Este curso está siendo muy especial para la mayoría de estudiantes. Hacía mucho tiempo que los jóvenes no salíamos de forma tan masiva a la calle como lo hemos hecho en este primer trimestre de curso.

Presentación

Este curso está siendo muy especial para la mayoría de estudiantes. Hacía mucho tiempo que los jóvenes no salíamos de forma tan masiva a la calle como lo hemos hecho en este primer trimestre de curso. La tranquilidad y la rutina con que comenzaban las clases otros años se transformó este curso en la movilización más importante que ha protagonizado la juventud desde hace quince años, cuando en el curso 86/87 el entonces gobierno del PSOE tuvo que enfrentarse a centenares de miles de jóvenes que salían a la calle para exigirle la mejora de la enseñanza pública. Han sido seis jornadas de huelga y manifestaciones en todo el Estado, en algunos campus huelgas indefinidas y, prácticamente, tres meses de lucha contra el Ministerio de Educación y su Ley de Universidad (LOU) que el gobierno del PP, finalmente, aprobó el 20 de diciembre en el Congreso de los Diputados y que entrará en vigor en los próximos meses.

Desde que el gobierno del PP ganó las primeras elecciones en el año 1996 no se había enfrentando a una protesta tan masiva y con tanta repercusión social como durante estos meses. La mayoría de la sociedad ha seguido con mucha atención nuestras reivindicaciones y las han apoyado porque para los trabajadores era evidente que lo que estaba en juego era un nuevo ataque a los trabajadores y a sus familias: el derecho a una educación superior de calidad para todos, y no sólo para los ricos.

Esta lucha ha sido muy importante por diversas razones. En primer lugar, por el aislamiento social tan grande de la derecha a pesar de su mayoría absoluta en el Congreso. Su apoyo se ha visto totalmente limitado a una ridícula capa de catedráticos y poco más, mientras en la calles, centenares de miles de jóvenes y trabajadores hemos demostrado nuestra oposición a su política de privatización y elitización de la enseñanza. En segundo lugar, porque estas movilizaciones han expresado la frustración de la juventud por las condiciones a las que nos somete el capitalismo, la incertidumbre ante un futuro cada día más difícil, cargado de explotación y precariedad. Las huelgas y manifestaciones contra la LOU han sido una escuela política de primer orden para toda una generación de jóvenes que hemos podido apreciar la auténtica cara de la derecha.

Desde el Sindicato de Estudiantes explicamos desde un primer momento que sí era posible echar atrás la LOU y a través de la movilización se ha comprobado que los estudiantes y también de los trabajadores, tanto profesores como Personal de Administración y Servicios (PAS), estábamos dispuestos a llegar hasta el final. Hemos estado en las mejores condiciones para echar atrás este ataque de la derecha. Sin embargo, sin olvidar el fuerte desgaste social que ha sufrido el gobierno de Aznar, la realidad es que el PP ha podido aprobar la LOU.

Por eso pensamos, y a eso quiere contribuir este folleto, que estas históricas movilizaciones merecen un balance a fondo. Sacar las conclusiones que nos permitan fortalecer y organizar el movimiento estudiantil para poder hacer frente en mejores condiciones las próximas luchas que se van a dar, es el objetivo de este trabajo.

Los ataques de la derecha

Desde que el PP está en el gobierno ha llevado a cabo una política de ataque a todos los servicios sociales, privatización del sector público y, en definitiva, un empeoramiento de las condiciones de vida y las condiciones laborales de los trabajadores. En estos casi seis años de gobierno de la derecha los trabajadores han sufrido en sus carnes dos reformas laborales que borran del mapa el empleo fijo, abaratando y facilitando el despido a los empresarios para que éstos puedan mantener sus beneficios en época de crisis. Las medidas adoptadas por el PP perpetúan además la precariedad laboral, fundamentalmente entre la juventud. Es indignante que hoy en el Estado español haya un millón de jóvenes en paro, y entre quienes tienen la suerte de trabajar, la inmensa mayoría lo hagan en condiciones de máxima explotación, llegando la precariedad laboral a superar el 70% entre los jóvenes. Una política, por otro lado, muy coherente con aquellos a quienes representa el gobierno de Aznar: los grandes empresarios, la banca y los monopolios.

