Masivas movilizaciones están recorriendo de nuevo el mundo árabe. A las insurrecciones populares en Argelia, Sudán o Iraq, se une ahora el mayor estallido social que se recuerda en décadas en el Líbano. La clase obrera y la juventud libanesa se han levantado contra un gobierno corrupto, contra el sistema capitalista y el imperialismo que impone a la mayoría unas condiciones de vida miserable. Los trabajadores y los jóvenes han puesto contra las cuerdas al Régimen.
“El pueblo quiere la caída del Régimen”
Las movilizaciones comenzaron el pasado 17 de Octubre en Beirut y han continuado de manera ininterrumpida, extendiéndose a lo largo y ancho de todo el país a pesar de la represión policial. Trabajadores, jóvenes, personas pobres, de distintas religiones y confesiones se han unido en un mismo movimiento masivo bajo la histórica consigna “el pueblo quiere la caída del Régimen”. Esta consigna fue, hace ocho años atrás, el sello de la Primavera Árabe. Tras años de sectarismo religioso, centenares de miles de personas han demostrado que la forma que vencer a todas las falsas divisiones que la clase dominante nos intenta imponer es la lucha organizada de los trabajadores y la juventud.
La fuerza del movimiento es arrolladora. Los cierres de bancos, escuelas, administraciones públicas, los cortes de carreteras y accesos y la determinación de centenares de miles de personas ya han provocado la dimisión del primer ministro, Saad Hariri. Este cese, lejos de calmar los ánimos, fue respondido por los manifestantes de forma contundente: ¡No es suficiente! ¡Todos es todos! ¡La lucha continúa hasta que tumbemos el Régimen por completo!
¿Qué hay detrás de esta explosión social?
En un intento de banalizar las protestas en Líbano, los medios de comunicación han puesto en foco en que el punto de partida de éstas fue un “impuesto sobre las llamadas por Whatsapp”, incluso, en algunos periódicos se habla de esta demostración de fuerza de los libaneses como “la revolución del Whatsapp”. Si bien este surrealista impuesto ha contribuido a encender la llama de la indignación en el Líbano, lo que estamos viviendo es un movimiento revolucionario que hunde sus raíces en causas y problemas muy profundos.
Un 30% de las personas viven bajo el umbral de la pobreza con un 25% de paro. Las deficiencias en las infraestructuras y los servicios más básicos hacen de la vida de miles de libaneses una lucha constante por la supervivencia, que contrasta con la acumulación de beneficios por parte de unos pocos: un 1% de la población acapara el 25% de la riqueza del país. A ello se suma la corrupción crónica que ha dejado el 60% de la riqueza nacional en manos de 2.000 familias y la presencia de mafias que hacen negocios con servicios básicos como el agua y la electricidad. Además, Líbano ha sufrido durante años la bota del imperialismo estadounidense ahogando las reivindicaciones populares de jóvenes y trabajadores.
Este escenario demoledor es lo que explica el por qué estas manifestaciones se han celebrado con una fuerza arrolladora. Es verdaderamente cínico reducir años de explotación, precariedad y miseria acumulada, a un estallido superficial por la imposición de una tasa para poder realizar llamadas por aplicaciones móviles.
La juventud levanta la bandera de la revolución
Los estudiantes se han unido con decisión y entusiasmo a las movilizaciones y no podía ser de otra forma. La juventud libanesa vive una situación límite: 37% por paro y ningún futuro digno a la vista, además de una educación pública en condiciones lamentables, en consonancia con el resto de servicios públicos, como la sanidad o las pensiones.
La educación está paralizada desde el pasado 7 de noviembre, día en que se inició una gran huelga estudiantil que está convocando grandes manifestaciones en las calles de todo el país, movilizaciones masivas que rompen con las barreras entre comunidades religiosas. De hecho, una de las críticas más feroces entre la juventud es que los capitalistas libaneses han utilizado la religión para mantener a la población atada y dividida en su propio beneficio. Tal y como explicaba un manifestante “los libaneses nos hemos unido para que todos podamos ir a un hospital, al colegio y encontrar un trabajo”.
Las manifestaciones se han agrupado a las puertas de distintas instituciones estatales, como el Ministerio de Educación, exigiendo la caída del régimen y un futuro digno. Las reivindicaciones son claras: educación pública accesible, de calidad y libre con las mismas oportunidades para todos, fin de la precariedad y la pobreza generalizada entre la juventud y fin de la corrupción que ha llevado al país a la quiebra económica. Como declaraba un estudiante libanés: “La economía va mal, no hay trabajo, ¿cómo haremos el día de mañana para vivir?”
Desde el Sindicato de Estudiantes nos sentimos profundamente inspirados por la lucha que los jóvenes libaneses están protagonizando, la misma que la de toda la juventud a nivel mundial: por un presente y futuro en condiciones dignas que este sistema criminal nos niega categóricamente. Mandamos toda nuestra solidaridad con los estudiantes y el conjunto de los trabajadores libaneses. Es más necesario y urgente que nunca acabar con el capitalismo y construir una sociedad nueva a nivel internacional. Estaremos a vuestro lado en esta batalla. Como se escuchaba en la emblemática plaza de la Libertad: ¡Revolución, revolución!
¡Viva la lucha de los jóvenes y trabajadores libaneses! ¡Abajo el Régimen, todo el poder para el pueblo!