En las últimas semanas han salido a la luz decenas de denuncias de mujeres jóvenes que mientras disfrutaban de su tiempo libre han sido agredidas mediante pinchazos en alguna de sus extremidades. A esto hay que añadir las vergonzosas e infames sentencias que han recaído sobre violadores, después de que la fiscalía haya llegado a un acuerdo.
En Murcia, un hombre de 64 años, jefe de una finca de albaricoques violó, golpeó, insultó a una mujer y amenazó con quitarle su trabajo a ella y a sus compatriotas si le denunciaba. La Audiencia Provincial de Murcia, con el aval de la fiscalía, le ha condenado a pagar las costas procesales, 6.000 euros de indemnización a la víctima, cinco años de libertad vigilada y la obligación de acogerse a un programa de educación sexual. Le salió barato violar.
En Estepona, Málaga, dos policías municipales vestidos de uniforme drogaron y violaron a una chica de 18 años a la que habían dado el alto. Estos miserables, gracias a un acuerdo patrocinado por la fiscalía, han sido “inhabilitados para ejercer cargo público”, y han eludido la prisión (habían sido condenados a dos años de cárcel) a cambio de una indemnización a la joven de 80.000 euros y la asistencia a un programa de educación sexual.
En los hechos, esta justicia patriarcal, machista y reaccionaria que sufrimos, da vía libre a los violadores y agresores sexuales para que se sientan inmunes para seguir atacando a cuantas mujeres les apetezca.
La justicia patriarcal es cómplice del incremento de las agresiones sexuales
Los espacios de ocio son uno de los puntos con mayor concentración de agresiones machistas. Y el modelo de ocio embrutecedor del alcohol y las drogas que el capitalismo ofrece a la juventud, unido a la situación de degradación social y la impunidad que, en la práctica las instituciones ofrecen a los agresores, son el campo de cultivo perfecto para la proliferación de más y más agresiones machistas.
Las salvajes violaciones múltiples que se han estado sucediendo como una oleada durante estos últimos años, no son una excepción, sino la punta del iceberg de los abusos y agresiones machistas que sufrimos las mujeres en general y en los espacios de ocio en particular.
Frente a esta situación tenemos la actuación por parte de la judicatura del Estado que ampara y minimiza estas brutales violaciones, con sentencias que en la mayoría de las ocasiones ponen el foco en la víctima y no en los agresores.
Entre el 1 de enero y el 12 de junio de 2022 se produjeron, solo en Cataluña, 288 casos de sumisión química. Y en todo el Estado han sido interpuestas en estas últimas semanas más de 63 denuncias por pinchazos; cifra que no ha parado de crecer en los últimos días, incluida la denuncia de una niña de 13 años en Gijón que dio positivo en éxtasis líquido.
Además, según datos del Instituto Nacional de Toxicología una de cada tres violaciones son llevadas a cabo bajo sumisión química. En los últimos cinco años, un 33% de las víctimas de agresión sexual dieron positivo en drogas, alcohol, ansiolíticos o fármacos sedantes.
El conocimiento de estas agresiones ha trascendido por el gran impacto público, pero aun así la respuesta por parte de las instituciones ha sido la de minimizar y trivializar el problema, transmitiendo la idea de esto más bien está siendo generando por un sentimiento de “histeria” entre las mujeres y no a causa de la violencia machista que día tras día nos hostiga desde todas las formas posibles.
Esto también es violencia institucional que contribuye a establecer el clima de completa impunidad para los agresores y que termina culpabilizando a las víctimas.
Desde Libres y Combativas exigimos que se ponga fin a estas situaciones y se persiga a los agresores en vez de culpar a las víctimas. Estamos hartas de los “consejos” de todos los años para evitar que podamos ser víctimas de agresiones. Nosotras no somos las culpables de que nos agredan ni física ni sexualmente. Ni mucho menos tenemos que sentir miedo o vergüenza al denunciarlo. Exigimos que los espacios de ocio sean lugares libres de violencia machista, donde las mujeres jóvenes y trabajadoras podamos disfrutar de un ocio sano sin miedo a sufrir ninguna agresión. Llamamos a luchar conscientemente contra estos comportamientos deleznables, a no permitir que ninguna persona se sienta insegura, agredida ni acosada.
La violencia contra nosotras no es un caso aislado: han colocado una diana en la frente de millones de mujeres para ser agredidas, violadas e incluso asesinadas con total impunidad.
Pero nuestra lucha no va dirigida solamente contra todos aquellos individuos que nos agreden, sino también contra el sistema que los ampara. En esta sociedad machista, patriarcal y capitalista, la educación sexual brilla por su ausencia y la pornografía se convierte en el referente de millones de jóvenes. Una práctica que convierte a las mujeres en objetos donde nuestros deseos y consentimiento no existen.
Necesitamos medidas reales y efectivas que pongan fin a la cultura de la violación, necesitamos poner en marcha una asignatura de educación sexual obligatoria e inclusiva en el sistema educativo para luchar contra la violencia hacia las mujeres y para poder disfrutar de nuestra sexualidad de forma libre.
La única solución para acabar con la lacra de la violencia machista, los abusos y las violaciones es plantar cara a este sistema capitalista misógino bajo el que vivimos y transformar la sociedad hasta lograr un mundo en el que de una vez por todas las mujeres podamos ser libres y no valientes.
¡Si nos tocan a una, nos tocan a todas!