El gobierno francés se encuentra cada vez más aislado en la defensa de la reforma laboral. No sólo la ha tenido que aprobarla por decreto ante la oposición de una parte importante de los diputados socialistas, sensibles a la masiva movilización social, sino que cada vez más recurre a mecanismos autoritarios equivalentes a cualquier dictadura.


Es el caso del estado de excepción, prorrogado por otros dos meses con la excusa de proteger los partidos de la Eurocopa y el Tour de Francia. Desde la aprobación del estado de excepción se han llevado a cabo cerca de 3.600 registros domiciliarios sin necesidad de orden judicial previa y varios cientos de personas han sido detenidas sin que contra ellos se haya formulado cargo alguno. Peor aún, el estado de excepción permite las llamadas “notas blancas” por las que los servicios secretos del Estado francés pueden, sin necesidad de presentar ningún tipo de prueba, restringir la libertad de movimientos de cualquier persona, pudiendo incluso decretar el arresto domiciliario indefinido. Más de 400 ciudadanos franceses han sufrido este arresto, prolongado en la mayoría de los casos durante más de tres meses, y como consecuencia muchos han perdido su puesto de trabajo o se han convertido en “sospechosos” a los ojos de sus vecinos y su entorno. Es la respuesta desesperada de Hollande, la única que le queda, ante el imparable ascenso de la movilización social, que se extiende y profundiza cada día con mayor fuerza.

La protesta social se extiende y se endurece

 La reforma laboral, aunque pendiente de un último trámite en el Senado, está ya prácticamente aprobada, pero a pesar de ello, y a diferencia de 2010 con la reforma de las pensiones de Sarkozy, la movilización no solo no decae sino que se fortalece y se extiende, y todo anuncia que el mes de junio marcará un hito en la historia del movimiento obrero francés.
Camioneros de toda Francia, trabajadores portuarios de Marsella, Saint-Nazaire y Le Havre, trabajadores de las refinerías de la empresa Total, trabajadores de metro, autobuses urbanos, aeropuertos y ferrocarriles, unidos a estudiantes de institutos y y universidades, han salido a la calle en la semana siguiente a la aprobación de la ley de reforma laboral, en un abierto y rotundo desafío al Estado burgués y a su “legalidad”, a la que perciben como un arruinado decorado que apenas oculta la dominación descarnada y dictatorial de los grandes poderes económicos y financieros.

 Sin duda alguna, las asambleas del movimiento Nuit Debout han jugado un importante papel en canalizar el descontento social que el agravamiento de la crisis y la sucesión de recortes y ataques a los derechos de los trabajadores han ido alimentando, pero que no encontraba un cauce adecuado de expresión. Nacido al calor de la primera huelga general contra la reforma laboral, Nuit Debout se ha mantenido estrechamente vinculado al movimiento obrero, pero sus planteamientos han ido mucho más allá de los de los dirigentes sindicales. Nuit Debout, no sólo protesta contra la reforma laboral, sino que, según sus propias palabras, apunta al “cuestionamiento de un sistema social y político en crisis”. Por eso, la aprobación gubernamental de la reforma laboral lejos de ser un factor de desmovilización ha sido un estímulo para responder aún con más fuerza a un gobierno que traiciona abiertamente su programa electoral y los intereses de sus votantes. En las próximas semanas comprobaremos la evolución de este movimiento, pero una cosa ya ha quedado clara: la autoridad del Estado ha quedado dañada como nunca lo había estado desde los años 30 del siglo pasado. Lo que ha quedado demostrado en estas semanas de movilizaciones es que los intentos del gobierno francés de calmar la movilización suavizando la reforma laboral y haciendo algunas otras concesiones han fracasado estrepitosamente. Los trabajadores y jóvenes en lucha han hecho caso omiso de estas propuestas y han continuado adelante con las movilizaciones previstas. Diversos sectores, como camioneros y trabajadores de las refinerías, ya están en la práctica paralizando la actividad del país, pero para fortalecer este movimiento es necesario generalizarlo a través de la huelga general indefinida, como han planteado correctamente desde Nuit Debut al secretario general de la CGT, principal sindicato de Francia.

También está fracasando el recurso a la represión y la fuerza bruta. Así que todas las condiciones están dadas para que una huelga general indefinida sea un rotundo éxito. Solo hace falta que los dirigentes de CGT, el sindicato mayoritario en Francia, recojan el sentir masivo de la calle, se pongan a la altura que el movimiento les demanda y convoquen la huelga general indefinida hasta la retirada total de la ley de reforma laboral.

¡Solidaridad con nuestros compañeros franceses! ¡Obrreros y estudiantes, unidos y adelante!