Sólo partiendo de esta perspectiva es posible entender que los planes del PP en el terreno educativo no son una ventolera o una apuesta personal de tal o cual miembro del gobierno o del ministerio de educación, sino que son una parte más de todo el plan general que tiene la burguesía de reducir drásticamente los gastos sociales — privatización de la sanidad, de la educación, reformas laborales, reforma de las pensiones, congelación salarial de los funcionarios, etc—. De hecho, esta estrategia de acoso y derribo contra conquistas históricas del movimiento obrero son ahora una necesidad más apremiante, ya que nos adentramos en un escenario de crisis y recesión económica a escala internacional. Para seguir manteniendo sus beneficios, los empresarios sólo podrán hacerlo a costa de aumentar la explotación y degradar aún más las condiciones de vida de las familias trabajadoras. Y es en este contexto donde tenemos que situar el desmantelamiento de la enseñanza pública que ha caracterizado la política educativa del PP.

Qué significa la LOU ante la actual situación de la universidad

La LOU viene a demostrar cual es el modelo educativo de la derecha: elitización de la enseñanza; competencia entre universidades como si de empresas se tratara, privatización, y un mayor peso en la gestión de la universidad de los empresarios en detrimento de la participación de la comunidad educativa, fundamentalmente de los estudiantes y del PAS. El gobierno, para justificar sus reformas, se ha llenado la boca hablando de la necesidad de dar una mayor calidad a la enseñanza. Sin embargo, en la LOU no se habla ni una sola palabra del punto central para poder tener una universidad pública de calidad; es decir, un plan de financiación que permitiera terminar con los problemas que tradicionalmente arrastra la universidad pública: falta de infraestructuras y medios materiales (bibliotecas, laboratorios, equipos informáticos,...), masificación, escasez tanto de becas como del número de becarios, etc. A pesar de que el Estado español está a la cola de Europa en cuanto a gasto público destinado a la universidad, eso no preocupa al gobierno del PP. De hecho, mientras que la media destinada en los países de la OCDE a la enseñanza superior es del 1’6% del PIB, aquí se destina un ridículo 1’1%.

Pero más vergonzosa aún es la situación respecto a las becas. Sólo hay que leer las declaraciones de la ministra Pilar del Castillo —que pocos días después tuvo que desmentir porque eran completamente falsas—, aparecidas en el artículo Capital humano y bienestar económico, publicado en El País del 9 de noviembre de 2000, para hacerse una idea de por donde van los tiros en esta cuestión. En ellas afirmaba con total desfachatez que prácticamente la mitad de las becas universitarias concedidas "las obtienen familias que ocultan su verdadero nivel de ingresos". Esto no es más que una provocación, cuando hoy miles de familias trabajadoras no se pueden permitir el lujo de enviar a sus hijos a la universidad por motivos económicos. Actualmente el porcentaje de universitarios que recibe algún tipo de ayuda para estudiar está en los niveles más bajos desde hace quince años y menos del 20% de los universitarios reciben beca. Según datos del propio Ministerio de Educación, en los últimos cuatro años se ha reducido en 75.000 el número de becarios mientras que el número de alumnos matriculados en la universidad ha aumentado en 85.000. En realidad, lo que tratan es de engañarnos, o cuando menos confundir a la opinión publica, insinuando que realmente no es necesario este gasto por parte del Estado. No es casualidad que, a la vez, el portavoz parlamentario del PP criticara "la excesiva permanencia de los estudiantes en la universidad", o que se insista en que esa larga permanencia de los estudiantes en la facultad se debe a "la falta de implicación y de responsabilidad de los alumnos y de sus familias en la financiación del gasto real en este nivel educativo". Para el gobierno nada tiene que ver, por ejemplo, que la mitad de los universitarios se matriculen en una carrera no deseada por falta de plazas, ni tampoco que muchos de nosotros tengamos que trabajar y estudiar al mismo tiempo y, por supuesto, nada tienen que ver las condiciones en las que estudiamos ni el coste económico.

Todas estas declaraciones no son gratuitas, sino que forman parte de una campaña consciente por parte de la burguesía para desprestigiar la universidad actual y justificar sus medidas; en definitiva, expulsar a miles de estudiantes del sistema educativo y formar sólo a una pequeña élite bien cualificada, a los futuros dirigentes de esta sociedad.

De hecho, todo esto concuerda perfectamente con la filosofía de fondo que implica la LOU y que no es ni más ni menos que elitizar y privatizar descaradamente la enseñanza universitaria, empezando por el aumento de las tasas. Y, aunque en el primer texto de la ley no se decía nada directamente sobre las tasas (con el claro objetivo de evitar una respuesta inmediata de los estudiantes en un tema clave como este), el PP, de tapadillo y en el debate parlamentario, introdujo la siguiente enmienda a instancia de Coalición Canaria: "Los precios públicos los fijará la Comunidad Autónoma, dentro de los límites que establezca el Consejo de Coordinación Universitaria que estarán en relación con los costes de prestación del servicio". La propia ministra de educación explicaba sus planes dentro de la política general de su partido: "Los objetivos de estabilidad que conlleva el euro y el objetivo de reducir en breve plazo a cero el déficit público por parte del Gobierno marcan límites claros a la financiación pública del sistema educativo en general, y de su nivel universitario en particular".

