción consciente y organizada de la clase obrera, como se demostró en la revolución socialista de 1917 en Rusia. Siempre habrá manos dispuestas a empuñar una pistola y practicar el terrorismo individual pero mientras la clase obrera y la juventud vasca, con sus hermanos de clase del resto del Estado, no construyan una alternativa auténticamente socialista y consigan expropiar a los capitalistas, ya sean vascos, catalanes, gallegos, andaluces o madrileños, la auténtica solución al problema nacional no se podrá dar.
La ilegalización de Batasuna
El lunes 26 de agosto de 2002 el Pleno del Congreso fue convocado en sesión extraordinaria para promover la ilegalización de Batasuna. La reaccionaria Ley de Partidos entraba en vigor para ilegalizar a Batasuna, con la excusa de luchar contra el terrorismo, pero esta ley también será esgrimida en el futuro contra aquellas organizaciones que planteen desafiar el orden capitalista o ataquen intereses vitales de la burguesía.
Además esta ilegalización forma parte de una estrategia más amplia que afecta a todos aquellos que disienten y luchan contra la política del PP. Una estrategia que se basa en la mano dura a la clase obrera calificando de vagos a los parados y de malos estudiantes y borrachos a la juventud; mano dura a los sindicatos de clase y a quienes pancarta en mano apoyan o convocan una huelga general como la del 20 de junio de 2002 o participan en las manifestaciones contra la guerra imperialista; mano dura a los derechos democráticos negando el derecho de huelga, poniendo servicios mínimos abusivos y un tremendo aparato policial para reprimir a los trabajadores en nombre de la defensa de la libertad del trabajo y, por supuesto, mano dura a las nacionalidades históricas y a los derechos democráticos más fundamentales como el de la libertad de expresión y manifestación. Esta escalada contra los derechos democráticos encontró su punto álgido en las últimas elecciones municipales donde más de 240 candidaturas de la izquierda abertzale fueron prohibidas en la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra, impidiendo la expresión política de más de 200.000 personas.
El PP no hubiera podido llegar tan lejos si la dirección del PSOE no se hubiese plegado a su política frustrando las aspiraciones de muchos militantes, sobre todo, en Euskadi que no ven que la ilegalización vaya a tener otros resultados que un agravamiento de los problemas que estamos sufriendo.
La dirección del PSOE clama hoy por la defensa de “las libertades” al apoyar la ley de partidos y la ilegalización de Batasuna. Sin embargo, no han sacado ninguna conclusión de que con la represión y el recorte de las libertades democráticas no van a acabar con ETA y mucho menos con la base social de apoyo de Batasuna. Cuando los dirigentes del PSOE tuvieron responsabilidades de gobierno se apoyaron en medidas represivas empezando por la Ley Corcuera y siguiendo con el terrorismo de Estado a través de los GAL, y cosecharon un estrepitoso fracaso en la resolución del problema nacional en Euskadi.
La postura de la burguesía vasca ante todos estos acontecimientos ha sido de un cinismo depurado. Efectivamente, el PNV no sólo no ha dudado en cerrar las sedes de Batasuna con la contundencia que ha hecho falta sino que además ha creado una policía a la medida de sus intereses de clase. En realidad la burguesía vasca siempre ha utilizado la defensa de los derechos democráticos de una manera demagógica con el objetivo de mantener una base social de apoyo, cuando en realidad en los aspectos fundamentales ha colaborado estrechamente con la burguesía española. No hay que olvidar que el PNV fue sostén parlamentario del PP en la primera legislatura, apoyando todas las medidas que la derecha de Aznar desarrolló contra la clase trabajadora. El nacionalismo de la burguesía vasca y del PNV acaba donde empiezan sus intereses económicos.
Luchar por el socialismo
Una vez más queda en evidencia que sólo la clase trabajadora de todo el Estado, que ha hecho avanzar en el pasado la defensa de los derechos democráticos nacionales y sociales, es la única clase que puede defenderlos consecuente.
Los métodos del terrorismo individual practicados por ETA jamás podrán acabar con la opresión del estado español y el estado francés.
Por el contrario la acción de masas consciente y organizada de la clase trabajadora y la juventud representa una fuerza aplastante como hemos visto en Argentina, Venezuela, Ecuador, o en el movimiento masivo contra la guerra imperialista en Iraq que ha recorrido todo el planeta. Los derechos democrático-nacionales y sociales del pueblo vasco serán satisfechos por la unidad de la clase trabajadora con el conjunto del estado y a nivel internacional, unidad que ha de ser orgánica. En este sentido la defensa del derecho de autodeterminación va unida a la defensa de la unidad orgánica de la clase trabajadora por encima de fronteras nacionales para luchar por el socialismo.
Sólo la acción de masas consciente y organizada de la clase trabajadora y la juventud por la toma el poder, representa una garantía para avanzar en la lucha por los derechos democráticos y por los derechos sociales que son una y la misma lucha, por una sociedad socialista sin clases, sin opresión y sin explotación.
Una sociedad donde los principales medios de producción, la banca, los grandes monopolios y latifundios sean expropiados sin indemnización, salvo en casos de necesidad comprobada, y sometidos al control democrático de la clase trabajadora planificándolos para satisfacer las necesidades sociales en lugar de atender al afán de beneficios de unos pocos.
