(Por su interés reproducimos un artículo sobre la lucha de los estudiantes colombianos recogido de la web de El Militante Colombia)

El mundo al revés. La resistencia universitaria en las calles
La decisión de las autoridades de la Universidad de Antioquia de establecer un chip (la lllamada Tarjeta de identificaciòn personal -TIP-) con el que perseguir e investigar a los estudiantes provocó movilizaciones y protestas estudiantiles Publicamos este relato publicado por los camaradas de Plano Sur (www.plano-sur.org) en el cual uno de los estudiantes participantes en las protestas surgidas espontàneamente tras la decisión de las autoridades  de cerrar y militarizar la Universidad de Antioquia (UdeA) explica lo que ocurrió y denuncia la brutal represión policial.

Colombia es el país del mundo al revés, donde la realidad desborda con creces a la imaginación. Y Medellín, el epicentro de todas las conmociones que agitan como tornados nuestra historia cotidiana. Sucedió apenas ayer, en la Universidad de Antioquia. Lo inimaginable se hizo presente con caricaturesca realidad: la policía, más de cien ESMADs, dentro de la universidad, ocupando el campus con espantosa parsimonia. Afuera, cientos y hasta miles de estudiantes. Es que, en los tiempos presentes, los que reprimen ocupan los claustros, y los que estudian se hallan por fuera de los mismos. Pensándolo bien, la cosa iba conforme a la Idea: la imaginación debería estar en las calles, y la represión encerrada en las aulas, hasta que pueda aprender.

No faltó el grito sarcástico de quien exclamó: “tombos, ríndanse, los tenemos rodeados, salgan del campus o los invadimos”. Era la voz profética de quien sale a lucha con alegría, luego de que le ocupan la casa, con puertas y ventanas quebradas, y el orgullo profundamente herido, y con todo esto, sabe burlarse irónicamente de la realidad, que después de todo, no es la única verdad, puesto que existe también, junto a ella, el terreno de la fantasía y la rebeldía.

El inicio

Muy temprano comenzaron a caldearse los ánimos dentro del estudiantado, a causa del ingreso del ESMAD a eso de las 10:00 am, por orden del gobernador Luis Alfredo Ramos, y bajo el visto bueno de la dirección de la universidad, en cabeza de su rector Alberto Uribe Correa. No habían motivos: nada de encapuchados, nada de papas o piedras, eso sí, los estudiantes en asamblea inconformes con la situación generada por la TIP (tarjeta de identificación personal), que ha sido defendida por las directivas como necesarias para controlar a los “violentos” y a los expendedores de drogas, pero que ha servido, a la fecha, para prohibir: prohibir la entrada, prohibir la palabra por intimidación de directivos que con cámaras se han dedicado a tomar fotos y videos de estudiantes en las porterías, prohibir la libre circulación dentro del campus (sí, esa libre circulación que es un “derecho constitucional”).

La asamblea había decidido hacer un mitin interno, alrededor de la universidad, siguiendo la ruta de la circunvalar, y luego desplazarse hacia el bloque 16, donde funciona la administración, para protestar por la irrupción del ESMAD, violatoria de la autonomía universitaria, más flagrante aún por cuanto no se estaban presentando hechos violentos dentro del claustro. Más de cien policías, y dos tanquetas negras como los pensamientos del gobernador que las dirige, amenazaban con iniciar la represión generalizada.

A las 3:30 pm. Ya la situación era explosiva: los ESMAD impedían el acceso a las escaleras del bloque administrativo, de manera agresiva y provocadora (lo habitual en su carácter), la personería y la defensoría del pueblo hicieron presencia, y una de las defensoras de derechos humanos fue golpeada, sin previo aviso y sin motivo alguno, lo que originó la ira de los estudiantes, a la que se sucedió el chorro de agua que fluía en salvaje cascada de la tanqueta hacia los estudiantes, y  los gases lacrimógenos que llovían a cántaros dentro del campus mismo.

¿Qué podía esperarse en esas circunstancias? A todo movimiento de acción se opone uno de reacción, de igual o mayor magnitud, diría Newton. Comenzaron a sonar las papas, la marejada de piedras respondía la granizada de gases, pero la fuerza era desproporcional. Todo parecía como si fuese una operación previamente premeditada por el gobernador y sus policías rabiosos.

Muchos estudiantes fueron arrinconados en diferentes sectores de la universidad, los que pudieron corrieron hacia la plazoleta Barrientos, y a la final hubieron de salir entre golpe, bolillo, agua y gases a cual más violento. Y sucedió lo que mencionamos en el título: los policías dentro de la universidad, viviéndola a su manera (es decir, destruyéndola), y los estudiantes afuera, como parias académicos, entre estupefactos y enfurecidos, percibiendo una situación inconcebible en un lugar que no fuese Colombia, y en una ciudad que no fuese Medellín, donde las motosierras narcoparamilitares campean a sus anchas.

