Uno de los cambios más sonados de la aplicación de los Planes de Bolonia fue la sustitución del anterior CAP (Curso de Aptitud del Pedagógica), que consistía en un curso de habitualmente tres meses que se exigía para poder ejercer la docencia en los institutos.
Desde este curso lo que se realiza es el llamado Máster de Formación
del Profesorado, que es considerado un curso de posgrado con todas las
consecuencias: duración de posgrado (un año), precio de posgrado (entre
800€ y 2000€ en las universidades públicas y hasta 9000€ en las
privadas).
Este nuevo máster es uno de los ejemplos más claros del espíritu Bolonia: hacer de la educación un negocio. En primer lugar por la falta de plazas en comparación con el antiguo CAP, 6.000 en todo el Estado frente a los 25.000 antiguos matriculados en el antiguo CAP, que es tan escandalosa que las universidades privadas han visto claro el negocio y se han lanzado a ofrecer estos cursos por unos cuantos miles de euros de nada. Tan claro vieron el negocio que el pasado curso se lanzaron a ofertar el CAP varias veces a lo largo del curso, incluso con convocatorias extraordinarias en pleno verano para hacer toda la caja posible. Ejemplos de esta falta de plazas los estamos viendo en la Universidad de Compostela, donde los estudiantes se están movilizando, con situaciones como 20 míseras plazas para todas las carreras de Humanidades.
Pero esto ha sido sólo el inicio de los problemas. Según recoge el diario El País en su edición del 15 de marzo1, los nuevos máster están siendo una chapuza absoluta. Las universidades se han dado prisa en crear los nuevos Máster y cobrarlos, pero no tanto en organizar el curso en sí: en muchas comunidades ni siquiera tienen la normativa que lo regula aprobada, faltan profesores tutores para las prácticas y no se sabe cómo se van a evaluar las prácticas.
Para muestra un botón: "Francisco Javier Perales, catedrático de la Universidad de Granada, añade que la puesta en marcha de las prácticas llega tarde. "Deberán comenzar en pocas semanas, pero aún no se han organizado, ni tampoco de qué manera los alumnos deberán realizar un trabajo fin de máster, elaborarlo y defenderlo ante un tribunal a partir de mediados de mayo". La propaganda oficial nos vendía que este nuevo máster era necesario para mejorar las capacidades de los futuros profesores (como si los problemas de la educación pública fuesen culpa de los profesores y no de la falta de inversión o de la privatización), cuando lo que estamos viendo es todo lo contrario: improvisación y desinterés.
Esto tiene dos consecuencias: por una parte una promoción entera de futuros profesores que ha sido directamente estafada, ya que además de tener que pagar un máster van a ser durante un año conejillos de indias que van a recibir una formación deficiente. También va a tener un efecto desmoralizador en los que hoy se planteen ser profesor en el futuro. Si lo que tenemos por delante es pagar un máster, no tener ni idea de como va a ser, y una vez superado eso (¡si lo superamos!) tener que prepararse las oposiciones, en un contexto en el que las plazas ofertadas están congeladas o disminuyen (cuando no se dilapidan directamente los derechos de los interinos, como sucederá con el nuevo decretazo de las Islas Canarias, que creará un nuevo sistema de listas móviles cada dos años donde contará menos la antigüedad y experiencia del interino y más la nota de las oposiciones).
El máster de formación del profesorado no es más que la última pieza del engranaje en la elitización y la privatización de la educación. Mientras hacen falta miles de plazas de profesores para cubrir las necesidades sociales y dar una genuina educación de calidad, y poder acabar con las cada vez más precarias bolsas de interinos, lo que nos encontramos es un endurecimiento del acceso a la universidad y un endurecimiento aún mayor de la posibilidad de ser profesor. El gobierno, en vez de facilitar que se cubran las muchas carencias de la educación pública, va en la dirección totalmente opuesta: convertir el profesorado en un puesto de élite (por las dificultades de acceder, no, desde luego, por las condiciones laborales).
Este nuevo máster es uno de los ejemplos más claros del espíritu Bolonia: hacer de la educación un negocio. En primer lugar por la falta de plazas en comparación con el antiguo CAP, 6.000 en todo el Estado frente a los 25.000 antiguos matriculados en el antiguo CAP, que es tan escandalosa que las universidades privadas han visto claro el negocio y se han lanzado a ofrecer estos cursos por unos cuantos miles de euros de nada. Tan claro vieron el negocio que el pasado curso se lanzaron a ofertar el CAP varias veces a lo largo del curso, incluso con convocatorias extraordinarias en pleno verano para hacer toda la caja posible. Ejemplos de esta falta de plazas los estamos viendo en la Universidad de Compostela, donde los estudiantes se están movilizando, con situaciones como 20 míseras plazas para todas las carreras de Humanidades.
Pero esto ha sido sólo el inicio de los problemas. Según recoge el diario El País en su edición del 15 de marzo1, los nuevos máster están siendo una chapuza absoluta. Las universidades se han dado prisa en crear los nuevos Máster y cobrarlos, pero no tanto en organizar el curso en sí: en muchas comunidades ni siquiera tienen la normativa que lo regula aprobada, faltan profesores tutores para las prácticas y no se sabe cómo se van a evaluar las prácticas.
Para muestra un botón: "Francisco Javier Perales, catedrático de la Universidad de Granada, añade que la puesta en marcha de las prácticas llega tarde. "Deberán comenzar en pocas semanas, pero aún no se han organizado, ni tampoco de qué manera los alumnos deberán realizar un trabajo fin de máster, elaborarlo y defenderlo ante un tribunal a partir de mediados de mayo". La propaganda oficial nos vendía que este nuevo máster era necesario para mejorar las capacidades de los futuros profesores (como si los problemas de la educación pública fuesen culpa de los profesores y no de la falta de inversión o de la privatización), cuando lo que estamos viendo es todo lo contrario: improvisación y desinterés.
Esto tiene dos consecuencias: por una parte una promoción entera de futuros profesores que ha sido directamente estafada, ya que además de tener que pagar un máster van a ser durante un año conejillos de indias que van a recibir una formación deficiente. También va a tener un efecto desmoralizador en los que hoy se planteen ser profesor en el futuro. Si lo que tenemos por delante es pagar un máster, no tener ni idea de como va a ser, y una vez superado eso (¡si lo superamos!) tener que prepararse las oposiciones, en un contexto en el que las plazas ofertadas están congeladas o disminuyen (cuando no se dilapidan directamente los derechos de los interinos, como sucederá con el nuevo decretazo de las Islas Canarias, que creará un nuevo sistema de listas móviles cada dos años donde contará menos la antigüedad y experiencia del interino y más la nota de las oposiciones).
El máster de formación del profesorado no es más que la última pieza del engranaje en la elitización y la privatización de la educación. Mientras hacen falta miles de plazas de profesores para cubrir las necesidades sociales y dar una genuina educación de calidad, y poder acabar con las cada vez más precarias bolsas de interinos, lo que nos encontramos es un endurecimiento del acceso a la universidad y un endurecimiento aún mayor de la posibilidad de ser profesor. El gobierno, en vez de facilitar que se cubran las muchas carencias de la educación pública, va en la dirección totalmente opuesta: convertir el profesorado en un puesto de élite (por las dificultades de acceder, no, desde luego, por las condiciones laborales).