Sólo una Federación Socialista de Nacionalidades Ibéricas que reconozca el derecho de autodeterminación de aquellas naciones históricas como Euskal Herria, Galiza, Catalunya para que puedan decidir libre y democráticamente su destino, resolverá definitivamente el problema nacional en el Estado Español.
Ante la cuestión nacional defendemos:
• ¡No a la opresión nacional en todas sus formas!. Respeto a la cultura, idioma y tradiciones de todos los pueblos. Ninguna discriminación o marginación cultural. Derecho de autodeterminación para las nacionalidades históricas constituidas en el Estado español: Euskadi, Galiza, Catalunya.
• Unidad incondicional de la clase obrera por encima de cualquier distinción de nacionalidad, raza, idioma, religión, ..
• ¡Ninguna medida que recorte los derechos democráticos! Derogación inmediata de la ley de partidos y el resto de la legislación represiva. No a la ilegalización de Batasuna. Juicio y castigo a los responsables de la guerra sucia y del GAL.
• ¡No al terrosimo individual! Sólo la acción consciente de los trabajadores con un programa socialista y las movilizaciones de masas pueden acabar con la opresión de las nacionalidades y con el poder de la oligarquía española.
• ¡Presos vascos a Euskadi!¡No a la tortura y a los malos tratos en las cárceles!
• ¡Por la Federación Socialista de Pueblos y Nacionalidades Ibéricas!
En los últimos años se ha visto un aumento considerable de los movimientos migratorios hacia Europa. Las migraciones masivas de África, Latinoamérica o Asia responden a dos factores fundamentales: la miseria económica a la que la mayoría de la población se ve sometida y los regímenes dictatoriales burgueses que dominan en estos países. Ambos factores están ligados al papel que la economía capitalista, el mercado mundial, reserva a los países subdesarrollados.
En la segunda mitad del siglo XX muchos de los países coloniales alcanzaron su independencia después de una dura lucha revolucionaria. Los imperialistas de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña optaron por conceder la independencia política ante el avance de las masas coloniales, pero se aseguraron el control de sus economías y, a través de él, el control político de estos países. Décadas después de acceder a la independencia, estos países están dominados por regímenes burgueses extremadamente violentos que, en la práctica, actúan como marionetas de las grandes multinacionales y consorcios imperialistas. De hecho, el capitalismo ha impuesto el subdesarrollo en estos países a través del intercambio desigual entre las materias primas de los países pobres y los productos manufacturados de los desarrollados.
El capitalismo: Un sistema mundial de opresión y miseria
Según estadísticas oficiales cada día mueren 30.000 niños de hambre, 100 millones viven en la calle y 250 millones son obligados a trabajar. Mientras, las doscientas personas más ricas del mundo superan los ingresos del 48% más pobre. Estos y otros datos reflejan la injusticia y desigualdad en aumento que supone la llamada globalización, que no es otra cosa que la organización del comercio y la economía mundial al servicio de un puñado de grandes multinacionales imperialistas.
Los economistas burgueses nos dicen que la mundialización de las relaciones económicas nos acerca a un mundo de desarrollo tecnológico y crecimiento económico infinitos pero la realidad es que una quinta parte de la población mundial, 1.200 millones de personas, vive (es un decir) con menos de un dólar diario y 2.400 millones lo hacen con menos de 2,50 euros. Un informe de la FAO (organismo de la ONU) de principios de los 90 afirmaba que en aquel momento los medios existentes permitían producir alimentos para 10.000 millones de personas. Sin embargo, con una población mundial de 6.000 millones, el hambre y la miseria más absolutas se extienden y crecen por todo el mundo. Según datos de la ONU, cada 24 horas mueren en el mundo por hambre y enfermedades 45.000 niños.
Por otro lado, la deuda externa de los países del tercer mundo alcanzaba los 780.000 millones de dólares en 1982, mientras en 2001 llegó a superar los dos billones de dólares.¡Esto es lo que ofrece el capitalismo a las masas del Tercer Mundo!.
¿Qué es el racismo?
El racismo en la época capitalista adquirió su punto álgido cuando los burgueses de los Estados Unidos utilizaron mano de obra esclava para desarrollar su economía. Para establecer una cobertura ideológica a una necesidad económica, los capitalistas americanos empezaron a desarrollar teorías que pretendían probar que los negros no eran superiores a las bestias, retomando, por otra parte, las viejas ideas de los colonizadores españoles respecto a los indios del centro y del sur del continente americano. A pesar de la desaparición del esclavismo en las plantaciones sureñas, el racismo no desapareció pues servía para minar la unidad de los trabajadores, explotando prejuicios y enfrentando a la clase obrera entre sí. En Suráfrica, por poner otro ejemplo, el racismo y las leyes del apartheid han constituido el andamiaje sobre el que se ha construido el capitalismo sudafricano y que ha permitido la más brutal explotación sobre la mayoría negra. La opresión de las minorías siempre ha sido un recurso que la clase capitalista, y otras clases y castas dominantes en la historia, han utilizado sistemáticamente para obtener fabulosos beneficios y mantener una válvula de escape con la que desviar la atención de las masas. Judíos, negros, y otras minorías, ya sean étnicas o sociales, han sido objeto de persecuciones a lo largo de la historia. El odio nacional y étnico, la superioridad de la raza blanca fue esgrimido para justificar la conquista de nuevos mercados y la política imperialista de los nazis. El racismo y la opresión de las minorías es un arma que la clase dominante utiliza especialmente en los momentos en que las crisis sociales son más agudas para ocultar responsabilidades y engañar a amplios sectores de la sociedad.
