Libres y Combativas
En los últimos años el acceso a la pornografía se ha vuelto más fácil que nunca. Los contenidos pornográficos, extremadamente violentos en la mayoría de ocasiones, están a un sólo click, lo que ha adelantado la edad media en la que un joven entra en contacto con la pornografía por primera vez a los 8 años.
Ese porno feroz y esa misoginia educa a los niños y niñas desde pequeños y modela el imaginario sexual de los jóvenes, que aprenden a reproducir los actos violentos que ven en ellas y toman la sumisión y humillación de las mujeres como fuente de excitación. El sexo del porno es violencia, abuso y explotación. La pornografía deshumaniza completamente la sexualidad y, en la medida en que la educación sexual está totalmente ausente en las aulas, la pornografía se cuela en nuestras relaciones interpersonales desde adolescentes y perpetúa la violencia machista atando nuestras relaciones a las representaciones pornográficas que son las únicas referencias sexuales de millones de jóvenes.
De esta manera, los casos de violaciones en grupo que no han dejado de sucederse en el Estado español y a nivel internacional son un reflejo del impacto de este negocio en la juventud: el porno es la escuela de las manadas que trasladan de la pantalla a nuestras calles la violencia machista más descarnada. No es casualidad que la búsqueda en internet de las palabras “violada” o “violación” en este tipo de vídeos siga aumentando.
La pandemia de la explotación sexual
La crisis económica desencadenada a raíz de la pandemia mundial del Covid-19 no la sufrimos todas y todos por igual. Y para un ejemplo claro está la industria del porno.
A nivel global, la industria del porno mundial generó en el pasado año 2019 unos beneficios de alrededor de 9 billones de dólares a base de distribuir grabaciones de auténticas violaciones y actos extremadamente violentos. El 46% de las mal llamadas “actrices” –que son auténticas víctimas– se adquieren a través de la trata y constantemente tienen que realizar las grabaciones bajo los efectos de las drogas para soportar las escenas.
Uno de los portales de pornografía más conocidos, Pornhub, abrió al público su contenido de pago durante la totalidad de la pandemia. Esta web pornográfica declara en su informe de abril que “el tráfico mundial sigue siendo mucho mayor de lo que era antes de que la pandemia se extendiera por todo el mundo”, con un incremento máximo del 24,4% en el mes de marzo.
La miseria a la que se ha condenado durante la pandemia a la clase trabajadora y, especialmente a las mujeres que formamos parte de ella, disparó en un 300 % el aumento de solicitudes para formar parte de las plataformas estilo “camgirls”, que consisten en la realización de actos sexuales a través del ordenador a cambio de dinero de los usuarios que las ven. Este estilo de pornografía, que es presentado por los grandes empresarios del sector e incluso por sectores de la pequeña burguesía como una “decisión personal” que te puede ayudar a “salir de un apuro”, esconde el mismo horror que el porno “tradicional”. Como quien paga manda, la explotación sexual de niñas y el tráfico de personas para esclavizar su cuerpo a través de una webcam ya es una práctica reconocida en la industria de las camgirls.
Onlyfans: el lobo de la pornografía disfrazado de oveja
Aprovechando la situación de absoluta precariedad y desesperación causada por la gestión de la crisis sanitaria, la industria del porno ha creado una nueva plataforma con la que poder seguir extendiendo su negocio: Onlyfans.
Esta renovación del concepto “camgirls”, que ha gozado de una gran difusión especialmente entre la juventud durante la pandemia, alcanzó la cifra de 30 millones de usuarios en el mes de mayo. Mediante una suscripción mensual al perfil de cada usuario, en su aplastante mayoría mujeres jóvenes y menores de edad, se tiene acceso a los contenidos pornográficos, interacción y “trato personalizado” que éstas publican en la plataforma. De esta forma, el 80% de las ganancias van destinadas al usuario que los publica y el 20% restante a los bolsillos de la empresa.
En pleno apogeo de la crisis sanitaria, Onlyfans recibía 500.000 nuevos usuarios cada 24 horas y entre ellos, 7.000 y 8.000 eran creadores de contenido. A pesar de que formalmente sólo puedes ser usuario de la plataforma si eres mayor de 18 años, no existe ningún control de ello. Según un documental de la BBC “#Nudes4Sale” (Desnudos a la venta) el aumento de los menores de edad que venden contenido explícito no sólo en Onlyfans, también por Twitter y Snapchat, es muy preocupante.