Para el PP la enseñanza superior es un privilegio para quien se lo pueda pagar. Cuando la ministra afirma que es mentira que se vaya a privatizar la universidad es ella la única que miente descaradamente. Es evidente que la filosofía de fondo es la de aumentar la financiación privada de la universidad, por un lado, aumentando lo que pagan las familias y, por otro, a través de las aportaciones de las empresas, mientras el Estado cada vez se va lavando las manos más y más. Las empresas van a campar a sus anchas en las universidades, por eso no es casualidad que se aumente su presencia y poder en los nuevos órganos de gobierno mientras se reduce la ya escasa representación estudiantil. Como dice el refrán quién paga manda. Si los empresarios ponen dinero serán ellos quienes decidan qué se hace con él, controlarán la universidad a través de múltiples mecanismos (determinarán los criterios de investigación, las carreras que merecen ser financiadas desde un punto de vista de la rentabilidad empresarial, los criterios de selección de estudiantes, etc.).

A la burguesía no le hacen falta más licenciados, les basta con una minoría bien preparada. Sin embargo, esto choca con las necesidades sociales de la mayoría que sí necesitamos más médicos, más profesores, más investigadores o más ingenieros para dignificar nuestras condiciones de vida. Su contrarreforma educativa sólo busca adecuar aún más el sistema educativo al mercado laboral, en el que abunda el empleo basura, poco cualificado y mal pagado. Por eso es tan importante para el Gobierno aprobar sus leyes.

25 de Octubre: El primer paso contra la contrarreforma del PP

El PP, envalentonado con su mayoría absoluta y ante la falta de oposición política por parte del PSOE y de los dirigentes sindicales de CCOO y UGT en los aspectos fundamentales de su política, ha querido dar una batalla a fondo para imponer una contrarreforma educativa en todos los niveles, empezando con la LOU, para continuar con la Ley de Formación Profesional y con la llamada Ley de Calidad.

En otoño del año 2000 el Ministerio de Educación anunciaba que iba a llevar a cabo una reforma de la educación secundaria y el bachillerato a través de la Ley de Calidad y que presentaría el borrador de dicha ley en los siguientes meses. Entre otras medidas, la más destacada era la imposición de la reválida al terminar el bachillerato, sin la cual no se tendría el título de bachillerato aunque se hubiera aprobado y, por tanto, no se podría acceder ni a la universidad ni a los ciclos formativos de grado superior.

El 29 de marzo del 2001 el Sindicato de Estudiantes convocó una primera jornada de protesta en los institutos con manifestaciones en todo el Estado que agruparon alrededor de 80.000 estudiantes. Nuestra intención era clara: si el gobierno seguía adelante con sus planes se iba a encontrar con la respuesta decidida de los estudiantes en la calle. Esta fue una seria advertencia para el PP que pensó que cambiando el orden de sus ataques se encontraría una respuesta menor. Según los cálculos del gobierno la Ley de Universidad sería más vendible y confiaba en aprobar su reforma de la universidad sin muchos problemas; como mucho, algún ataque dialéctico en el Parlamento, pero poco más. Sin embargo, se ha demostrado lo alejados que estaban esos cálculos de la realidad. A finales de mayo en algunas facultades se empezó a dar una respuesta, como fue el caso de la universidad de Valencia donde el 30 de mayo unos 6.000 estudiantes salieron en manifestación contra la LOU.

Teniendo en cuenta la importancia que desde un punto de vista estratégico tiene para el PP aprobar estas medidas, lo primero que salta a la vista es que para poder echar atrás estos planes el movimiento estudiantil no iba a tener una tarea sencilla. Como Sindicato de Estudiantes explicamos que sólo sería posible ganar al PP si lográbamos un movimiento lo más amplio y masivo posible. Para esto había que implicar no sólo a los estudiantes de la universidad sino que había que abrirse a otros sectores, empezando por los estudiantes de las enseñanzas medias que también sufren los ataques a la enseñanza pública y que iban a ser los más afectados por la LOU, puesto que el nuevo sistema de acceso por universidades vinculado a la reválida sólo significa más obstáculos para aquellos que hoy están en el instituto. También, era necesario extender la lucha a otros sectores, especialmente a los trabajadores, empezando con los profesores universitarios, el personal de administración y servicios (que con esta ley van a sufrir una mayor precariedad en sus condiciones laborales) y continuando con el profesorado y personal laboral no docente de los institutos que, también están sufriendo las consecuencias de la política privatizadora llevada a cabo en los últimos años.