El racismo en el Estado español
La inmigración en el Estado español ha adquirido fuerza coincidiendo con el crecimiento económico de los noventa. Actualmente, se calcula que hay más de un millón y medio de trabajadores inmigrantes en nuestro país, de los que no más de medio millón tienen permiso de residencia y trabajo. Gran parte son trabajadores provenientes del Magreb, especialmente marroquíes, aunque la inmigración latinoamericana y de Europa del Este ha crecido espectacularmente coincidiendo con la recesión económica en estas zonas. En nuestro país, la mayoría de los inmigrantes son utilizados como carne de cañón para los empresarios. Es muy difícil para los inmigrantes acceder a empleos dignos y mucho menos fijos. Los empresarios se aprovechan de la Ley de Extranjería para obligar a los inmigrantes ilegales a aceptar trabajos horribles con jornadas agotadoras y sueldos miserables. La mayor parte de los inmigrantes, legales o ilegales, trabajan en la economía sumergida, en la agricultura o en el sector servicios. Además, para conseguir el permiso de residencia y regularizar su situación, la reaccionaria ley de extranjería exige a todos ellos que presenten un contrato de trabajo o un proyecto empresarial viable. Esto significa que están atados de pies y manos a los empresarios, y totalmente indefensos particularmente en las épocas de crisis.
Esta ley es un ejemplo acabado de cómo aborda la derecha, con el apoyo en este caso del PSOE, el principal partido de la oposición, el problema de la inmigración. Para los representantes políticos de la clase capitalista los inmigrantes deben proveer de mano de obra barata al capital. Este hecho explica en parte el gran trasvase de plusvalía a los bolsillos de los empresarios españoles y el mantenimiento del crecimiento económico español frente a las del resto de Europa. De hecho en el Estado español el 23% del PIB procede de la economía sumergida.
El recorte de derechos que a esta ley le han ido añadiendo las sucesivas reformas que ha sufrido, explican las explosiones de violencia y explotación contra los inmigrantes “ilegales”. Tan sólo en El Ejido (Almería), una de las zonas de producción agrícola más próspera del país y donde la fuerza de trajo inmigrante es empleada masivamente, el 60% de los trabajadores son irregulares. Son carne de cañón para la explotación más inmisericorde por parte de esos empresarios devotos de Dios y del PP.
La responsabilidad de los sindicatos obreros en la defensa de los derechos de nuestros hermanos de clase inmigrantes es muy alta. Hasta ahora los dirigentes sindicales de UGT y CCOO se han limitado a simples declaraciones de condena y medidas asistenciales muy limitadas. ¡Esto es inadmisible! Precisamente los sindicatos deberían integrar esta fuerza obrera que incluye a los sectores más explotados y organizarlos para luchar por sus derechos. Integrándolos en los sindicatos, estén regularizados o no, vinculándolos al resto de los trabajadores españoles y haciendo campañas enérgicas de denuncia contra los empresarios que se aprovechan de su situación de indefensión, se podría movilizar al conjunto de la clase obrera para arrancar a la burguesía y al gobierno del PP todos los derechos, políticos, sociales y económicos que los inmigrantes hoy no tienen. Los sindicatos haciendo la vista gorda ante esta cuestión, adoptando una postura pasiva y de dejar hacer, sólo fortalecen a la derecha y crean las condiciones para que el problema se perpetúe dividiendo a la clase obrera. Es hora también de un giro a la izquierda de los sindicatos respecto a la defensa de los trabajadores inmigrantes.
Combatir el racismo y la xenofobia
Las condiciones de vida de los inmigrantes son aún más difíciles y traumáticas que las del resto de la población. El derecho a la vivienda no existe para ellos, los alquileres son abusivos y viven hacinados víctimas de la avaricia de caseros y especuladores.
No hay clubs sociales, residencias, ni espacios de ocio para ellos.
Su condición de trabajadores explotados a merced de la impunidad de los empresarios les convierte en victimas de ataques racistas y xenófobos.
Pero hay que volver a insistir en que las condiciones que ofrece el capitalismo, y que empeoran con la crisis, no son responsabilidad de los inmigrantes. El paro, la escasez de viviendas, la falta de expectativas, la delincuencia que todo esto origina son lacras que crea el propio sistema. En este ambiente de frustración y desesperación, entre capas de la pequeña burguesía y del lumpen pueden prender, y prenden de hecho, las ideas racistas y fascistas que reclaman la expulsión de los inmigrantes y usan la violencia para conseguirlo. El gobierno del PP, además, echa toda la leña al fuego que puede, declarando públicamente su mano firme contra la inmigración ilegal a la que responsabiliza de la delincuencia.
