Después de todo el esfuerzo de selectividad llegas, inocentemente, a la universidad pensando que vas a dedicar 3, 4 o 5 años de tu vida a “aprender” sobre lo que te gusta.

Después de todo el esfuerzo de selectividad llegas, inocentemente, a la universidad pensando que vas a dedicar 3, 4 o 5 años de tu vida a “aprender” sobre lo que te gusta. Con lo que no contabas desde un principio es con los profesores… como decirlo… más “fachas” de la cuenta. Sólo para que se hagan una idea del sufrimiento en que puede llegar a convertirse una clase para cualquier estudiante de historia, no ya digo de izquierdas, sino simplemente abierto de mente, si le toca un profesor intransigente o de esta calaña.

En mi caso, una de las primeras cosas a aguantar fue una lección de moral antimatrimonios homosexuales en plena clase de prehistoria (os preguntareis, ¿y qué tiene que ver el tocino con la velocidad? Misterios de la vida). Este profe aprovechó para soltar en medio de su discursito algo así como que “la sociedad debe defender el modelo de familia tradicional o de lo contrario nos llevará a la irremediable extinción”. Que digo yo que porque unas cuantas parejas homosexuales se casen no va a ser la hecatombe mundial ni va a desencadenar una crisis en la natalidad. Pero claro, ahí fue cuando investigamos y descubrimos el “pasado oscuro” del profesor en cuestión: ¡un cura rebotado!

El siguiente en discordia fue el de una asignatura de medieval, que no sólo se contentaba con traer llaveros de la Falange que asomaban “discretamente” por el bolsillo de su pantalón, sino que con él debíamos aprendernos que “ya existía una España unificada desde los tiempos de los visigodos”. Claro, claro: Una, Grande y Libre ¿no? Desde luego semejante estupidez no se le ocurría a nadie que mínimamente supiera que hasta los “Decretos de Nueva Planta” del siglo XVIII no ocurriría la verdadera unificación territorial, imponiéndose un modelo centralista. Pero claro, lo grave no era que él te dijera esa barbaridad, sino que ¡se la tenías que reproducir en el examen! Claro, que esto sucede con todos los profesores mencionados y por mencionar.

La asignatura de Roma fue especialmente divertida, bueno, por llamarlo de alguna manera, porque o te reías o te echabas a llorar… No se le ocurre nada mejor que decir de repente “los romanos no eran esclavistas” ¡Toma ya!- piensas para tus adentros.- ¿Y éste qué se ha fumado ahora?- Y ¿Por qué no?- se preguntan todos- “Porque no todos eran esclavos”. Claro que sí, majete. Entonces ahora no vivimos en el capitalismo porque…¡¡No todos somos capitalistas!!... En fin, manda narices.

Sin embargo, el premio gordo de este año se lo lleva un profesor medio intelectualoide-liberal, que si no mencionaba dos o tres veces todos los días a Fukuyama no era feliz (vamos, para que os hagáis una idea, es como estar mencionando a Pío Moa o Jiménez Losantos). Dicho profesor, explicando burdamente lo que era el Materialismo Histórico no se le ocurrió otra cosa que decir que “consiste en tratar de predecir lo que va a ocurrir, luego se dieron cuenta de que no era posible” (tal cual copiado de mi libreta). Vamos, lo que viene a traducirse: no tener ni idea de lo que se está explicando.

Y después de unos 600-800 € de matrícula esto es lo te hacen aprender…

¡Transformemos la sociedad para acabar con esta situación!