¡El imperialismo estadounidense y la UE cómplices! ¡Abajo el Estado capitalista sionista!
El pasado 10 de mayo aviones israelíes comenzaron una operación de bombardeo en la Franja de Gaza. Desde entonces, a los cientos de misiones de la aviación se han sumado la artillería y los carros de combate, dando lugar a una auténtica lluvia de fuego. La ofensiva militar ha causado al menos 126 muertos, entre ellos 31 niños y 20 mujeres, cientos de heridos y gravísimos daños a infraestructuras y bloques de viviendas. Es el mayor ataque contra la población palestina desde 2014 y está sobre la mesa la posibilidad de una intervención terrestre en la franja.
Esta nueva arremetida del Estado sionista es parte de la política de castigo aplicada a los territorios ocupados, en especial a Gaza, que se ha traducido en el colapso de las condiciones de vida de la población. A la escasez de electricidad, agua potable o sistema sanitario se ha sumado en los últimos meses la negativa de suministrar vacunas a la población palestina por parte del Gobierno israelí.
El imperialismo occidental, encabezado por el Gobierno de Joe Biden, ha justificado el derecho de Israel a perpetrar esta nueva masacre tras el lanzamiento de cohetes por parte de Hamás. ¡Qué hipocresía criminal! Todos ellos ocultan lo ocurrido durante las semanas anteriores y la responsabilidad de Netanyahu.
Durante el Ramadán se han sucedido las provocaciones en la Jerusalén ocupada: cierre de espacios donde se celebran ceremonias religiosas, incremento de los desalojos de familias palestinas a favor de colonos israelíes en el barrio de Sheij Yarrah y una presencia constante de manifestantes de extrema derecha hostigando y atacando a los palestinos. Todo esto ha sido la gota que ha colmado el vaso de la indignación y el hartazgo de la población árabe-israelí, el 20% de los habitantes del país, que vive en un régimen de semisegregación, con menos derechos que los judíos.
Las protestas contra estas provocaciones crecieron hasta convertirse en las mayores movilizaciones de la población palestina en las ciudades israelíes que enfrenta el Estado sionista en años, con la juventud jugando un papel muy destacado en ellas. En las ciudades del norte, decenas de miles de palestinos se han manifestado durante semanas contra la inacción de la policía frente a las bandas de extrema derecha. En todas partes resurgen la bandera y las consignas nacionales palestinas, pero no hablamos de los territorios ocupados, sino del interior de las fronteras de 1948 de Israel.
En los días anteriores al comienzo de los bombardeos, las fuerzas antidisturbios allanaron en repetidas ocasiones la Mezquita de Al Aqsa en Jerusalén, convertida en el epicentro de las protestas, y cargaron con brutalidad en su interior. Utilizando balas recubiertas de caucho, gas y granadas aturdidoras, causaron 200 heridos el viernes 7 de mayo y otros 300 el lunes 10.
Netanyahu y la crisis política en Israel
La operación de castigo en Gaza se produce en medio de la crisis política más profunda de la historia de Israel. Después de cuatro elecciones en apenas dos años se mantiene la inestabilidad en el Gobierno y Netanyahu afronta procesos judiciales que pueden significar su entrada en prisión. Ha perdido su oportunidad de formar un nuevo Ejecutivo y el turno es ahora para el conglomerado de partidos que se le oponen.
Durante las semanas previas a la ofensiva sobre Gaza dio alas a la actuación policial y a las marchas de colonos para generar una situación de excepcionalidad, dificultando así la formación de un Gobierno en su contra. Esto ya le ha dado sus primeros frutos, la coalición Yamina de Naftali Bennett, de extrema derecha y muy basada en los colonos, se ha desgajado del bloque anti-Netanyahu y ya está en conversaciones con él. El factor de la política interior israelí, la crisis del régimen y del capitalismo sionista, vuelve a cobrarse su precio en vidas palestinas.
Netanyahu se ha basado durante dos décadas en los sectores más reaccionarios de la población: ultraortodoxos, colonos, la extrema derecha religiosa… Los ha regado con dinero y sobrerrepresentación parlamentaria y ministerial. Ahora, esas fuerzas se han desatado y no está del todo claro que sea capaz de gobernarlas para alcanzar su objetivo de presidir un nuevo Gobierno. En la situación está muy presente la posibilidad de una crisis política aún mayor y de consecuencias imprevisibles.
En las calles de las ciudades de población mixta se están dando verdaderos pogromos de bandas de extrema derecha sionista contra los palestinos. Al grito de “muerte a los árabes” están atacando mezquitas, viviendas y linchando a palestinos en plena calle, en ocasiones delante de las cámaras de televisión. La población árabe se está organizando para enfrentar las agresiones y manifestándose contra la inacción escandalosa de la policía. Y cada noche los detenidos palestinos se cuentan por centenares.
Los choques se extienden en Acre, Um el Fahm, Tamra, Nazaret, Jaffa o Haifa, pero es Lod, una población cercana a Tel Aviv, la que se ha convertido en la imagen de esta situación. El lunes fueron detenidos aquí tres israelíes por el asesinato a tiros de un palestino. El jueves fueron liberados después de que destacados políticos israelíes criticaran sus arrestos. El martes se decretó el estado de emergencia y el toque de queda en la localidad.