Los jóvenes marxistas combatimos estas ideas reaccionarias de la derecha que sólo sirven para dividir a la clase trabajadora e introducir el veneno del racismo en la sociedad. De la misma forma combatimos a los fascistas que actúan como los destacamentos avanzados de los burgueses. Los fascistas son el ariete con el que nuestros explotadores apalean hoy marroquíes y dominicanos, y que mañana se emplearán contra el resto de la clase obrera si no lo impedimos. Pero no vamos a frenar a los fascistas con declaraciones de buenas intenciones y letanías morales. De la misma forma que no avanzaremos en frenar el racismo con consignas como: “Todos contra el Racismo”. ¿TODOS? Cuando los políticos burgueses y los empresarios se pronuncian contra el racismo o las agresiones fascistas es pura demagogia. Ellos son los responsables de la explotación de las masas en los países pobres, los que mantienen sus regímenes dictatoriales, y los que fomentan el racismo en los países avanzados. Cuentan, además, con sólidos aliados en el aparato de la justicia donde, un día sí y otro también, jueces imbuidos de los mismos planteamientos políticos que Aznar dejan en libertad a los agresores de inmigrantes. Contra los fascistas debemos oponer la autodefensa de los trabajadores y los jóvenes organizados. Los sindicatos obreros CCOO y UGT, los partidos obreros, deben promover la formación de comités integrados por trabajadores, jóvenes, estudiantes para repeler con contundencia a los fascistas e impedir que se adueñen de la calle e intimiden a la población. Sólo con la fuerza organizada de la clase obrera y la juventud podemos frenar al racismo. Para ello, debemos levantar un programa totalmente independiente de las ideas de la burguesía. Luchar por erradicar el racismo significa luchar por la defensa de intereses vitales para la clase trabajadora. Los trabajadores no estamos interesados en ningún tipo de opresión ni de clase ni racial. Defendemos frente al racismo la lucha por el socialismo y creemos que los sindicatos y los partidos obreros tradicionales deben tomar en sus manos esta lucha con un programa de independencia de clase y genuinamente socialista.
La lucha contra el racismo pasa por:
• Ningún tipo de discriminación social, política o laboral por motivos de raza. Todos los derechos laborales y políticos para los inmigrantes
• Abolición de la Ley de Extranjería y la Ley Corcuera. Restablecimiento de la ley de asilo político. Fin a los centros de internamiento y a las expulsiones del país por carecer de papeles.
• Incremento drástico de los presupuestos públicos para garantizar la integración de los inmigrantes.
• Vivienda dignas y asequibles con alquileres no superiores al 10% del SMI.
• Sanidad gratuita para todos los inmigrantes.
• Derecho a una educación pública digna y gratuita. Cursos gratuitos de castellano y otras lenguas como el gallego, euskera o catalán para los inmigrantes.
• A igual trabajo, igual salario.
• Derecho al reagrupamiento de las familias.
• Equipamientos sociales, culturales y deportivos públicos para disfrute de la población al que tengan acceso todos los inmigrantes. Medios materiales suficientes para que las diferentes comunidades puedan mantener sus tradiciones culturales, lingüísticas e históricas.
Los trabajadores y la juventud no sufrimos solamente una opresión económica y política bajo esta sociedad. También sufrimos una opresión ideológica que, como las dos primeras, tiene como objetivo perpetuar el sistema de explotación capitalista. La difusión de las ideas del marxismo, del socialismo científico, entre los trabajadores y la juventud resultan vitales para elevar nuestro nivel de conocimiento de la realidad que nos rodea y nuestro nivel de conciencia política. La conciencia de clase consiste en ser consciente de los intereses opuestos de patronos y obreros y de la necesidad de expropiar a los capitalistas para que las familias trabajadoras, la gran mayoría de la sociedad, podamos tomar posesión de la riqueza social que creamos nosotros con nuestro trabajo. Ésta es la única manera de avanzar a una sociedad sin explotación ni exclusión, sin pobreza ni clases sociales, sin miseria o escasez; una sociedad auténticamente humana, una sociedad socialista.
El capitalismo: un sistema de explotación
En cualquier empresa, el trabajador desarrolla una labor productiva, un trabajo. El trabajador, con su esfuerzo manual e intelectual, gasta energía, músculos, nervios, etc. que deben ser repuestos diariamente. Para reponer sus energías gastadas y mantener a su familia en unas condiciones de vida media fijadas es por lo que al trabajador se le retribuye este esfuerzo con dinero; es decir, mediante un salario.
Carlos Marx, fundador junto con Federico Engels del socialismo científico, hizo un descubrimiento revolucionario. Él descubrió que al obrero nunca se le retribuye completamente todo el tiempo de trabajo. En su monumental obra El Capital, Marx explica detalladamente cómo durante una parte de la jornada laboral el obrero crea un valor, que convertido en dinero, es igual a su salario; pero otra parte de la jornada laboral trabaja gratis para el capitalista. Durante esta parte de la jornada laboral, el obrero no recibe remuneración alguna. Todo el valor del producto del trabajo no retribuido al obrero va directamente al bolsillo del capitalista. Este valor es la plusvalía, la fuente de donde surge el beneficio del capitalista. O para decirlo de una manera simple: el beneficio capitalista es el trabajo no pagado al obrero. Con el dinero obtenido de la venta de mercancías, el capitalista paga el salario a los obreros y repone el resto del capital utilizado en la fabricación de mercancías; lo que sobra (que suele ser la mayor parte) es su beneficio, después de descontar una parte para el comerciante, para pagar los intereses del banco y los impuestos del Estado. Así pues, todos los diferentes sectores de la clase capitalistas (fabricantes, comerciantes, banqueros, etc.) y el Estado, todo ellos viven a cuenta del trabajo de la clase obrera.
