El pasado tres de marzo, a apenas unos días de la gran huelga general feminista del 8M, Ciudadanos organizaba un acto público para presentar su decálogo en defensa de “un feminismo liberal”. No es la primera vez que Ciudadanos intenta presentarse como parte del movimiento feminista, con el fin de desvirtuar el contenido de clase que está impulsando esta gran rebelión de las mujeres oprimidas y legitimar su política de austeridad y privatizaciones al servicio de las y los grandes ricos. Ya lo vimos en la manifestación de Colón, convocada por el bloque reaccionario bajo el lema “La unidad de España”, en la que trataron de usar las banderas LGTBI y trans para blanquear los intereses, el programa e ideario común que la formación naranja comparte con la extrema derecha de PP y Vox.
Privilegios para las ricas, esclavitud sexual y explotación para las pobres
Como buenas portavozas del establishment que son, el feminismo de Inés Arrimadas y Begoña Villacís empieza donde hay intereses económicos que salvaguardar y termina donde finaliza su bolsillo. Así el decálogo presentado por ciudadanos se ha basado en dos propuestas centrales para mantener el status-quo del sistema.
La primera acabar con los trabas para que las mujeres con carreras profesionales de éxito puedan acceder a los consejos de administración de las grandes empresas y poner fin a la brecha salarial. De derogar la reforma laboral que facilita el despido por maternidad, de mejorar pensiones, condiciones laborales y salarios o de acabar con las privatizaciones de los servicios públicos que nos empuja a abandonar nuestros trabajos para atender al hogar o de que haya mujeres cobrando 400 y 500 euros por cuidar a personas dependientes o limpiando hoteles por 2 euros la habitación, no dicen absolutamente nada. Y es que como mayordomas de los intereses de la banca, las grandes corporaciones y el poder financiero son ejecutoras de las políticas de recortes y de ataques a nuestros derechos más básicos que nos golpea a la mayoría de las mujeres en el día a día. Sus condiciones materiales no tienen nada en común con las que soportamos la inmensa mayoría de las mujeres humildes, discriminadas y abusadas en el hogar, en el puesto de trabajo, en el paro o en la calle. Son mujeres de la élite, cuyo éxito es gracias al capitalismo, y se entregan a su defensa incluyendo la reivindicación del machismo más brutal. Y es que lo que Villacís y Arrimadas reclaman es que ellas y las mujeres de su clase puedan romper los techos de cristal para colocarse en una posición más beneficiosa en el sistema a costa de precarizar y empobrecer las condiciones laborales y de vida de la mayoría.
Su supuesta “hermandad transversal” con las mujeres trabajadoras salta por los aires cuando se tratar de sacar beneficios económicos a nuestra costa. Buena muestra de ello, es que el otro pilar de su decálogo feminista es regular la prostitución y los vientres de alquiler. Y encima hacen campaña por legalizar la lacra criminal de la esclavitud sexual y reproductiva en nombre de la “libertad individual” y “contra el paternalismo”. El cinismo de estas individuas no tiene límites pero tampoco es ninguna sorpresa. Cómo buenas apologistas del capitalismo hacen propaganda de las supuestas “verdades” que el capital fabrica para seguir manteniendo sometida a nuestra clase. Luchar por sobrevivir bajo esta sociedad que nos condena a la mayoría a la precariedad, los bajos salarios o el desempleo no es una libre elección. Igual que no estamos ejerciendo libertad cuando firmamos un contrato basura para poder llegar a fin de mes, tampoco lo somos para vender nuestro cuerpo. Bajo la sociedad capitalista, esa libertad de la que tanto nos hablan Villacís o Arrimadas siempre estará condicionada por la clase social a la que pertenecemos, por las posibilidades que tenemos de emanciparnos de la esclavitud doméstica que nos imponen con sus políticas de recortes a los servicios públicos, por la dependencia económica a la que nos condenan con salarios de miseria y trabajos precarios, y a la instrucción cultural que nos niegan con la privatización de la educación.
Que los y las ricas tengan el derecho de poner precio a aspectos íntimos de la vida de los que no tenemos la vida resuelta no es progresista ni liberador. Todo lo contrario: perpetúa esta sociedad de explotación. Que las mujeres pobres nos convirtamos en máquinas expendedoras y fábricas de bebés para los ricos o que tengamos que poner nuestro cuerpo para el disfrute sexual de un tercero para poder sobrevivir, no es sino la expresión más descarnada de lo que este sistema significa para la mayoría y el poco valor que nuestros derechos como mujeres trabajadoras tiene para las y los ricos.
Nuestra emancipación se conquista en las calles. ¡Por un feminismo de clase, combativo y anticapitalista!
Esta arrogancia con la que Villacís, Arrimadas o Albert Rivera pretenden apropiarse del movimiento feminista para defender sus intereses no es ninguna casualidad. No son pocas las voces que dentro del movimiento feminista, plantean que esta lucha es de carácter transversal, en la que supuestamente todas las mujeres, independientemente de la clase a la que pertenezcamos, compartimos opresión y por lo tanto un mismo objetivo. Eso conlleva a dar legitimidad a que Villacís, Arrimadas, la hija de Amancio Ortega o cualquier otra representante de la clase dominante, por el simple hecho de ser mujer, pueda tener espacio o derecho a defender sus propios intereses como parte del movimiento feminista. Que los dirigentes de la derecha española intenten participar del movimiento feminista para encubrir su responsabilidad directa en la opresión y el sufrimiento de la gran mayoría de las mujeres y niñas del Estado español, es una cosa. Ya sabemos que carecen de cualquier rasgo de honestidad. Sin embargo, contribuir directa o indirectamente desde el feminismo a crear confusión para que este tipo de planteamientos puedan germinar en el seno de las oprimidas y los oprimidos, es otra muy distinta.
Por eso desde Libres y Combativas nos hemos negado y nos negamos con rotundidad a aceptar semejante lógica. Defendemos un feminismo genuinamente de clase, en el que sean nuestros intereses como mujeres oprimidas los que impulsen nuestra lucha señalando a las y los responsables de nuestra opresión, a las y los que detentan el poder en esta sociedad, en los parlamentos, en los púlpitos, en las empresas y en los juzgados.
Por eso afirmamos que nuestra emancipación no vendrá de la mano de más diputadas, concejalas y alcaldesas del PP y de Ciudadanos, o del PSOE. Tenemos que ser nosotras, las mujeres de la clase trabajadora, luchando codo con codo con todos a los que este sistema criminal oprime, enarbolando la bandera de la revolución, quienes acabemos con el patriarcado y con todas las forma de explotación y opresión. Sin ningún tipo de duda, la huelga general feminista del 8 de Marzo será un gran paso en esa dirección.