El próximo 6 de diciembre se cumplirá el 40 aniversario de la Constitución de 1978 en un momento en el que la legitimidad de las instituciones nacidas de los acuerdos de la Transición está en quiebra. Las ilusiones con las que importantes sectores de la clase trabajadora celebraron los resultados del referéndum constitucional del 78 han desaparecido y no volverán jamás. La idea de la “separación de poderes”, la “independencia de la justicia”, el parlamento como “representación de la soberanía popular” o el “gobierno de todos” es una auténtica ficción.

La crisis económica y social, las políticas de austeridad, los recortes a los derechos democráticos y los ataques a los jóvenes y trabajadores son la clara constatación de que la Constitución no significó ni la liquidación de la legalidad franquista ni el comienzo de una nueva legalidad democrática. De hecho, Franco se encargó de asegurar la continuidad de su régimen colocando a dedo a la monarquía borbónica con el único objetivo de garantizar la supervivencia del capitalismo, su orden y naturaleza basados en la desigualdad, la represión y la explotación.

La monarquía: una institución parásita al servicio de los poderosos

Durante los últimos cuarenta años, la imagen de la monarquía española ha sido cuidada con esmero. Partidos políticos, medios de comunicación, historiadores… han presentado a Juan Carlos I como el principal artífice de las libertades democráticas y del paso de la dictadura a la democracia. Nada más lejos de la realidad. En los años 70, la lucha estaba en un momento de ascenso en el Estado español: millones de jóvenes y trabajadores protagonizaron movilizaciones antifranquistas históricas y luchas durísimas para tumbar una dictadura infame y criminal. Como hemos gritado muchas veces: ¡Franco murió en la cama, pero la dictadura murió en la calle!

El poder de influencia y los negocios de la Zarzuela, así como su fortuna que en 2017 alcanzaba los 2.700 millones de euros, demuestran que más allá de la palabrería de “representar a todos los españoles”, a los únicos que representen son a las grandes empresas, multinacionales y banqueros. A pesar de todos los casos de corrupción en los que se han visto involucrados, como el Nóos, el Pujol o las evasiones fiscales, o los escándalos de Botswana protagonizados por el Rey emérito, así como las relaciones de favor con la dictadura sanguinaria de Arabia Saudí,la Casa Real sigue costando al Estado cerca de 7,8 millones de Euros al año. Esta es la “democracia” que representa esta parasitaria institución: mientras millones de trabajadores se hunden en la precariedad y los jóvenes son explotados en trabajos de miseria, Felipe VI se embolsilla cada año 240.000 euros. ¡Es un escándalo!

República sí, pero socialista

Como hemos explicado muchas veces, tras la muerte de Franco todo el cuerpo de jueces, mandos del ejército y de la policía se mantuvo intacto. Las mismas familias que amasaron fortunas inmensas durante los cuarenta años de dictadura franquista hoy siguen presentes en los consejos de administración de bancos, multinacionales y empresas de todo tipo. Esta también es la herencia que representa la monarquía en el Estado español.

Por ello, cada vez somos más y más los que queremos acabar con esta institución y luchar por la una república de los trabajadores y los jóvenes. Desde el Sindicato de Estudiantes defendemos que la lucha por la república no debe ser una batalla por un cambio simbólico de banderas. Luchamos por la transformación de nuestras condiciones de vida, por una república sin desahucios, sin recortes en la educación y en la sanidad y donde todas y todos tengamos acceso a un trabajo y una vida digna. Y para ello hay que levantar un gran movimiento de masas en la calle que ponga en jaque y rompa con el régimen del 78 y su herencia reaccionaria, tal y como han hecho los jóvenes, trabajadores y el pueblo de Catalunya protagonizando movilizaciones históricas por la república catalana.

Durante el mes de diciembre, en 50 universidades del Estado español se celebrarán referéndums sobre la monarquía, para que los y las estudiantes decidan sobre la forma de Estado que prefieren. Estas votaciones deben de ir acompañadas de un gran movimiento de lucha en las calles a favor de la república de los jóvenes y los trabajadores, por los derechos democráticos y contra la represión.

Y también hay que señalar a la dirección de Podemos, que tan insistentemente se denominan como republicanos, que olvidar la calle y entrar en el juego parlamentario e institucional no barrerá a la monarquía. Sólo la lucha organizada y una gran ola de movilización podrán echar a los ladrones de los Borbones y conseguir una república socialista de la juventud y los trabajadores que imponga la justicia social.

¡Por la república socialista de los jóvenes y los trabajadores!