Sindicato de Estudiantes · Izquierda Revolucionaria
El 13 de diciembre finalizará en Madrid la Cumbre Climática conocida como COP25 tras más de diez días de reunión donde han participado representantes de 200 países de todo el mundo.
Bajo el lema “tiempo de actuar”, este encuentro climático ha sido una plataforma publicitaria descarada para las grandes empresas capitalistas responsables de la actual degradación ambiental. En una época de decadencia del sistema, la destrucción del planeta avanza a pasos de gigante mientras los culpables de esta situación se reúnen en cómodas butacas.
Un nuevo fracaso
La propaganda ha funcionado a toda máquina para vendernos la conferencia de Madrid como un paso adelante para seguir desarrollando los acuerdos alcanzados en París en 2015, todos ellos incumplidos sistemáticamente por las multinacionales.
La COP25 ha basado su encuentro en dos propuestas principales. La primera es la Alianza por la Ambición Climática, formada por un total de 73 países (así como regiones y ciudades, además de 787 empresas y 16 grandes inversores) que han expresado su intención de reforzar sus planes de acción climática a partir del año 2020 para alcanzar la “neutralidad climática en el 2050”, es decir, lograr un balance de emisiones 0 (1).
A pesar del optimismo con el que se ha recogido este pacto en los medios de comunicación, es imposible conocer qué medidas concretas tomará este listado de países para cumplir dicho objetivo. La Ministra de Medio Ambiente del gobierno de Chile, Carolina Schmidt, en quién recae la presidencia de la Cumbre, sacaba pecho y afirmaba que: “Subrayamos nuestra fuerza global para lograr mayor ambición. Más y más líderes se están sumando a este esfuerzo para demostrar que el aumento de la ambición en los compromisos [...] es tanto necesaria como posible. Estamos aquí para escuchar lo que nuestras poblaciones demandan”.
No deja de ser bochornosamente irónico que estas palabras salgan de la boca de una ministra del gobierno asesino de Piñera en un momento en el que el pueblo chileno exige la renuncia inmediata del presidente y la caída de todo el ejecutivo.
El cinismo es de tal calibre que pretenden presentar una alianza vacía y sin ninguna propuesta, y del que no participan los principales emisores de gases invernadero (China, India, Brasil y EEUU), como la principal aportación de la COP25.
El segundo pilar de la Cumbre ha sido el conocido como EU Green Deal, Pacto Verde Europeo, impulsado por la Comisión Europea y que “debe permitir a las empresas y a los ciudadanos europeos se beneficien de una transición ecológica sostenible”. A pesar de la verborrea sobre reducir la contaminación y proteger la vida que se presenta en el documento, basta con rascar un poco la superficie de esta presentación del Green New Deal (GND) a la europea para descubrir cuál es su columna vertebral: ayudar a las empresas, mediante desgravaciones fiscales y subvenciones, para que se conviertan en “limpias” y generen “productos verdes” y así, se convierta en un “incentivo para la inversión”.
En la hoja de ruta del Pacto Verde se calcula que para cumplir los objetivos marcados (la descarbonización de la economía europea, etc) se exigirá una inversión anual de 260.000 millones de euros, por lo que “habrá que movilizar a los sectores públicos y privados” y en el que el Banco Europeo de Inversiones ofrecerá apoyo adicional.
Con esta medida presentada en Bruselas al calor de la Cumbre del Clima de Madrid se confirma por qué los revolucionarios y revolucionarias rechazamos el GND como una alternativa para solucionar la crisis ecológica. Esta fórmula abrazada tanto por la Unión Europea como por el Partido Demócrata de EEUU, pretende esconder bajo la alfombra la responsabilidad que las multinacionales tienen ante la crisis climática más grave de la historia del planeta. Cuando se especifica que los bancos y el sector privado podrán financiar la supuesta “transición ecológica europea” hablamos de que los mismos capitalistas que deciden qué, cuánto y cómo se produce, quienes obtienen beneficios obscenos explotando la Tierra y a quienes vivimos en ella, serán presentados como aliados en la lucha contra el cambio climático, lavándose así todavía más la cara y haciendo, por supuesto, un gran negocio.
Los mercados de carbono o cómo especular con el medio ambiente
Una de las polémicas que ha recorrido la COP25 ha sido sobre los mercados de carbono, recogidos inicialmente en el Protocolo de Kyoto, donde los gobiernos y empresas pueden acudir a una especie de bolsa en la que se pueden comprar cupos, derechos de emisión o toneladas de dióxido de carbono equivalentes (COE2) no emitidas. Este mercado actualmente mueve 150.000 millones de dólares y supone un mecanismo especulativo salvaje que ha beneficiado a los países y empresas que más han aumentado sus emisiones y que pueden comprar más barato el COE2 en los mercados antes de cumplir las normativas climáticas aprobadas.
Esta realidad es la que ha explica que las emisiones no sólo no se hayan reducido sino que han aumentado escandalosamente: en 2018 se registró el récord histórico de concentración de gases efecto invernadero más alto de los últimos tres millones de años.