En definitiva, debíamos lograr un movimiento masivo, unitario y que tuviera una expresión coordinada en todo el Estado. Es evidente que los problemas fundamentales que tenemos los estudiantes y trabajadores son los mismos en una u otra zona del Estado (más claro es esto si tenemos en cuenta que la LOU se aplicará en todas las universidades del país) y, por tanto, era vital que diéramos una repuesta unificada. Lo que más asusta al gobierno es que centenares de miles de personas un mismo día, al tiempo, salgan a la calle con un mismo objetivo y que el conjunto de la sociedad conozca esas reivindicaciones. De esa manera la lucha es respaldada por la simpatía social que despierta y es, precisamente, por lo que el gobierno siempre trata de desprestigiar las movilizaciones a través de todos los mecanismos —que no son pocos— a su alcance: medios de comunicación, policía, profesores reaccionarios, etc. Así, hemos visto como el gobierno de Aznar utilizó (sobre todo en las primeras movilizaciones) la represión más salvaje contra los estudiantes. Por citar sólo algunos ejemplos, los estudiantes con la ropa ensangrentada en la manifestación del 7 de noviembre en Gran Canaria, o la brutal acción policial y detenciones indiscriminadas en las manifestaciones de Madrid o de Santiago de Compostela. Todo esto con el objetivo de tratar de amedrentarnos y pintar a los jóvenes como peligrosos y violentos radicales. De ese modo, pretendían que nuestro apoyo social se viniera abajo. Sin embargo, el tiro les salió por la culata y lo que consiguieron fue más indignación, mostrar a las claras el talante autoritario y dictatorial de la derecha y más apoyo a la lucha.

El Sindicato de Estudiantes desde el principio de la lucha ha defendido las ideas y métodos mencionados anteriormente: movilización estatal, masiva y unitaria entre institutos y universidad así como entre estudiantes y trabajadores. Pensábamos que la movilización había que iniciarla lo antes posible porque, entre otras cosas, el tiempo corría en contra nuestra en la medida que el MEC estaba acelerando los trámites parlamentarios para aprobar la ley. Así lo defendimos en las distintas reuniones que tuvimos antes, durante y después del verano, con otras organizaciones estudiantiles. Nuestra propuesta en esas reuniones fue la convocatoria conjunta de una primera jornada de huelga en la universidad y en los institutos para el día 25 de octubre. Precisamente para incorporar a los estudiantes de secundaria, bachillerato y formación profesional y romper con la falsa argumentación de que esta lucha sólo afectaba a los universitarios, cuyo máximo interesado en plantearlo así era el Ministerio de Educación para dividir y separar a los estudiantes y, por tanto, disminuir nuestra fuerza.

Finalmente, la mayoría de las organizaciones estudiantiles de la universidad rechazaron convocar conjuntamente con el Sindicato de Estudiantes el día 25. Las razones que argumentaron para ello se basaban en la "precipitación" de la convocatoria. En realidad, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, desconfiaban de la respuesta del movimiento y de la capacidad de lucha de los estudiantes.

Sin embargo la respuesta a las medidas del ministerio no podía aplazarse. El éxito de esta primera jornada de movilización demostró que los jóvenes estábamos dispuestos a dar una seria batalla contra estas contrarreformas. Millones de estudiantes de enseñanzas medias y universidad no fuimos a clase ese día poniendo de manifiesto nuestro rechazo a la LOU y a la Ley de Calidad. Alrededor de 15.000 estudiantes salimos a las calles de Madrid, otros 15.000 en Barcelona, 8.000 en Sevilla, más de 6.000 en Valencia, 2.000 en Valladolid, 2.500 en Tarragona, 1.300 en Granada, y así hasta completar más de 70 manifestaciones y concentraciones que agruparon a más de 100.000 estudiantes a lo largo y ancho de todo el Estado. A pesar de que los medios de comunicación habían ocultado la existencia de esta convocatoria, el día 25 no tuvieron más remedio que recoger y sacar la noticia. El MEC trató de minimizar la movilización pero aún así tuvieron que salir públicamente reconociendo un 35% de seguimiento de la huelga, datos que aunque falsos eran más altos de lo que normalmente reconoce el Ministerio. Sólo esto demostraba el éxito de la movilización. Esta primera convocatoria ayudó a calentar el ambiente de cara a las siguientes movilizaciones.