Los estudiantes que quedaron atrapados dentro de la universidad fueron salvajemente golpeados por la policía. Según datos obtenidos “en caliente”, a eso de las 7:00 pm se reportaban mas de veinte detenidos y cinco heridos, pero el hecho es que aún a esa hora los que resistimos oíamos sonidos dentro de la universidad, y no estábamos en capacidad de saber qué o quiénes habían dentro de las tanquetas cada vez que salían. Lo que sí sabíamos era que hoy los medios y la policía disolverían los hechos que pudimos presenciar en delirantes informes carentes de realidad.

Un error, un error, mucha policía, poca diversión

La realidad suele ser más variada, rica en contenido, abierta y contigente que lo que cualquier persona, el gobernador, el rector y sus secuaces entre ellos, puedan pensar sobre la misma. Si lo sucedido ayer estaba milimétricamente planeado para ellos, el tiro les salió por la culata, y las consecuencias de su salvajada desbordaron ampliamente lo que habían imaginado. Su cálculo era bastante simple: una vez dispersos por la fuerza, los estudiantes saldrían con el rabo entre las piernas camino a casa, y los que resistiésemos seríamos vituperados por la apatía generalizada que promueve el tedio y el hábito de sumisión incoado dentro del claustro. Pero la cosa sucedió de otra manera.

Fue tan brutal la represión, tan inconcebible la situación, tan indignante y espoleadora, que por cientos los estudiantes comenzaron a organizarse espontáneamente, y en la escuela de la vida, esa que te enseña mientras vas haciendo y equivocándote, y por eso te enseña mejor, comenzaron a aprender tácticas de guerra de calles, tácticas de insurrección espontánea de masas.

Mientras los Esmads reprimían a los estudiantes atrapados dentro del claustro, quienes estábamos en las afueras intentamos en varias ocasiones entra, a punta de piedra y empuje, con voluntad intempestiva. Incluso en alguna ocasión, en una avanzada masiva, logramos sacar a los “tombos” de la portería, y si no fuera por la llegada inmediata de más Esmads, se habría recuperado parte del territorio perdido, pero la imaginación casi siempre cede a la fuerza, aunque, como venganza, la distorsione y ridiculice.

Pero, y he ahí la cosa, que ni los policías, ni el gobernador, ni el rector, ni los estudiantes recién allegados a la lucha por la salvajada de los ESMADs, imaginaban, se dio la mejor de las situaciones posibles: los estudiantes nos hallábamos por fuera de la universidad, pero las calles eran nuestras, y esta es la clave de la situación. De un momento a otro, comenzaron a formarse grupos en varias esquinas, taponando las vías, organizando barricadas artesanales, armando fogatas, conformando la resistencia. Fue una valiosísima clase de organización popular la que recibimos, de ahí que, más que sentirnos tristes, riamos a carcajadas llenas de ironía, porque por una tarde aprendimos más en la calle que en la academia, y eso se lo debemos, paradójicamente, a nuestro para-gobernador. ¡Gracias, Luis Alfredo Ramos! ¡Quédese por más tiempo en la universidad con sus policías (y con los estudiantes de derecho, que tampoco sirven para nada! ¡Gracias por abrirnos la vía y enseñarnos la vida en movimiento, la rebeldía que se enseñorea en las calles y carreras.

De resultas de esto, la situación se invirtió: había mucha policía, pero reino la diversión. Era la tarde del PPP (política-pola-piedra). Y emergieron como de la nada líderes estudiantiles, esos que se templan al calor del acero, hermosas mujeres que en un abrir y cerrar de ojos se transformaron en combativas luchadoras, gamines devenidos en superhombres, y todos en una sola marea de solidaridad, resistiendo entre piedra y chanza las oleadas de la policía, que al advertir el error, intentó dispersarnos con sus gases, tanquetas y bolillos, persiguiéndonos por varias calles a la redonda, sin lograrlo. Como en el juego del topo, o como una hidra, la hidra de la protesta, por cada represión de la policía dispersándonos, aparecían nuevas y nuevas tomas de calles, irradiando más de cuatro cuadras a la redonda, generando un trancón inconmensurable, hermanándonos con nuestros hermanos de la calle y la población movilizada a esas horas. Recuerdo una madre que salió de un momento a otro y nos increpó:

-¡Ustedes que están haciendo, los van a golpear!

-Estamos defendiendo la Universidad y resistiendo a la policía.

.- ¿Pero por qué no nos llaman a nosotros sus padres? ¡Nosotros somos quienes debemos luchar por ustedes!

-Ah, bueno.