Aunque Onlyfans no se vende públicamente como una red social de pornografía, sino como una “plataforma sin censuras para adultos” sólo hay que investigar qué hay detrás de esta plataforma, que dista mucho de generar un contenido “independiente y autónomo”. Onlyfans fue fundada por Tim Stokely, creador de otras plataformas como Glamgirls y Custom4u y administrada por la sociedad Fenix International Ltd, cuyo propietario, Leo Radvisnky, un pez gordo en el mundo del porno vinculado a webs de pornografía reconocidas como MyFreeCams.com y MyFreeNubilestube.com, siendo el contenido de esta última específicamente de pornografía hardcore con adolescentes, desaparecida hace tan sólo cuatro años.
Los medios de comunicación, que juegan un papel clave en la perpetuación de la opresión de las mujeres y son un gran lavado de cara para los proxenetas y los magnates del negocio de la pornografía y la prostitución, han presentado titulares tan repugnantes como “Onlyfans: usted también puede enriquecerse como una estrella del porno” (El Mundo, 23 de mayo de 2020) o “El fenómeno OnlyFans: ¿ha salvado el porno o lo ha convertido en el nuevo Uber?” (El País, 9 de noviembre de 2020).
No hay nada nuevo bajo el sol, sólo la perpetuación de la violencia más brutal, de la cosificación del cuerpo de las mujeres para el control y disfrute masculino, generando enormes beneficios para los bolsillos de los empresarios mediante pornografía a la carta.
Nuestros cuerpos ni se compran ni se venden
Con el crecimiento de esta plataforma, no han tardado en salir voces “feministas”, representantes de la pequeña burguesía, que pretenden vender Onlyfans como una vía empoderante de ganar dinero extra y que “no hay ningún problema en que una chica decida cuándo y cómo enseñar su cuerpo”. Incluso algunas actrices porno y modelos conocidas que forman parte de esta plataforma, afirman obtener beneficios de miles de dólares al mes a través de vender sus fotos e “interactuar” con los clientes”, un auténtico canto de sirena hacia las millones de jóvenes y menores de edad que, ante la falta de cualquier tipo de oportunidad laboral y la imposibilidad de tener cierta independencia económica, se ven atraídas hacia la industria del porno, atadas a los círculos de la prostitución, para buscar una solución rápida al futuro de miseria que este sistema nos tiene preparados.
Pero la comercialización de nuestros cuerpos para inflar las cuentas de los empresarios del porno y los proxenetas, nada tiene que ver con “elección personal”, “libertad sexual” y “empoderamiento”. Ninguna mujer que tenga que vender su cuerpo para recibir una compensación económica –ya sea una foto, un desnudo delante de una webcam o las que se encuentran encerradas en burdeles– está tomando una decisión “libre”. ¡Basta ya! Cuando la alternativa es la pobreza extrema, un desahucio, ser deportada o pasar hambre, no eres “libre” para elegir.
La proliferación de Onlyfans así como el auge del consumo de material pornográfico es la clara prueba de la importancia y la necesidad impostergable de que en nuestros centros de estudio exista una asignatura de educación sexual para educar contra la cultura de la violación, para enseñar en el respeto, en la igualdad, en crear relaciones sexuales y personales sanas, basadas en el consentimiento, la fraternidad y la solidaridad entre las personas.
La pornografía es la escuela del machismo y es esclavitud sexual. La necesidad de acabar con esta lacra propagandística de la prostitución y el machismo, de romper las cadenas de las mujeres víctimas de la esclavitud sexual es urgente. No queremos palabras, exigimos soluciones reales: acceso a un trabajo digno para las jóvenes y trabajadoras, vivienda pública y asequible, una sanidad y educación 100% gratuita y garantizada, derecho a la ciudadanía y derogación de la ley de extranjería. Estas son las medidas que desde el Ministerio de Igualdad se deberían toman si se pretende terminar de una vez por todas con la violencia sexual. Desde Libres y Combativas seguiremos defendiendo implacablemente la necesidad de derrocar este sistema y construir una sociedad nueva, una sociedad socialista, donde nunca más una mujer tenga que vender su cuerpo para poder sobrevivir.
¡Abolición de la prostitución y la pornografía!