¡Hay que parar a la ultraderecha en las calles!
El Parlamento de Hungría aprobó el 15 de junio un paquete legislativo impulsado por el Gobierno de extrema derecha de Viktor Orbán que prohíbe la "promoción" de la homosexualidad y de la "reasignación de género" ante menores de 18 años. Con esta nueva ley, entre otras cosas, será ilegal hablar sobre orientación o identidad sexual en los institutos y escuelas, y relaciona la pederastia con la homosexualidad.
Orbán ha justificado este ataque bajo la excusa de “no se trata de la homosexualidad, se trata de los niños y los padres”, a lo que ha añadido que no dará marcha atrás ya que la ley “está anunciada y publicada”. Asimismo, ha indicado que la norma que ya está en vigor da "la exclusividad a los padres en la decisión de si quieren que sus hijos reciban educación sexual". Bajo la supuesta defensa de los derechos de los padres –el mismo discurso que tiene Vox con el Pin Parental– se esconde la ideología machista, homófoba y reaccionaria de uno de los gobiernos más derechistas en Europa.
Esto es un paso más en la guerra emprendida por Orbán contra el colectivo LGTBI, pero no es ni mucho menos el primer ataque. En diciembre del año pasado prohibió de facto la adopción a parejas homosexuales y en mayo aprobó una ley por la cual se pone fin al reconocimiento legal de las personas transexuales e intersexuales, estableciendo que en los documentos oficiales debe aparecer el sexo biológico y que este dato no podrá modificarse nunca.
Además, es bien sabido que aunque legalmente y sobre el papel está prohibida cualquier discriminación por razón de orientación sexual o identidad de género, esto no es así. Ser homosexual en Hungría está perseguido de forma permanente y es tratado como “una enfermedad” en numerosos medios de comunicación que hacen apología de las terapias de conversión y fomentan el odio al colectivo.
La aprobación de esta nueva ley anti-LGTBI en el país ha causado una gran indignación en todo el mundo. Las redes sociales se han llenado de mensajes de repudio y colectivos LGTBI y feministas húngaros convocaron en Budapest una manifestación que juntó a miles de personas. La conmoción ha sido tal, que incluso la Unión Europea se ha visto forzada a salir públicamente “condenando” de palabra la actuación de Orbán. Sin embargo, una vez más, los líderes europeos han vuelto a mostrar su hipocresía. Han llevado a cabo muchos gestos, como la iluminación con la bandera LGTBI de distintos estadios de fútbol y monumentos alemanes en respuesta a la prohibición de la UEFA de proyectar esa bandera durante el partido Alemania-Hungría; la firma de una declaración pública contra la homofobia del gobierno húngaro por 17 gobiernos europeos –entre ellos el del Estado español– y muchas declaraciones preguntándose cómo es posible que esto siga pasando en la “Europa avanzada”.
Pero, ¿qué está haciendo la UE para garantizar los derechos del colectivo LGTBI en Hungría o en los países del este, como en Polonia o Eslovenia, donde se vulneran constantemente? Nada de nada. Se mantienen las relaciones políticas con Orbán y estos gobiernos reaccionarios, y se suplica que, por favor, se respeten los “valores democráticos” europeos. ¡Qué cinismo y qué poca vergüenza! Igual que con la crisis de los refugiados, la UE vuelve a demostrar que no tomará medidas efectivas para poner fin a la discriminación que sufre el colectivo LGTBI y que permitirá todo tipo de leyes homófobas y transfobas.
El movimiento LGTBI y feminista en Hungría tiene que basarse en su propia fuerza. Orbán ha declarado la guerra al colectivo y a las mujeres y la única forma de echar atrás sus planes es con la movilización. La rabia que ha provocado esta ley debe convertirse en organización y lucha, como sucedió la semana pasada con la protesta en la capital. Es necesario impulsar nuevas manifestaciones y hacer un llamamiento a toda la población a participar y apoyar esta causa. Contra la ley anti-LGTBI, por nuestros derechos y contra el sistema que sustenta nuestra opresión: ni un paso atrás. Compañeros, compañeras, ¡no estáis solos!