Menos de 48 horas después de las elecciones Pedro Sánchez y Pablo Iglesias anunciaban un acuerdo para formar un gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos. Haber dado al traste con los planes de los capitalistas, que distaban mucho de querer esta situación, ha sido fruto de la lucha de los millones de jóvenes y trabajadores que en los últimos años hemos protagonizado auténticas movilizaciones de masas por nuestros derechos más básicos: nuestra presión en las calles – y en las urnas – ha logrado frenar a la derecha.

No obstante, ni el PSOE ni Unidas Podemos cuentan con un cheque en blanco y tendrán que probarse no sólo en las palabras sino en los hechos. Acabar con los recortes, las contrarreformas del PP, las privatizaciones, la precariedad y un aparato del Estado heredado de la dictadura cuyo mayor sello de identidad es la represión y la criminalización del pueblo de Catalunya, no es una utopía. Pero para que esto sea posible, es necesario confrontar directamente con los grandes poderes económicos, la banca y el capital financiero, plantar cara al aparato judicial, policial y militar, y rechazar la agenda de austeridad que la Troika y el FMI nos tienen preparada.

El colapso de Ciudadanos y el avance de la extrema derecha

Tras las elecciones del 10-N, con el colapso de Ciudadanos y la dimisión de Albert Rivera - pierde 47 escaños y 2,5 millones de votos -, una de las apuestas estratégicas más importantes de la clase dominante, se descompone.

La causa de esta debacle no se explica únicamente por los errores tácticos de Rivera, sino por la orientación general de la clase dominante, que ha hecho de la agitación españolista y la represión a los derechos democráticos del pueblo de Catalunya el santo y seña de todos los partidos que sostienen régimen del 78. En este contexto la base social y electoral de la derecha —movilizada con una sobredosis del españolismo más exacerbado y la catalanofobia más salvaje, sumado al deseo de venganza contra la clase obrera y la juventud por las luchas de estos años— se ha agrupado en torno a las formaciones que mejor lo garantizaban: Vox y el PP.

Este aumento electoral de Vox y la extrema derecha - la misma que ha existido siempre en el PP pero que hoy se muestra a cara descubierta y envalentonada - tiene una gran trascendencia. Pero también es necesario ver este avance dentro del contexto general y no perder de vista todo lo aprendido estos últimos años de luchas y movilizaciones: la capacidad que poseemos la clase obrera y la juventud para batir a estos elementos y lograr nuestras aspiraciones es innegable. Es cierto que respecto a las elecciones de abril ganan 962.890 votos y duplican sus diputados. Pero también es cierto que con la nueva la redistribución de fuerzas, la derecha vuelve a fracasar en su intento de hacerse con el gobierno ya que a pesar del 1,6 millones que suman Vox y PP respecto a abril, no consiguen los 2,5 que pierde Cs.

Hemos derrotado a la derecha para lograr nuestras reivindicaciones. Las palabras no bastan ¡Queremos hechos!

Haber vuelto a cerrar el paso a la derecha es motivo de celebración para todos y todas los que hemos luchado sin descanso contra las contrarreformas del PP y por un futuro digno. Pero este resultado no se debe a la gran capacidad negociadora de Sánchez o Iglesias sino al papel fundamental de la movilización y la presión que ésta ha generado. Ha sido la enorme resistencia de la juventud y la clase trabajadora a los planes de los capitalistas lo que ha provocado este desenlace.

Durante el último año y medio de gobierno del PSOE hemos oído de su boca muchas promesas y palabras muy bonitas, pero no se ha llevado a la práctica ni una sola medida de las que hemos demandado en las calles. Al contrario, lo que hemos visto ha sido un PSOE que no ha dudado en aceptar los dictados de la UE. Que se ha puesto al frente de la oleada represiva contra el pueblo de Catalunya, situándose al mismo lado de la barricada que el bloque reaccionario, y que no ha dudado en utilizar el aparato del Estado para criminalizar al pueblo y la juventud que salieron a la movilización a romper con el Régimen del 78 y a defender el derecho del pueblo catalán a decidir sobre sus vidas. Esto explica la pérdida de casi 800.000 votos al PSOE con respecto a las elecciones de abril.

