El pasado martes se realizó un encuentro del G-20 dedicado a mujeres empresarias en un hotel de Berlín. La mesa de este encuentro estaba formada por Ivanka Trump, hija de Donald Trump, Angela Merkel, Christin Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional y Chrystia Freeland, Ministra de Exteriores de Canadá.
Durante la reunión, esta delegación de mujeres, representantes de la burguesía y los grandes poderes económicos que aplican políticas de ataques salvajes hacia las condiciones de vida de la mayoría, se volcaron en hablar sobre feminismo, empoderamiento, igualdad y sororidad. De hecho, Angela Merkel llegó a decir que después de años trabajando por la incorporación de la mujer voluntariamente al mercado laboral había llegado a la conclusión de que la solución no era una cuestión de tiempo, sino de políticas. Christine Lagarde por su parte, se atrevió a pedir políticas de conciliación y mayor formación en liderazgo.
Pero ¿a qué políticas se refieren exactamente Merkel y Lagarde? ¿A seguir bajando los salarios de la clase trabajadora y desmantelar los servicios sociales mientras privatizan escuelas y hospitales? ¿A quién piden estas políticas si son ellas mismas las responsables de imponer los recortes a la clase trabajadora y la juventud?
Son precisamente las mujeres y hombres de la burguesía las y los que impiden a las mujeres trabajadoras tener un sueldo digno para no verse obligadas a depender económicamente de sus parejas. Son ellas y ellos los responsables de que las mujeres trabajadoras sean despedidas si se quedan embarazadas y de que una vez son madres se vean obligadas a cargar con todo el peso de la crianza de los hijos y el cuidado de mayores y enfermos.
La celebración de este acto es una muestra más de la hipocresía de las mujeres burguesas que se hacen llamar feministas y que mientras un día hablan de empoderar a las mujeres, los otros 364 vuelcan todas sus energías en aplastar a las jóvenes y mujeres trabajadoras.
Mientras las preocupaciones de estas mujeres son las de aumentar las cuotas para posibilitar que más mujeres ocupen cargos de responsabilidad en las empresas o en la política oficial, la realidad para la inmensa mayoría de las mujeres es que jamás serán empresarias con sueldos millonarios, por mucho que se establezcan cuotas. La realidad de la inmensa mayoría de nosotras, las mujeres jóvenes y de clase trabajadora, es que tenemos que aceptar puestos con salarios miserables y condiciones infrahumanas si queremos sobrevivir, mientras se cargan sobre nuestras espaldas las tareas domésticas.
Nosotras, las jóvenes y mujeres trabajadoras que luchamos día a día no lo hacemos para llegar a los puestos privilegiados desde los que se nos lanzan estos mensajes hipócritas para después continuar con los mismos ataques a la mayoría. Nosotras no queremos tener los mismos privilegios que Ivanka Trump, Merkel o Lagarde. Nosotras luchamos por acabar con cualquier tipo de privilegio y construir una sociedad en la que todas y todos seamos iguales.
¡Basta de palabras vacías y barnices de feminismo!
¡Por un feminismo revolucionario y anticapitalista!