De esta manera, el capitalismo se revela como un sistema de explotación, de opresión y de robo igual al feudalismo y al esclavismo. Y, al mismo tiempo, la lucha de la clase obrera por mejores salarios y por la reducción de la jornada laboral encontraba, y sigue encontrando al día de hoy, su justificación histórica. Esta lucha por la posesión de la plusvalía es el motor de la lucha de clases bajo el capitalismo, la justa lucha de la clase obrera por arrebatar a la clase capitalista todo el valor que crea con su trabajo.
La tendencia del capitalismo al monopolio
La época del “libre mercado”, de la “libre competencia” dejó paso a un sistema económico mundial controlado por no más de 200 grandes multinacionales. El monopolio surgió inevitablemente del libre mercado. Aquellas empresas que son capaces de producir más barato desalojan de la competencia a aquellas otras que emplean métodos de trabajo más anticuados y, por lo tanto, producen mercancías más caras. Los grandes se comen a los pequeños. La concentración del capital es la consecuencia inevitable del modo de producción capitalista.
Cada innovación tecnológica en la producción obliga a nuevos desembolsos y créditos con los bancos, lo que sólo se pueden permitir las empresas más fuertes. Una vez que estas grandes empresas conquistan el mercado de su país se vuelcan hacia el mercado mundial conquistando nuevas esferas de influencia. Estas multinacionales van desalojando de la competencia a otras grandes empresas en otras partes del mundo, lo que provoca la aparición del monopolio en cada rama de la producción. Así, pues, son cuatro o cinco grandes multinacionales y monopolios quienes controlan férreamente cada sector importante de la producción a escala internacional: acero, automóvil, petróleo, química, teléfonos móviles, ordenadores, bebidas, café, minería, etc. Son empresas gigantescas con 100.000, 200.000 y hasta 600.000 trabajadores repartidos por todo el mundo.
Según datos del FMI, en 1998 las 200 mayores multinacionales controlaban el 80% de toda la producción agrícola e industrial, así como el 70% de los servicios e intercambios comerciales.
El imperialismo y el Estado
Los grandes monopolios y multinacionales despliegan una lucha a muerte entre ellas en la arena mundial para controlar las fuentes de materias primas y los mercados. Les va en ello su supervivencia. Con el desarrollo de las multinacionales no desaparece la importancia de los Estados nacionales, al contrario. Éstos se fortalecen. Cuando estas multinacionales no pueden acceder a determinados mercados o controlar determinadas materias primas en algunos rincones del mundo, recurren a la guerra o a la amenaza de la misma, para hacer valer sus intereses. Pero las guerras sólo la pueden hacer los ejércitos, y éstos están basados en los estados nacionales, que llevan adheridos una burocracia estatal compuesta por altos funcionarios, jueces y administradores para su funcionamiento cotidiano.
Los grandes capitalistas de cada país someten el aparato del estado y los gobiernos a sus intereses más directos. Los gobiernos burgueses no son más que el Consejo de Administración de los intereses comunes de los capitalistas de cada país. El militarismo, el fortalecimiento de los cuerpos represivos es la consecuencia necesaria de este estado de cosas. El aparato del Estado y las grandes empresas y capitales constituyen un cuerpo único. La dominación militar y económica de las naciones más débiles a manos de las multinacionales y estados más poderosos es lo que constituye el imperialismo moderno, y es el resultado inevitable del dominio económico de los monopolios y multinacionales. Son las grandes potencias imperialistas de Norteamérica, Europa y Japón quienes se reparten los mercados mundiales y las fuentes de materias primas.
La anarquía de la producción capitalista y la crisis
La propiedad privada de los medios de producción y la existencia de los Estados nacionales constituyen la esencia del sistema capitalista. La economía capitalista funciona anárquicamente. Es decir, no se produce para satisfacer las necesidades que demanda la sociedad, sino que las empresas producen con el único objetivo de vender las mercancías en el mercado y así obtener un beneficio. Si una fábrica produce zapatos no es para proporcionar calzado y que la gente no ande descalza, no. El dueño de esa fábrica produce zapatos para venderlos en el mercado y con esa venta obtener un beneficio. Como decía Henry Ford: “Yo no hago autos, yo hago dinero”.
Como la obtención del beneficio capitalista va ligado a la venta en el mercado (ya que el valor de las mismas incluye la plusvalía, el valor del trabajo excedente no pagado al obrero) cada capitalista particular se ve inclinado, obligado, y estimulado por la competencia, a vender cuanto más mejor. Por eso la producción capitalista tiende irresistiblemente a la producción en masa, para así obtener el máximo posible de beneficio y también con la intención de arrebatar la mayor porción posible del mercado al resto de competidores capitalistas.
De esta manera, la anarquía del mercado capitalista donde la única regla es la obtención de beneficios, hace que en un momento dado se produzcan más mercancías de las que el mercado (los consumidores) puede absorber. Esto es consecuencia, por un lado, de la tendencia ilimitada a la producción que se da en la economía capitalista y, por el otro lado, por el consumo necesariamente limitado de las masas. Llegado a un cierto punto, “sobran” productos de todo tipo y aumentan los stocks sin vender. La caída de las ventas y la disminución de precios por la competencia que se da en un mercado saturado hacen que los beneficios de los capitalistas desciendan; la inversión productiva también desciende para ajustar la producción a las ventas, se cierran plantas industriales y se despiden trabajadores; los bancos dejan de dar créditos, y todo entra en una espiral descendente que conduce a una parálisis de la economía y a la entrada en la crisis o recesión (contracción).