En este sentido también tenemos que lamentar la actitud de muchos dirigentes de Unidas Podemos, que se declaran republicanos y anticapitalistas, pero en la práctica han jugado el papel de blanquear el “orden institucional” que niega el derecho a decidir y castiga con la represión y la cárcel a un pueblo que lucha por la república. Han desaprovechado una gran oportunidad para unificar este movimiento extraordinario con las demandas de la clase obrera y la juventud del resto del Estado. La idea de que el movimiento de liberación nacional en Catalunya hace el juego a las élites se ha mostrado completamente falsa y equivocada. Los cientos de miles de trabajadores y jóvenes que llenan las calles de Catalunya en movilizaciones multitudinarias, no quieren una república de recortes y austeridad. Al contrario. Han dejado más que claro su rechazo a la oligarquía catalana que, por cierto, está fundida con la española combatiendo este movimiento.

Esta posición con la cuestión nacional, su giro hacia las instituciones confiando todo en ellas mientras dejaban de lado la movilización, y su renuncia al programa de ruptura, de luchar contra la casta y el régimen del 78 que les aupó con fuerza en sus inicios, son las claves de la pérdida de votos que también han sufrido.

O con los capitalistas o con los trabajadores ¡La lucha es el único camino!

Millones de trabajadores y de jóvenes queremos un cambio radical en nuestras condiciones de vida y hemos peleado duramente por ello. Pero no hay ninguna garantía de que esto se logre si no se rompe con la lógica del capitalismo.

El documento presentado como base del acuerdo entre PSOE y Unidas Podemos contiene declaraciones generales de tono “progresista”. Pero no se concreta nada sobre la derogación de la contrarreforma laboral, la LOMCE o la ley Mordaza, ni de acabar con los recortes en las pensiones, la educación y la sanidad públicas. Tampoco hay ninguna declaración sobre poner fin a los desahucios, y garantizar la vivienda pública y accesible con alquileres sociales. Tampoco hay referencias a cómo enfrentar la dictadura de las eléctricas, o cómo lograr que la banca devuelva los 60.000 millones que robó del rescate financiero, y que ha sido una medida estrella del programa electoral de Unidas Podemos.

En estos momentos sólo hay tres cosas claras: la primera que tal como Iglesias señaló hace meses, Unidas Podemos respaldará al PSOE en su política contra el legítimo derecho a la autodeterminación del pueblo catalán. La segunda, que la derecha no dará tregua a este gobierno, como ya han anunciado los portavoces del PP, de Vox y de Cs, aunque estos últimos en un gesto desesperado han apelado a un gobierno de unidad nacional entre el bloque reaccionario y el PSOE. Y la tercera y más importante, que no se puede gobernar para dos amos. Por tanto, o  el nuevo gobierno decide gobernar con los capitalistas, la banca, y los grandes poderes fácticos, o con los trabajadores y sus familias, los parados, la juventud que sufre la lacra de la precariedad y el desempleo crónico, los pensionistas, el pueblo de Catalunya que lucha por la república y su derecho legítimo a decidir, las mujeres golpeadas por la desigualdad y la violencia, y todos los oprimidos y explotados.

Queremos los derechos por los que nuestros padres y abuelos pelearon y que nos están arrebatando. Las lecciones de estos últimos años nos han enseñado que sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas. Sabemos que la movilización y la lucha en las calles son la única receta para conseguir que se lleven a cabo todas y cada una de nuestras demandas. Y eso solo lo conseguiremos organizándonos y construyendo una izquierda revolucionaria que rompa con el capitalismo. Seamos realistas, ¡luchemos por el socialismo!

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