Además, a este mercado del carbono se han unido los “créditos” y “bonos” creados, valores con los que se especula en la bolsa. No sólo no han significado ningún paso adelante, las cumbres climáticas y los protocolos nacidas de ellas han abierto de par en par las puertas a la especulación con el propio cambio climático.
A pesar de la gravedad de esta situación, en la conferencia de Madrid no está previsto aprobar nuevos objetivos de reducción de emisiones, una tarea que se reserva… ¡para la próxima COP en Glasgow de 2020!
No hay término medio: o con los capitalistas o con el planeta
Una de las cuestiones más escandalosas de la COP25 ha sido el papel que se ha otorgado a las grandes multinacionales capitalistas, en este caso españolas, en la organización y financiación de la misma, como hemos explicado en otros artículos.
El día que arrancaron las negociaciones, toda la prensa escrita dedicaba sus portadas a Endesa, la empresa más contaminante del estado español y una de las patrocinadoras oficiales de la Cumbre. Pero el listado es muy largo: Iberdrola, el banco Santander, el BBVA, Repsol, Energy, Coca-Cola y su campaña de marketing “ecologista” ... Todo ello auspiciado por las desgravaciones fiscales garantizadas por el gobierno en funciones del PSOE, que no ha dudado en ponerse al lado de quienes matan nuestro ecosistema y recortan dramáticamente las condiciones de vida de millones de personas.
Pero no sólo hemos tenido que soportar este regalo que el Ejecutivo de Sánchez ha ofrecido a las multinacionales. El primer día de la Cumbre Climática, en una gran pantalla aparecía el presidente chileno Sebastián Piñera, el responsable de más de 30 muertos y 2.000 heridos en la represión salvaje contra el pueblo de Chile, ofreciendo un saludo a todos los participantes de la COP25, agradeciendo a España “su solidaridad y comprensión” y disculpándose por no poder estar presencialmente en la capital española por “la ola de violencia criminal” que se vive el país.
Unos días más tarde, quien subía al estrado era Alejandro Sanz. Este multimillonario con residencia en Miami, conocido por apoyar entre otros al golpista de Guaidó en Venezuela, afirmaba que “todos somos culpables y todos somos parte de la solución”. No hace falta ser un gran experto en la materia para comprender que no, que aquellos quienes viajan en jets privados y quienes viajamos en transporte público no somos iguales ni contaminamos lo mismo. Dos ejemplos que radiografían la farsa delirante que se ha vivido estas semanas en Madrid.
Una situación límite. El problema es el capitalismo
El pasado jueves, un grupo de investigadores presentó en la Cumbre del Clima un informe que señala que el aumento de la temperatura en dos grados provocará un deshielo que, en el peor de los escenarios, hará que no exista ningún glaciar fuera de los Polos y el Himalaya, perjudicando así el suministro de agua dulce.
Como en otras ocasiones los medios de comunicación recogieron este documento, y se preguntaban alertados cómo era posible que los líderes mundiales siguieran sin escuchar a la comunidad científica y a los miles de jóvenes que se han manifestado durante meses por todo el globo.
Como la experiencia se ha encargado de demostrar, en un momento histórico donde la la tecnología nos permite conocer al detalle toda la información que poseemos sobre la crisis ecológica, el punto fundamental no es la falta de comprensión del estado en el que se encuentra el mundo, sino el modo de producción capitalista. Un sistema que se basa en la acumulación de beneficios privados, cuya lógica tiene consecuencias sociales y medioambientales dramáticas, es incompatible con las demandas e intereses de la mayoría de la sociedad.
Por un ecologismo revolucionario y anticapitalista
El pasado 6 de diciembre, más de cien mil personas tomamos las calles de Madrid en una gran manifestación contra el cambio climático. Una movilización convocada por decenas de colectivos y organizaciones ecologistas, sindicatos y movimientos sociales, pero de la que participaron también, escandalosamente, empresarios y ministros de la derecha. Como ya hemos visto en muchas ocasiones, los firmes defensores de este sistema criminal intentan descafeinar y directamente asimilar un movimiento que ha conectado de forma clara con la juventud a nivel mundial.
Desde el Sindicato de Estudiantes e Izquierda Revolucionaria esa misma semana irrumpimos en el pleno de la Cumbre para denunciar el teatro bochornoso que se vivió entre esas paredes y participamos en la manifestación organizando un bloque anticapitalista para denunciar la farsa de la COP25 y en defensa de un ecologismo revolucionario y anticapitalista.
Esta es la única forma de desenmascarar a quienes se están lucrando con el cambio climático. Nuestra lucha no es una batalla individual, por eso no buscamos soluciones individuales ni partidos del sistema por muy verdes que sean. Luchamos contra el capitalismo porque es el origen de todos los males que nos golpean. El capitalismo no puede ser ni más social ni más ecológico. Sólo luchando por la transformación socialista de la sociedad podremos frenar esta barbarie y construir un mundo donde nadie nunca más conozca ni la explotación, ni la miseria ni la desigualdad y podamos convivir en absoluta armonía con nuestro planeta.
(1) Esto significa que los gases que sean emitidos a la atmósfera sean absorbidos por bosques u otros sumideros.