(A continuación publicamos una entrevista realizada por el periódico marxista El Militante a Tohil Delgado, secretario general del Sindicato de Estudiantes)
Tohil Delgado es secretario general del Sindicato de Estudiantes desde el 23 de noviembre de 2008, cuando fue elegido por su XIV Congreso. Es licenciado en Sociología y actualmente es estudiante de Antropología, tiene 27 años y vive en Madrid, donde nació. Actualmente reside en pleno Carabanchel, uno de los barrios obreros de Madrid más importantes de la ciudad y con más inmigración. Tohil fue detenido la madrugada del domingo 3 octubre al interesarse por la situación de una mujer inmigrante que estaba siendo objeto de una actitud policial muy agresiva. Entre su detención y su puesta en libertad, tras declarar en los juzgados de Plaza de Castilla, transcurrieron 39 horas.
El Militante.- Tohil, explícanos los hechos que acabaron con tu detención.
Tohil Delgado.- El sábado pasé el día en casa de mi familia y por la noche visité a un amigo con un esguince. Me despedí tarde de él y llegué con mi pareja sobre la 1:30h. a mi barrio, donde antes de ir a casa decidimos pasear al perro. Cuando estábamos a escasos 200 metros de nuestro portal oímos a una mujer gritar muy angustiada justo en la acera de enfrente. Lo que hice en ese momento es lo que cualquier persona habría hecho. Cruzar la calle para tratar de socorrerla en lo que fuera posible. Mientras cruzaba la calle, saqué el móvil y empecé a grabar lo que sucedía con el ánimo de que el agresor huyera al ver una cámara. Al estar a escasos dos metros me di cuenta de que el agresor era un policía que estaba golpeando con brutalidad a una mujer, medio tirada entre un coche y el suelo. Cuando el policía me vio gritó a otro para que me detuviera. Me cogieron, me pusieron contra la pared y ahí estuve unos segundos, hasta que el primer policía apareció frente a mí y me golpeó con fuerza en la cara, me golpeó en la pierna, me tiró al suelo y me pisó la espalda durante un rato. Poco después me esposó y me metió en un coche patrulla. Allí me amenazó de muerte y se volvió a la calle. A los pocos minutos se montó en el coche trayendo a otro detenido y nos llevaron a los calabozos de la comisaría de Carabanchel.
EM.- ¿Cómo calificarías esta actuación policial?
TD.- De una brutalidad y un salvajismo injustificable, agrediendo especialmente a las mujeres que allí se encontraban, mientras que los familiares sólo les gritaban que por favor las dejaran en paz.
EM.- Todo se ha producido a escasos metros de tu casa, ¿cuál es la convivencia en el barrio entre la gente nativa e inmigrante? ¿Ha habido otros incidentes con la policía?
TD.- En Carabanchel hay una comunidad de trabajadores inmigrantes muy amplia y muy diversa. Asiáticos, africanos, latinos, europeos del este... Nunca he visto problema alguno entre las diferentes comunidades y los vecinos de toda la vida. La normalidad en las relaciones entre unos y otros es la tónica general. Sin embargo, lo que sí es muy habitual es ver cómo coches de policía se paran bruscamente al pasar al lado de un grupo de inmigrantes, para darles el alto y pedirles la documentación, muchas veces de una manera muy agresiva.
EM.- ¿Cuál fue el trato que recibiste en el traslado hacia la comisaría y dentro de ella?
TD.- En el traslado me hicieron alguna otra amenaza, ya no de muerte, sino sobre lo que me esperaba poco después. En cuanto me bajaron del coche sólo pasaron veinte o treinta segundos hasta que me golpearon fuertemente en la pierna, mientras bajaba la rampa de acceso a los calabozos, casi me caigo al suelo. Como pasábamos cerca de una cámara de vigilancia, oí una voz que decía: "Ahí no, en el baño". No hubo más golpes hasta que entramos en los propios calabozos. Después de estar unos minutos sentado, volvió a aparecer el mismo policía. Me levantó, con las manos esposadas, me llevó a un cuarto contiguo, se puso los guantes mientras me preguntaba si yo no sabía que a la policía no se le podía grabar, y comenzó a golpearme en la cara una y otra vez. Finalmente, como me choqué varias veces contra la puerta, llamaron desde fuera, pararon los golpes y me devolvieron a la sala donde nos registraban e identificaban a todos los detenidos.