El sostén fundamental del imperialismo
La brutalidad de los bombardeos en Gaza y lo que se está viviendo en las ciudades israelíes destapa también la farsa del Gobierno de Biden, un presidente al servicio de Wall Street que ha continuado la política exterior de Trump respecto a Israel. Aunque al inicio de la ofensiva militar intentó mantener cierta distancia de Netanyahu –algo que quedó en evidencia en los titubeos de las primeras ruedas de prensa de distintos portavoces del Gobierno estadounidense–, en pocas horas mostró su verdadera naturaleza apoyando sin fisuras a Israel.
El papel de la Unión Europea ha sido exactamente el mismo, dando cobertura a esta nueva matanza. Causa estupor que Washington o Bruselas pidan “contención” cuando tienen tanta responsabilidad en lo que ocurre en Jerusalén o en la política de asentamientos ilegales para colonizar más tierras palestinas.
Israel es el socio más confiable del imperialismo en Oriente Medio. EEUU y la UE han dejado claro a lo largo de décadas que no pondrán en peligro dicha alianza bajo ningún concepto. El pueblo palestino no puede esperar ninguna ayuda de ningún foro de la llamada “comunidad internacional”.
En cuanto al Gobierno español, autodenominado el “más progresista de la historia”, se ha limitado a llamar a una “desescalada” y a poner el énfasis en que se detenga el lanzamiento de cohetes desde Gaza. ¡Qué sumisión a los intereses del Estado sionista israelí y a sus socios imperialistas!
El papel de Hamás y Fatah
La actual situación es una confesión de la impotencia más absoluta y de la derrota de la política de Fatah y de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). A finales de abril, el presidente palestino Mahmud Abbas pospuso las elecciones previstas para el 21 de mayo, las primeras en 15 años. El pretexto fue la negativa de Israel a permitir el voto a los habitantes de Jerusalén. La realidad detrás de este retraso indefinido es el golpe que recibirá Abbas en las urnas. Fatah se ha dividido en tres listas y él encabeza la menos popular.
Por su parte, Hamás intenta capitalizar esta situación. En las protestas de las semanas anteriores se han escuchado consignas a favor de Hamás. La naturaleza aborrece el vacío y es evidente que para la juventud que protagoniza estas protestas Hamás aparece como alguien que se enfrenta a la ocupación, en contraste con Fatah, que se limita a obedecer las órdenes de Israel con tímidos reproches de vez en cuando. Sin embargo, estas protestas han sido espontáneas, ni Hamás ni Fatah las han organizado.
La autoridad de ambas organizaciones se ha visto cada vez más socavada en los últimos años. Han sido las encargadas de reprimir las huelgas obreras, las protestas de la juventud o las luchas por las cada vez peores condiciones de vida en los territorios ocupados. A la vez, dejaban cada vez más en evidencia el carácter burocrático de su disputa por el control de la ANP y el peso cada vez mayor de sus patrocinadores extranjeros: el imperialismo occidental en el caso de Fatah y Qatar y Turquía en el caso de Hamás.
La experiencia de las últimas décadas es muy concreta, ni Fatah ni Hamás han contribuido al avance de la causa del pueblo palestino porque renuncian a plantear un programa anticapitalista e internacionalista.
La política colaboracionista de Fatah es sencillamente una rendición. Por otra parte, y dejando claro el derecho del pueblo palestino a la autodefensa, y que esta se base en la movilización de las masas y en su participación y control de las operaciones armadas, las tácticas de Hamás se muestran impotentes contra el Estado capitalista.
Esta organización integrista, financiada además por enemigos declarados de la clase obrera, no es una opción viable para que la causa palestina pueda vencer.
Un programa socialista e internacionalista en apoyo a la causa palestina
Las semanas previas a la ofensiva militar han ofrecido valiosas lecciones acerca de los métodos de lucha. Las acciones de masas, con la juventud palestina en primera línea resistiendo la represión policial, consiguieron una serie de victorias que contribuían a impulsar y ensanchar la base del movimiento. Lograron que la policía reabriera la Puerta de Damasco y permitiera el paso a los palestinos, y en el barrio de Sheij Yarrah consiguieron del Tribunal Supremo un aplazamiento de un mes a los desalojos previstos.
La movilización de masas es la que ha mostrado la debilidad de Netanyahu, por encima de la caterva de reaccionarios y ultrarreaccionarios que pugnan por sucederle en el podrido parlamento israelí. Ha desnudado los llamados Acuerdos de Abraham y la hipocresía de las oligarquías árabes, desde Arabia Saudí hasta la monarquía marroquí, mucho más que los lamentos impotentes de Abbas y Fatah. Y ha vuelto a poner encima de la mesa la cuestión de la liberación de Palestina, cuando muchos querían simplemente certificar la derrota.
Frente a la ocupación, y ahora la guerra, hay que levantar un movimiento revolucionario palestino de resistencia y autodefensa, armado con el programa del internacionalismo proletario y la unidad de clase obrera, y basado en la organización y la lucha de masas.
Esto no es una utopía, en Israel se han estado celebrando manifestaciones contra Netanyahu ininterrumpidamente desde julio del año pasado. En ellas, judíos y árabes israelíes han compartido las calles y han sufrido la represión de los mismos antidisturbios y policía militarizada de fronteras que ahora ataca a los palestinos y permite las acciones de la extrema derecha.
La izquierda y el movimiento obrero en el resto del mundo tenemos que ayudar a impulsarlo, y detener esta masacre acabando con sus causas: la opresión imperialista y la existencia de Gobiernos títeres que salvaguardan los intereses de las oligarquías capitalistas en todo Oriente Medio.
¡Viva la lucha del pueblo palestino por su libertad!
¡Por una federación socialista de Oriente Medio!