El sábado 18 de febrero, bajo el lema 'Queremos acoger', ha tenido lugar en Barcelona la manifestación más grande en territorio europeo a favor de los refugiados. Entre 300.000 y 500.000 personas, según los organizadores (Casa nostra, Casa Vostra y otras organizaciones y colectivos de apoyo a los refugiados), han inundado las calles mostrando su solidaridad con las personas que todos los días se juegan la vida escapando de la barbarie provocada por el imperialismo en Siria y otros países. Una idea de la magnitud de la movilización la da el hecho de que cuando buena parte de la manifestación ya había llegado al final de su recorrido, otra parte aún no había podido salir.
Esta histórica movilización refleja la enorme indignación popular contra la monstruosa política que está condenando a los refugiados. Centenares de miles de personas hemos salido a la calle y hemos dejado claro que nos negamos a ser cómplices de los crímenes de un sistema que condena a la miseria a la mayor parte de la humanidad y provoca los grandes éxodos hacia los países capitalistas avanzados, donde la derecha fomenta el odio contra los inmigrantes para dividir la clase trabajadora, mientras los “grandes hombres de negocios” y sus políticos a sueldo se benefician de toda esta desesperación.
Pero la movilización de los millones de jóvenes y trabajadores que nos manifestamos en Barcelona el pasado sàbado demuestra que sus planes chocan con el instinto y conciencia de millones de trabajadores. La clase obrera no recibe ningún beneficio de su política criminal, sino todo el contrario: terrorismo, eliminación de derechos sociales y democráticos para trabajadores nacionales y extranjeros, fronteras que impiden el paso de las personas pero no los movimientos del dinero negro de los capitalistas y un largo etcétera.
Un aspecto muy significativo es que el ambiente crítico que expresó la manifestación del sàbado no se limitaba al rechazo del imperialismo, la xenofobia y las polìticas de represión contra los inmigrantes aplicadas por la derecha españolista representada por el PP. A lo largo del recorrido de la manifestación era posible escuchar a diferentes colectivos de inmigrantes y personas a título individual denunciando desde camiones con megafonía las condiciones intolerables que sufren los refugiados en los centros de acogida, la existencia de los CIEs o las polìticas de acoso policial contra los inmigrantes (como el caso de los manteros en la propia Barcelona) o la explotación laboral que sufren por parte de diferentes empresas, incluidas muchas que reciben ayudas públicas. La crítica contra los políticos que se llenan la boca hablando de solidaridad con los refugiados, (también respecto a otros temas) y luego hacen lo contrario de lo prometido también estuvo muy presente. En 2016 el gobierno español acogió a 609 refugiados de los 17.000 comprometidos. En Catalunya, el Parlament aprobó por unaninimidad acoger a 4500 pero el número de personas recibido es inferior a 200. Por eso muchos colectivos convocantes incorporaban a la consigna central “queremos acoger” la frase “basta de excusas”. Por si quedase alguna duda, uno de los carteles más mostrado por los manifestantes concretaba esta crítica aún más: “Politicos catalanes, basta de excusas. Queremos acoger ahora”.
Ese aspecto de crítica a las políticas de derechas que en este y otros temas está aplicando la Generalitat de Catalunya, e incluso a la inacción y falta de una respuesta a la altura de las circunstancias y medidas concretas por parte de los Ayuntamientos del cambio y las organizaciones de izquierda con representación institucional, también se reflejó en la manifestación del 18 de Febrero, que entronca con otras grandes manifestaciones de masas que ha vivido Catalunya recientemente (las Diadas y otras). Todas ellas expresan la exigencia de millones de personas de un profundo cambio social.
Las organizaciones de izquierdas participantes en la manifestación deben defender el derecho de los exiliados a una vida digna en Cataluña, en todo el Estado, y en Europa. Sin embargo esta reivindicación tiene que ir ligada a un programa que movilice de manera decidida y continuada a los jóvenes y trabajadores vinculando todos sus problemas y reivindicaciones concretas a la necesidad de transformar la sociedad.