EM.- ¿Pudiste tener algún contacto con otros detenidos? ¿Qué viste durante tu detención en la comisaría?
TD.- Casi siempre estuve con alguno o varios de los trabajadores ecuatorianos que fueron arrestados conmigo, aunque apenas pudimos cruzar algunas palabras en las primeras 30 horas de detención. Los que sí hablaban eran algunos policías, que se dirigían a los inmigrantes en términos absolutamente despectivos y racistas, con provocaciones constantes, acusándoles de ser delincuentes comunes y demás cuestiones similares. Posteriormente, pude ver cómo en los calabozos de Moratalaz todos los insultos se convertían en una auténtica paliza contra un detenido peruano que allí se encontraba.
EM.- ¿En qué momento supiste que ya había un primer grupo de apoyo fuera de la comisaría?
TD.- Las primeras noticias del exterior las tuve 13 horas después de mi detención. Cuando pude ver a mi abogado, un gran colaborador del Sindicato de Estudiantes. Aunque poco antes de las 3 de madrugada ya me imaginé que los compañeros del Sindicato estarían volcados en lograr mi liberación, puesto que los golpes pararon súbitamente y comenzaron a preguntarme si estaba metido "en algo raro, en algún sindicato o algo de eso". Cuando les respondí que pertenecía a un sindicato se iban y volvían, hasta que apareció de nuevo el primer policía y me volvió a amenazar diciéndome que le daba igual quiénes fueran mis abogados, que él tenía allí los suyos (agarrándose la entrepierna). Otro policía le cogió del hombro y ya no volví a verle más.
EM.- ¿A qué hora se produjo el traslado a Moratalaz y en qué condiciones estuviste allí?
TD.- Si no me equivoco (allí no teníamos reloj ni acceso a la luz natural) nos trasladaron a las 21:00 horas del domingo, en un furgón en el que había seis plazas apelotonadas en la parte final, en dos pequeñas bancas. Éramos ocho esposados de dos en dos, así que algunos tuvieron que ir de pie y encorvados todo el traslado.
El clima en los dos calabozos era de terror. El miedo a "hacer algo mal" era constante, los gritos y comentarios racistas también se podían oír allí. Sobre las condiciones materiales de los calabozos se podría dedicar una entrevista entera. En Carabanchel, las primeras trece horas tuve que estar tumbado sobre dos "mantas" puesto que no había colchonetas para todos. El olor de las cañerías y del water atascado llegaba por oleadas cada cierto tiempo y era muy penetrante. El desayuno y la cena eran muy, muy escasos. En Moratalaz sí que tuve colchoneta desde el principio, pero aquí no había "mantas", además estábamos mucho más hacinados que en Carabanchel, donde dormíamos a 50 centímetros entre uno y otro. Los encarcelados en Moratalaz se quejaban de que no les hacían caso cuando pedían ir al servicio, por lo que tenían que coger los pequeños bricks de zumo, abrirlos, vaciarlos y orinar dentro de ellos. Otros incluso lo hicieron rajando las colchonetas y haciéndolo dentro de la goma-espuma.
EM.- ¿Cómo valoras los pasos que se dieron por parte del SE y otras organizaciones de la izquierda desde tu detención y qué efectos crees que tuvo sobre los responsables de tu detención?
TD.- Aunque estaba muy, muy nervioso confiaba plenamente en mis compañeros. Sabía que mi pareja estaba comenzando a coordinar la ayuda desde el primer momento, puesto que la vi desde el coche de policía en el que me encontraba esposado llamando a los compañeros. Esta reacción tan rápida fue la clave para proteger mi integridad y la de los seis detenidos conmigo, no me cabe ninguna duda. Hubo un cambio total en la actitud de la policía a partir de las 2:45 a.m. Momento, por lo que me han contado después, en el que cuatro compañeros de la ejecutiva del Sindicato se presentaron en comisaría exigiendo mi liberación. Pude saber de la campaña de apoyo porque un policía me dijo: "tú tienes muchos amigos en todos lados, ¿no?", en clara referencia a las llamadas que se estaban haciendo desde todo el Estado a la comisaría y a delegación de gobierno. Desde afiliados al Sindicato de Estudiantes, organizaciones de derechos humanos, sindicalistas de CCOO, UGT, CGT..., hasta Cayo Lara llamó a delegación de gobierno para interesarse por nuestra situación. Una vez en la calle he podido saber que diferentes organizaciones en México, Venezuela y Colombia se interesaron por nuestra situación y exigieron nuestra inmediata liberación. También hemos recibido apoyos desde Argentina, Paraguay, Dinamarca, Italia... y ahora algún fuerte apretón de manos de vecinos de Carabanchel.
