En el último periodo ha habido una constante degradación de nuestras condiciones de vida, en especial entre la juventud, mientras que las grandes empresas han obtenido sus más altos beneficios de la historia.

Mientras que en la UE el 16% de los jóvenes está en el paro, en el Estado español el porcentaje se eleva al 23%. Pero los que trabajamos sufrimos un empleo precario: si en Europa sólo el 12,8% de los asalariados tienen contratos temporales, aquí la cifra se eleva hasta el 32,4% y entre los menores de 25 años hasta el 65%. El 90% de los contratos que se ofrecen a los menores de 35 años son temporales y el salario medio de los jóvenes es de 785 euros (865 euros el hombre, 680 euros la mujer, que sufre aún más estas condiciones laborales). Por eso sólo el 23% de los jóvenes comprendidos entre los 15 y los 29 años pueden emanciparse del hogar paterno. Entre 1987 y 2004, mientras que el precio de las viviendas subió un 130%, los salarios sólo se incrementaron un 9%. En cuanto a los accidentes laborales, cada día mueren cinco trabajadores en el tajo, víctimas del ansia de beneficios de los empresarios.

Mientras tanto, CEPSA incrementó en el último año sus beneficios un 48% hasta los 1.010 millones de euros; REPSOL un 29,2% hasta los 3.120 millones de euros; el BBVA un 30,2% hasta los 3.806 millones de euros; Telefónica un 40% hasta los 4.445 millones de euros y el Santander un 72,5% hasta la no despreciable cantidad de 6.220 millones de euros, record histórico de beneficios en el Estado español. Atacan nuestras condiciones laborales cuando tienen resultados récord.

El papel de los dirigentes sindicales

Salvo en contadas excepciones, y siempre obligados por la presión de los trabajadores, los dirigentes sindicales de CCOO y UGT no han dado una batalla seria para evitar que nuestros derechos laborales retrocedan continuamente. Han preferido firmar acuerdos tanto con Felipe González como con Aznar. Estos acuerdos los han tratado de presentar como positivos porque no se retrocedía tanto como la patronal exigía, pero realmente empeoraban nuestras condiciones laborales.

El único ataque que se vieron obligados a rechazar, el decretazo del PP, provocó la huelga general del 20-J de 2002. El éxito de la movilización obligó a Aznar a retirar gran parte del decretazo y a cesar a varios ministros, marcando así el inicio del fin del gobierno del PP. Cada vez que los sindicatos han dado una mínima batalla, los trabajadores han respondido contundentemente, sin embargo, los dirigentes de CCOO y UGT siguen argumentando una supuesta “debilidad” de la clase obrera para, en definitiva, supeditarse a los planes de los capitalistas.

Ahora el gobierno del PSOE ha firmado con los empresarios y con los sindicatos una nueva reforma laboral y una reforma del sistema de pensiones. La reforma laboral generaliza un contrato introducido en 1997 por el PP llamado hipócritamente “contrato bonificado de fomento de empleo”. Un contrato, formalmente indefinido, pero que resulta mucho más rentable para los empresarios, ya que el despido es más barato (33 días por año con un máximo de 24 mensualidades, en lugar de 45 días y 42 mensualidades). Como resultado, los contratos indefinidos se parecerán cada vez más a los contratos temporales. La reforma de las pensiones aumenta el periodo de cotización a la seguridad social para tener derecho a una pensión contributiva y potencia retrasar la edad de jubilación. Con ambas medidas se incrementará el dinero que el Estado regala a los empresarios. Se trata de dos graves ataques que empeorarán aún más nuestras condiciones laborales y enriquecerán más aún a los grandes empresarios.