Así, pues, la crisis económica es consecuencia de la tendencia de la economía capitalista a la sobreproducción de mercancías. Pero esto no quiere decir que sobren porque las necesidades sociales ya estén satisfechas. Nada de eso. Sigue habiendo millones de personas que no pueden acceder a una vivienda, a productos de primera necesidad, por no decir a servicios públicos dignos. Al haber demasiadas mercancías en las tiendas, los precios bajarían. La gente podría comprar más barato. Pero el capitalista dice: “¡Alto! Ésta es mi propiedad y con precios tan bajos no obtengo suficientes beneficios”. De manera que el capitalista prefiere dejar de fabricar. Vemos así la paradoja y la sinrazón del sistema capitalista: la producción “en exceso” en el sistema capitalista es lo que provoca la crisis y con ella el empobrecimiento, las penurias y la escasez para las familias trabajadoras. De esta manera vemos cómo la propiedad privada de los medios de producción (la propiedad capitalista) basada en la búsqueda de beneficios individuales, conduce directamente a la crisis y, por lo tanto, se convierte en un obstáculo para desarrollar las fuerzas productivas, mientras empobrece al conjunto de la sociedad.
La existencia de enormes empresas y monopolios multinacionales no puede prevenir la crisis mediante algún tipo de "planificación" de la economía capitalista. La historia del último siglo así lo atestigua. Al contrario, dan a estas crisis un carácter universal y más destructor. La economía capitalista es una economía mundial y todos los países están interrelacionados unos con otros, por medio del comercio y el mercado mundial, siendo los agentes principales estas multinacionales y monopolios. Como mucho, estos monopolios, utilizando estadísticas y ordenadores, pueden detectar con cierta anticipación la caída de las ventas y reducir la producción para no saturar el mercado con una sobreproducción de mercancías invendibles, dejando una parte de las fábricas sin funcionar o trabajando a un ritmo menor. Pero, en cualquier caso, eso provoca una sobrecapacidad productiva instalada en sus fábricas, que no es sino otra manera en que se manifiesta la tendencia a la sobreproducción en la economía capitalista.
El capitalismo: un sistema agotado
Mientras que en las sociedades anteriores al capitalismo se podría justificar la existencia de una capa minoritaria y ociosa de la población, que vivía del trabajo y la riqueza social producida por la mayoría, para que dispusiera de tiempo para hacer ciencia, tecnología, filosofía, cultivar diversas artes, y así poder hacer avanzar la sociedad aun sobre las espaldas de millones de hombres y mujeres explotados y oprimidos, bajo la moderna sociedad capitalista ya no existe ninguna justificación para que esto continúe así. Al igual que ocurrió con el sistema esclavista y con el sistema feudal, el sistema capitalista, si bien jugó un papel tremendamente revolucionario, se ha convertido ya en un sistema agotado, caduco y obsoleto que amenaza con conducir a la humanidad hacia la barbarie, y al que es preciso sustituir por un sistema social superior, el socialismo.
El control que ejercen a escala mundial un puñado de grandes monopolios, multinacionales y bancos para mantener los beneficios y privilegios de unos cuantos grandes capitalistas se ha convertido en una pesadilla que asola la vida de millones de seres humanos en todo el planeta. Las guerras, las enfermedades que castigan países enteros, el hambre o los desastres ecológicos no sólo no disminuyen sino que aumentan año tras año. En todos los países sin distinción estamos viendo cómo desaparecen conquistas históricas de las familias trabajadoras que costaron años conseguir, instalándose por todas partes la precariedad en el empleo, largas jornadas de trabajo y una sensación de incertidumbre ante lo que nos depara el futuro.
La clase obrera y el socialismo
Como hizo la burguesía en su juventud contra el feudalismo, corresponde ahora a la clase obrera dirigir la lucha contra este sistema y sus sostenedores. La clase obrera está llamada a ser la sepulturera del sistema capitalista. Su papel en la producción capitalista y sus particulares condiciones de vida y trabajo hacen que ninguna otra clase o capa oprimida de la sociedad pueda sustituirla en esa tarea.
Las clases medias, por su heterogeneidad, modo de vida y papel en la producción, están orgánicamente incapacitadas para comprender la auténtica naturaleza del sistema capitalista. Debido a su posición en la sociedad y su trabajo aislado, no se enfrentan a un enemigo de clase directo. Todos sus males parecen provenir de la incapacidad o de la mala voluntad de los gobernantes, o de la cólera divina.
Los obreros, en cambio, ven la fuente de sus males en su patrón, que es el que les baja el salario, el que los obliga a echar horas extras, el que los explota y el que los despide. Para defenderse necesitan de la máxima unión entre todos los compañeros de trabajo, de aquí su mentalidad solidaria y colectiva. Sus propias condiciones de trabajo refuerzan esta mentalidad. Todo proceso productivo necesita, para funcionar, la implicación de todos los obreros de la empresa. Cada uno de ellos es un eslabón necesario en el proceso productivo. Esa interdependencia mutua en el proceso de trabajo refuerza dicha mentalidad colectiva.