EM.- ¿Cómo fue la comparecencia ante el juez?
TD.- Fue muy fría. Tuve la impresión de que daba por sentado que todas las acusaciones eran ciertas, pero es lógicamente una impresión mía. Además después de preguntarme mi versión de los hechos, llegado un momento el juez consideró suficiente lo que había declarado y no pude explicar todo lo que presencié en los calabozos.
EM.- ¿De qué cargos se te acusan?
TD.- Estoy en libertad provisional con cargos por atentado a la autoridad.
EM.- ¿Qué pasos va a dar el Sindicato de Estudiantes a partir de ahora?
TD.- Ya hemos pedido una reunión a delegación de gobierno y hemos entrado en contacto con los abogados que van a llevar a partir de ahora el caso, y con los que también interpondremos nuestra querella por amenazas, malos tratos y comportamientos racistas. Queremos la expulsión inmediata de todos los agentes y mandos que participaron o ampararon las actuaciones de brutalidad y racismo de las que fuimos víctimas.
EM.- ¿Cuál ha sido la reacción de tus padres, de tu familia, de tus amigos ante la detención?
TD.- La verdad es que cuando salí me quedé muy impactado y un poco avergonzado de ver a tanta gente (y eso que me dijeron que a las once de la mañana eran muchos más, y que además se había convocado una rueda de prensa en la puerta de los juzgados). Me alegré mucho de poder abrazar a todos los compañeros que estuvieron día y noche luchando por nuestra liberación. Pero para mí fue especialmente emotivo ver a amigos que hacía meses y meses que no veía. Algunos incluso habían pedido el día libre en el trabajo (estando las cosas como están) para poder estar presentes a mi salida de los juzgados. Mi familia, aunque muy emocionada, comprendió perfectamente lo sucedido y estaba incluso más agradecida que yo a todo el trabajo y esfuerzos de la organización para lograr los apoyos y la protección que me dieron.
EM.- ¿Crees que las organizaciones de izquierdas y los sindicatos podrían hacer algo más para acabar con esta situación?
TD.- Lo que me ha pasado a mí ha sido muy útil para poder levantar la voz sobre esta situación. Los sindicatos y especialmente Izquierda Unida se han implicado mucho en la campaña. Algo de lo que estoy enormemente agradecido. Pero es verdad que hay más pasos que se pueden dar, especialmente en el frente sindical. Sería muy positivo que los grandes sindicatos comenzaran a organizar a los inmigrantes, tengan o no papeles, hombro a hombro con los trabajadores nativos. Integrándoles más aún en la sociedad, en la práctica dándoles una mayor protección y derechos, exigiendo la derogación de la Ley de Extranjería y el cierre de todos los Centros de Internamiento para Extranjeros (CIES).
EM.- ¿Qué conclusiones sacas de esta brutal actuación policial, tanto en el plano personal como político?
TD.- Como ya te digo creo que lo más importante es la utilidad que podamos hacer de lo sucedido. Una agresión racista brutal. Lo que me pasó a mí le sucede cualquier noche en alguna ciudad del Estado a un sinfín de inmigrantes. Ahora se sabe algo más de las penurias, malos tratos y persecución que padecen. Estoy muy impresionado por la fuerza de la familia de ecuatorianos con la que fui encerrado, por la de todos ellos, desde el más joven (19 años) hasta el mayor (49). Aunque, sobre todo por la de las dos mujeres. La madre de unos 45 años (que finalmente no fue detenida) y la de su hija de 21. Son de una dignidad abrumadora, uno se siente orgulloso de haber estado a su lado.