Aceptar el capitalismo, o luchar por los trabajadores

Los estudiantes y trabajadores franceses lograron, gracias a la movilización masiva, paralizar el Contrato de Primer Empleo (CPE) con el que el gobierno trataba de precarizar el empleo juvenil del país vecino. Los dirigentes de la CGT, que hasta ese momento habían pactado con el gobierno medidas similares al CPE, se vieron desbordados por el movimiento de los estudiantes que tenía enormes simpatías entre los trabajadores. A pesar de que la CGT no llegó a convocar la huelga general de trabajadores, las jornadas de paros fueron muy secundadas y en muchas empresas se convirtieron en huelgas generales. Las manifestaciones conjuntas llegaron a agrupar a más de tres millones de jóvenes y trabajadores. Estas movilizaciones provocaron fisuras y enfrentamientos dentro de la clase dominante y, finalmente, la retirada del CPE. La presión del movimiento obligó a los dirigentes de la CGT a convocar. Su participación fue determinante para conseguir la retirada del CPE.

Los dirigentes de la CGT francesa no se diferenciaban de Fidalgo o Cándido. Para ellos son sólo los empresarios los que crean empleo, y sólo lo hacen cuando tienen grandes beneficios, así que, según esta lógica, los sindicatos tienen que ayudar a que las empresas obtengan más y más beneficios. Pero este razonamiento es falso, la inmensa mayoría de esos beneficios, que se consiguen a costa de los trabajadores, se dedican a la especulación (inmobiliaria, por ejemplo). Si no se obtienen suficientes beneficios, el empresario no tiene ningún problema en trasladar su empresa en busca de mano de obra más barata. La “política realista” de los dirigentes sindicales va en contra de los intereses de los trabajadores. Creer que el sistema capitalista es el único posible, lleva a aceptar lo que exigen los grandes capitalistas. Sin embargo, cada vez es más evidente que garantizar unas condiciones de vida dignas para los trabajadores y jóvenes es contradictorio con aumentar o mantener los beneficios patronales. En el Sindicato de Estudiantes luchamos por el único sistema social que puede garantizar unas condiciones de vida dignas para las masas, el socialismo, es decir, poner en manos de la mayoría de la sociedad la ingente riqueza que produce la clase obrera y que, bajo el capitalismo, se apropian los empresarios.

Lo que está por venir

La burguesía no es tonta. Es consciente de que su política provocará cada vez un mayor rechazo social de la clase obrera. Han tomado nota de lo sucedido en Francia y recuerdan como fuimos los jóvenes y los trabajadores los que con nuestra lucha y movilización desalojamos al PP de la Moncloa. En los últimos conflictos obreros, por ejemplo en la lucha del metal en Vigo la juventud ha sido uno de los sectores mas combativos de la clase trabajadora. La burguesía se prepara para un enfrentamiento creciente y para ello ha lanzado una campaña de calumnias y mentiras sobre la juventud. Presentan a los jóvenes como vagos y maleantes para introducir medidas represivas y recortar los derechos democráticos de la juventud, pero fueron los jóvenes los que masivamente tomaron las calles contra la guerra imperialista, contra el desastre del Prestige o contra la manipulación del atentado del 11-M.

Las movilizaciones por una vivienda digna, nacidas al calor de las luchas en Francia, una vez más han vuelto a demostrar la voluntad de lucha de decenas de miles de jóvenes en todo el Estado. La policía reprimió duramente estas movilizaciones causando varios heridos y detenidos. Esto es sólo un pequeñísimo anticipo de lo que sucederá. Las condiciones laborales y las expectativas de futuro de la juventud provocarán, más pronto que tarde, explosiones sociales similares a las de Francia. En el Sindicato de Estudiantes no nos quedamos de brazos cruzados y convocaremos movilizaciones en defensa de un futuro digno para la juventud, contra la precariedad laboral, por una vivienda digna y en defensa de la educación pública.

Igual que en América Latina presenciamos revoluciones socialistas que cuestionan el orden capitalista, como por ejemplo en Venezuela o Bolivia, la lucha de clases en Francia demuestra que la llama de la Revolución también va a prender en la Vieja Europa, no siendo una excepción el Estado español.