La lucha de los trabajadores de cualquier empresa pone de manifiesto una ley muy importante de la dialéctica: el todo es mayor que la suma de las partes. La fuerza combinada de los obreros en una empresa luchando por los mismos intereses es muchísimo mayor que la presión aislada de cada uno de ellos, que es la situación en que se coloca el pequeño burgués de clase media.
El socialismo es la ideología natural de la clase obrera. Cuando la lucha de los obreros contra el patrón de su empresa llega a su punto más agudo, se producen ocupaciones de empresas o se retienen a los directivos en su interior. En esos momentos es cuando se pone de manifiesto “quién manda aquí”. La idea de expropiar al patrón y el sentimiento de que la empresa debe ser propiedad común de los trabajadores nace, en un momento determinado, como un desarrollo natural de su conciencia. La idea de la propiedad común nace de su condición obrera. Para que la empresa pueda seguir funcionando, no se puede dividir en trozos y repartir entre los trabajadores, sino que debe mantenerse unida trabajando todos en común.
También toda huelga general pone sobre la mesa, pero a un nivel superior, el “quién manda aquí”, y la identidad de intereses de clase entre todos los sectores de la clase obrera. Más aún en una situación revolucionaria.
El capitalismo es un sistema mundial. La división del trabajo establecida por la economía capitalista a lo largo y ancho del planeta liga indisolublemente los países y los continentes unos con otros. Ningún país, ni siquiera los más poderosos y desarrollados, puede escapar al dominio aplastante del mercado mundial. Los estados nacionales, igual que la propiedad privada de los medios de producción, se han convertido en obstáculos formidables que estorban el desarrollo de las fuerzas productivas. Ambos son los causantes de las crisis económicas, de las guerras y de los odios nacionales entre los diferentes pueblos. Su eliminación es la condición básica para comenzar a solucionar los problemas y las calamidades que la humanidad tiene ante sí.
Las grandes empresas multinacionales y los modernos medios de transporte y de comunicación unifican las fuerzas productivas y relacionan a los seres humanos de una manera nunca vista antes en la historia y permiten, por primera vez, planificar de manera armónica y democrática los recursos productivos en interés de toda la humanidad y no de un puñado de parásitos y privilegiados como ha ocurrido hasta ahora.
La clase obrera es una clase mundial. El mismo tipo de explotación, los mismos problemas y los mismos intereses ligan a la clase obrera en todo el mundo. El internacionalismo proletario, que se ha puesto de manifiesto innumerables veces en más de 150 años de explotación capitalista, no es una mera consigna de agitación sino la base imprescindible para unificar la lucha de la clase obrera mundial, para luchar por la transformación socialista de la sociedad en todo el planeta, pues sólo a escala mundial se dan las condiciones para construir el socialismo.
Una revolución socialista triunfante en un solo país tendría efectos electrizantes en la conciencia y en las perspectivas de los trabajadores de todo el mundo, particularmente si se tratara de un país importante, y sería la antesala de la revolución socialista mundial.
El socialismo no es ninguna utopía
La lucha por el socialismo no es ninguna utopía. La burguesía y sus medios de comunicación intentan día tras día convencernos del triunfo definitivo del capitalismo y del fracaso del socialismo. Se apoyan para ello en la caída de los regímenes estalinistas en la URSS y Europa del Este. Sin embargo, los marxistas queremos insistir en que en estos países no hubo ni socialismo ni comunismo, se trataba realmente de regímenes burocráticos, donde una casta de funcionarios privilegiados habían usurpado el poder a los trabajadores y, a través de una férrea dictadura, obtenían grandes privilegios frente a la población. Ciertamente, en el caso de la URSS, la Revolución Socialista de Octubre de 1917 expropió a los capitalistas y a los terratenientes rusos y abrió el camino hacia el socialismo. El partido bolchevique dirigido por Lenin y Trotsky conquistó el apoyo de las masas rusas hastiadas de guerra y penurias para un programa genuinamente socialista. La revolución rusa constituyó el acontecimiento más importante de la historia contemporánea, abriendo el camino a la emancipación los trabajadores en Rusia y en todo el mundo. La revolución triunfó en un país profundamente atrasado y con una mayoría campesina. Lenin y Trotsky basándose en las ideas del marxismo, explicaron el carácter internacional de la revolución rusa. El socialismo podría construirse en Rusia a condición de que la revolución triunfase en los países capitalistas más avanzados como Francia, Gran Bretaña o Alemania. De esta manera se podrían planificar las fuerzas productivas, combinando el desarrollo tecnológico e industrial de los países avanzados con el enorme potencial de materias primas, recursos naturales y población que tenía Rusia. Las condiciones para el socialismo ya estaban presentes en toda Europa. El capitalismo no jugaba ningún papel progresista en el desarrollo de la sociedad. De hecho, la Primera Guerra Mundial, que fue una salvaje carnicería de vidas humanas, expresaba las profundas contradicciones del sistema y la lucha de las diferentas burguesías nacionales por el control de los mercados. Tras el Octubre ruso la revolución se extendió por toda Europa, en Italia, Hungría, Checoslovaquia, España hubo movimientos y luchas extraordinarias de la clase obrera. En Alemania la revolución de 1918 fue derrotada y traicionada por la socialdemocracia alemana, que actuó como la fuerza de choque de la burguesía. La revolución europea fracasó fundamentalmente por la traición de los partidos oficiales de la II Internacional y la debilidad de los nuevos partidos comunistas. Debido a esto la revolución rusa quedó aislada y el país entero sometido a una brutal devastación como consecuencia de la I Guerra Mundial y de la guerra civil. El aislamiento y el enorme atraso material fueron decisivos para crear las condiciones materiales en las que surgió la burocracia estalinista.
