En el día de hoy, justo cuando se cumple un mes del inicio de las impresionantes movilizaciones celebradas el 15 de Mayo, miles de personas han vuelto a salir a las calles en Barcelona, Galicia, Madrid y otras localidades, todas ellas defendiendo el derecho a un futuro digno que nos niega la dictadura de los banqueros y grandes empresas, y contra los recortes sociales y los ataques a nuestras condiciones de vida.
Aunque las movilizaciones que hoy han ocupado las cabeceras de todos los informativos se han desarrollado de manera diferente, lo sucedido en Madrid con el abucheo y zarandeo al coordinador general de Izquierda Unida merece nuestra más firme condena y desaprobación, así como nuestra solidaridad con el compañero Cayo Lara.
Ante la convocatoria hecha por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, y secundada por el movimiento 15-M, el dirigente de Izquierda Unida anunció ayer su asistencia a la concentración que había prevista frente al domicilio, de 45 metros cuadrados, del trabajador libanés en paro al que iban a desahuciar junto a su familia.
Cayo Lara estuvo participando en la concentración desde las 9.30 de la mañana hasta que dos horas más tarde la policía comunicó a uno de los portavoces que la presencia de más de mil personas, había logrado el objetivo de frenar el desahucio previsto. En ese momento los periodistas desplazados al lugar trataron de entrevistar a Cayo Lara para conocer su opinión y valoración del éxito logrado, pero fue entonces cuando un sector de los concentrados comenzó a increparle, insultarle, zarandearle y rociarle, junto a los periodistas, con un bidón de agua.
Los responsables de esta actuación sectaria no tienen ninguna justificación. Los que hoy han actuado de esta manera suelen ser los mismos que insisten una y otra vez en que este es un movimiento que no se puede calificar ni de izquierdas ni derechas, que ponen mala cara cuando se gritan o secundan consignas de izquierda y revolucionarias, y que en el fondo tratan de tutelar el movimiento con mano de hierro, impidiendo —como han vuelto hacer hoy— que cada cual pueda expresar libremente sus opiniones, y que sea el movimiento el que las juzgue y no una minoría a la que nadie ha elegido y que no rinde cuentas ante nadie de las decisiones que lleva adelante.
Si las movilizaciones desarrolladas desde el 15M han dejado en evidencia el gran descontento que, entre miles de personas, existe con la crisis capitalista, el paro masivo, los recortes de los derechos sociales, y la corrupción del entramado político que sostiene el sistema, no es menos cierto que el carácter de las mismas ha sido meridianamente de izquierdas y anticapitalista. El hecho de que la política oficial se haya alejado del sentir y las aspiraciones de la mayoría, no puede ser utilizado para que elementos sectarios que propagan prejuicios antipolíticos, que niegan el derecho de los trabajadores y la juventud a estar organizados, o que pretenden tutelar el movimiento de protesta impidiendo que las organizaciones de izquierda que la apoyan puedan expresarse, se impongan. De la misma forma que decimos que aquellos que se inclinan ante los poderosos y sus dictados no nos representan, también decimos que no nos sentimos representados por estos elementos que actúan como una auténtica “policía del pensamiento” antidemocrática y burocrática, que se arroga el derecho de decidir por nosotros y que demagógicamente se disfraza de asamblearia.
Agredir a un dirigente de la izquierda, como Cayo Lara, que desde el primer momento se ha posicionado del lado de los que estamos luchando, defendiéndonos ante los ataques rabiosos de la derecha y sus medios de comunicación, tratando de aportar con sus opiniones, experiencia y militantes a la movilización, es una acción reaccionaria que no representa el sentir, ni la voluntad profundamente democrática y combativa de los miles y miles de jóvenes y trabajadores que llevamos un mes movilizándonos sin descanso en las calles y plazas de todo el Estado.
El rostro de este movimiento es el de los jóvenes que no tenemos futuro, de trabajadores precarios o en desempleo, de familias ahogadas por las deudas y las hipotecas de la banca, de pensionistas que nunca han llegado a fin de mes y que ahora suman mayores dificultades, de los que sólo tenemos la educación pública y la sanidad para poder mejorar nuestras condiciones de vida. Es decir, de los oprimidos en la sociedad capitalista.
Ante esta realidad a nadie debería extrañarle la presencia de los compañeros de Izquierda Unida en las movilizaciones del 15-M, ya que además de que muchas de las reivindicaciones de este movimiento están recogidas en sus planteamientos políticos, la democracia, la libertad de expresión y la pluralidad son rasgos fundamentales en un movimiento que nació bajo el lema de “Democracia Real”.
Por eso los lamentables actos de una minoría esta mañana son tan dañinos e incoherentes en la lucha. De seguir por este camino la movilización podría llegar a un callejón sin salida donde el sectarismo dominara todos los aspectos de la movilización. ¡Qué diferente habría sido haber podido escuchar a Cayo Lara celebrando una nueva victoria del 15-M y llamando a la movilización del próximo día 19 en los telediarios de todo el Estado! ¿Acaso eso no habría ayudado a fortalecer el movimiento? ¿No animaría a sectores que todavía no lo han hecho a participar en las movilizaciones y asambleas? ¿No fortalecería nuestro perfil reivindicativo? Sin embargo el haber actuado de una manera diametralmente opuesta ha facilitado que los grandes medios de comunicación hayan mezclado la represión en Catalunya, la infiltración policial y la hipocresía de los dirigentes de la derecha, con la agresión a Cayo Lara.
Desde el Sindicato de Estudiantes compartimos completamente la determinación llevada adelante por la presidenta de la asociación de inmigrantes Conadee — una de las convocantes de la concentración—, que salió al paso de los que increpaban al dirigente de Izquierda Unida, recordando cómo Cayo Lara lleva al menos tres años luchando a su lado contra este tipo de actuaciones.
La libertad de expresión y libre participación de aquellos que desde la izquierda están luchando a nuestro lado por acabar con el actual estado de las cosas, es un derecho inapelable y que nadie puede cuestionar erigiéndose en portavoz o policía moral del movimiento.