También sucedió que en cierta calle, de cuyo nombre no quiero acordarme, estábamos (dos compas y yo) asfixiados por una oleada de gases, uno de los cuales por poco impacta en el cuerpo de uno de nosotros, cuando emerge como de la nada una hermosa mujer, joven, cabello castaño rubio, ojos verdes preciosos, una sonrisa amable, y nos pregunta:

-¿Necesitan de esto?

-Miré pensando que se trataba de leche, o vinagre para los ojos. Pero no, ¡Era una cerveza! Que envidia, pero preferimos cigarrillos para disipar la inhalación de gas lacrimógeno. Lo confieso, es una de esas ocasiones en que se siente aquello que llaman “amor a primera vista”.

En otra ocasión, ante un aluvión de gases de gases de los “tombos”, una señora salió de uno de los pisos superiores de los apartamentos frente a la universidad y tiró contra los ESMADs una botella con todas sus fuerzas, indignada de lo que estaba sucediendo.

De un momento a otro, por esa fuerza inefable e incontenible que se llama la revuelta, cada individuo fue absorbido en el todo de la lucha, los fragmentos se unieron, y éramos todos uno solo en la resistencia popular-estudiantil. Como decía Víctor Jara: “y ningún daño le hará estar donde las papas queman”. Lección de que deberían tomar nota los y las estudiantes de la burguesía que aprenden en la universidad.

El gamín es un superhombre

Entre los muchos individuos que se sumaron a la lucha no podían faltar los pequeños Gavroches (Víctor Hugo), los habitantes de la calle, los gorriones de la ciudad, los gamines. Tres gamines jóvenes, fornidos y apuestos, en la plenitud de sus fuerzas, se sumaron rápidamente a la revuelta, ¡Y habría que verlos, que manera de tirar piedras, de cerrar las calles, de organizar los contingentes de estudiantes! Sabe delicioso ver como el sentimiento de superioridad de los intelectuales, emanado de su supuesto “saber”, cede el paso al conocimiento de la calle de estos personajes, verdaderos seres superiores en su terreno.

Pero no solo eso: uno de ellos impactó profundamente a mis compañeros y a mí, porque siendo de la calle, tenía un discurso político que envidiaría cualquiera, comenzando por los estudiantes de derecho, que saben de normas, pero ¡y nada más!, como dice la canción de Silvio.
Habría que verlo a eso de las 7:00 pm, cuando taponamos una calle muy cercana a la universidad, y paramos la circulación de carros: frente a él, en un carro, una mujer joven, con aspecto de universitaria con sentimiento de superioridad, muy molesta por la situación, y dando alaridos de plañidera. El chico se paró frente a los carros y comenzó a gritar de una manera conmovedora:
-Ustedes se molestan porque les taponamos la circulación, mientras nosotros estamos aquí resistiendo por la defensa de la educación pública, ¿es que no les da vergüenza?

Y siguió diciendo cosas por el estilo. Frente a la grandeza, no existe otra libertad que la de amar, y la valentía, arrojo, coraje y el contenido del discurso de este muchacho no ameritaba otra cosa que amor de compañero en la lucha, que fue lo que sintieron mis amigos y yo.

Estos Gavroches estuvieron durante toda la lucha, fueron los últimos en abandonar la pelea, siempre les sobró corazón y entrega, y nunca se quejaron por los gases o las duras corridas. ¡Sí, el gamin es el superhombre de que hablaba Nietzsche!

Cae la noche

Nos retiramos del combate a eso de las 7:30 pm. Éramos ya muy pocos, los simios polciales habían logrado su objetivo: por la espontaneidad de la pelea, y a fuerza de represión, habían logrado dispersarnos al punto que quedamos unos cuantos, y el riesgo de que fuésemos capturados era ya muy alto para correrlo en esas circunstancias.

Por ello, de común acuerdo, decidimos retirarnos, a la espera de la nueva ocasión, sabiendo que la sed de sangre letrada del gobernador no es poca, y que se sobrevendrán nuevas arremetidas contra los estudiantes, pero convencidos de que esta lección no pasará en vano para todos aquellos cientos de estudiantes que nos sumamos en la lucha. El gobernador no logró lo que esperaba: generó tal polarización dentro de la universidad, que si pretende seguir por la ruta d la represión se encontrará con situaciones similares, aunque de seguro que estará preparando nuevas estrategias para prevenir estos errores, y nosotros las nuestras para no caer en sus garras, e igualmente contentos, porque de eso se trata: ¡Sonríe, que vamos a luchar!

Como dice la canción de Silvio, al final:

“Y así termino el día que redacto/ como un batir de alas en la ceniza./ Mañana volverá con nuevo impacto/ el sol que me devora y me da prisa, me da prisa./ Vaya forma de saber que aún quiere llover sobre mojado”