Sin embargo, a pesar de los atrocidades de la burocracia, esta no pudo suprimir las conquistas que la revolución proporcionó y que eran la consecuencia de la expropiación de la burguesía y el establecimiento de una economía planificada. La economía planificada demostró su superioridad práctica respecto al capitalismo en el lenguaje real de la producción, garantizando a la URSS un desarrollo sin precedentes. No obstante, Lenin y Trotsky explicaron que la economía planificada sólo podía permitir un crecimiento de la riqueza social si se garantizaba el control obrero sobre la producción, es decir, que los trabajadores participasen conscientemente en las decisiones que afectan a la política, la economía y el conjunto de la vida social. Lamentablemente esto no se pudo poner en práctica en la URSS. La democracia obrera existente en tiempos de Lenin y Trotsky fue enterrada por la burocracia estalinista. A pesar de todo, la Unión Soviética alcanzó el nivel de potencia en numerosos terrenos de la producción y su población conquistó niveles de vida, empleo, salud, culturales..., inimaginables bajo el capitalismo. El robo y la corrupción permanente de la producción por parte de la burocracia constituyó un freno absoluto para el desarrollo de la economía, que, finalmente, colapsó. La vieja burocracia estalinista para no perder sus privilegios y su papel dominante en la sociedad no dudó en apoyar la restauración capitalista, que ha llevado a la población a un escenario de paro, miseria, delincuencia y degradación desconocidos.
Sin embargo, el colapso del estalinismo no ha resuelto la crisis del capitalismo, que se ha convertido en una auténtica pesadilla para la mayoría de la humanidad. El desempleo de masas que afecta a más de mil millones de hombres y mujeres en todo el planeta va acompañado de una lucha brutal por el mercado mundial entre las diferentes potencias imperialistas. Esta lucha despiadada por el control de los recursos, mercados y fuentes de materias primas está detrás de las guerras imperialistas a las que hemos asistido en el último periodo.
La situación en los países capitalistas atrasados es desesperada y esto es lo que está detrás de las últimas explosiones y procesos revolucionarios: Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil... En todos ellos las masas buscan el camino a su liberación social, que sólo puede venir a través del derrocamiento del capitalismo, expropiando a la propiedad imperialista y a la oligarquía nacional. En estas zonas hemos visto la voluntad de las masas oprimidas por acabar con su opresión.
Pero las condiciones para transformar la sociedad también se están desarrollando en los países avanzados donde el ataque a los niveles de vida, salariales y sociales de los trabajadores no tienen precedente en los últimos 30 años. En respuesta a esta agresión hemos asistido al mayor movimiento de la clase obrera en las dos últimas décadas, con huelgas generales masivas en España, Italia, Austria, Portugal, Grecia y Francia, donde la juventud ha jugado un papel protagonista.
Toda esta frustración ha cristalizado en el movimiento masivo contra la guerra imperialista en Iraq provocando una ruptura en la conciencia de millones de trabajadores y jóvenes, que han avanzado en la comprensión del auténtico papel del capitalismo y sus llamadas instituciones “democráticas”. Todas estas luchas han puesto de manifiesto la enorme fuerza de la clase obrera, de la juventud, del conjunto de los oprimidos. Una fuerza que armada con el programa del marxismo sería imparable.
La juventud y la clase obrera no tenemos nada que ganar bajo esta sistema social injusto. Por eso, sólo con la expropiación de los ricos, nacionalizando los monopolios, la banca y la tierra bajo control obrero y sin indemnización salvo en casos de necesidad comprobada, podremos utilizar los colosales recursos que ya existen en la sociedad para resolver los problemas de las masas. ¿Qué podríamos hacer en materia de empleo, sanidad, educación, infraestructuras, ocio, etc., si estos recursos estuviesen planificados democráticamente bajo el control de los trabajadores? Con los avances tecnológicos podríamos reducir inmediatamente la jornada de trabajo para que la población pudiera disfrutar de una vida mejor. La economía no se planificaría para el máximo beneficio de una minoría de parásitos sino para el conjunto de la sociedad. De esta manera estaríamos en condiciones de construir una sociedad verdaderamente democrática, donde liberados de la lucha cotidiana por la supervivencia y con los medios de producción bajo control de la mayoría de la sociedad, los trabajadores podríamos participar conscientemente en todas las decisiones políticas, económicas y culturales de la sociedad. Los marxistas consideramos que hoy con la fuerza que tiene la clase obrera en todo el mundo la transformación socialista de la sociedad es más posible que nunca. Pero para ello, es necesario construir un fuerte movimiento marxista de masas. Esta tarea exige la mayor participación de jóvenes, tanto trabajadores, estudiantes o parados.
Únete a los marxistas de EL MILITANTE y defiende este programa para transformar la sociedad. Construye con nosotros la fuerza capaz de acabar con el capitalismo.