Un paso adelante en la lucha: 7 de noviembre huelga general de trabajadores y estudiantes.

14 de noviembre nueva huelga de estudiantes.

Después de diferentes reuniones entre las organizaciones estudiantiles, se acordó convocar huelga unitaria para el 14 de noviembre. Paralelamente los sindicatos, CCOO y UGT, a los que el SE se había dirigido para que participasen en la movilización, anunciaron públicamente su decisión de organizar una huelga general de la universidad. Esto suponía un cambio positivo. La presión de los profesores y de la base sindical se reflejó en este hecho. Evidentemente confluir con el profesorado y sus organizaciones significaba un paso adelante en la lucha contra la LOU.

Finalmente CCOO y UGT plantearon como fecha de la huelga el 7 de noviembre. Una de las razones que argumentaron era la necesidad de responder lo más rápidamente posible; por un lado, porque entre el profesorado y el PAS, descontentos con la LOU y muchos de ellos con su situación laboral, se estaba pidiendo a gritos una respuesta a sus organizaciones y, por otro, porque el PP estaba acelerando los trámites parlamentarios de la LOU, se sabía ya que el 30 de octubre se iba a aprobar en primera instancia la ley en el Congreso (luego iría al Senado y finalmente volvería al Congreso para su aprobación definitiva).

En ese momento se daba la posibilidad de convocar todos conjuntamente el 7 de noviembre lo que, sin duda alguna, sería visto con enorme entusiasmo por todo el movimiento y significaba dar un duro golpe al Ministerio de Educación. Sin embargo, por parte de las otras organizaciones de estudiantes se planteó que era irrenunciable la fecha del día 14, a pesar de que en la reunión donde se decidió todos estábamos de acuerdo en que lo fundamental era confluir con los profesores, por lo que podíamos ser flexibles en la fecha con tal de ir todos juntos. Como Sindicato de Estudiantes defendimos que, por encima de las fechas, lo mejor para que el movimiento pudiera dar un paso adelante y demostrar nuestra fuerza al Ministerio de Educación era que fuera unitario. No tenía ningún sentido que el día en que los profesores y el PAS en la universidad iban a estar en huelga los estudiantes no lo hiciéramos. Esa división en dos bandos sólo beneficiaba a la derecha que nos vería divididos y, por tanto, respiraría más tranquila. Sorprendentemente algunas organizaciones que habían apoyado el 14 se negaron en redondo a convocar el 7, mostrando un sectarismo y una estrechez de miras que no se correspondía con lo que el movimiento necesitaba. El Sindicato de Estudiantes rechazo esta actitud sectaria y divisionista, y convocó el día 7 de noviembre a los estudiantes de universidad e institutos para confluir con el movimiento obrero y dar un paso adelante respecto a otras veces en las que los estudiantes hemos ido en solitario. Desde luego, había que coger esta convocatoria con las dos manos y ponerse en marcha para garantizar el éxito de la misma. Así lo hicimos: repartimos centenares de miles de panfletos en facultades e institutos de todo el Estado, pegamos decenas de miles de carteles, realizamos centenares de asambleas y creamos comités de huelga para preparar la movilización en cada zona. Además esta convocatoria no contradecía la huelga del 14, sino que la animaba, como se pudo ver.

El 7 de noviembre fue un tremendo éxito. A pesar de que la convocatoria que hicieron los sindicatos fue bastante limitada, con poca propaganda y escasas asambleas —en Madrid, por ejemplo, sólo hicieron una asamblea para todo el campus de la UCM el día previo a la huelga y reparto de octavillas dos días antes; en otras ciudades, como Barcelona, ni siquiera convocaron manifestación sino que lo dejaron en concentración demostrando la falta de confianza en una respuesta mayor— la huelga entre los trabajadores fue muy secundada. Es más, en determinadas facultades y campus como el de Sevilla o el de Santiago de Compostela los profesores fueron los primeros en ponerse en huelga indefinida, lo que demostraba la disponibilidad a dar la batalla hasta el final por parte de todos los sectores implicados y no sólo de los estudiantes. En Andalucía, ya el día 25 de octubre, CCOO, presionada por el ambiente que había y a pesar de que su posición a nivel estatal no era esa, tuvo que convocar a los trabajadores de la universidad, confluyendo con los estudiantes en la manifestación de Sevilla. En cuanto a los estudiantes, el paro del 7 de noviembre fue de más del 90%, tanto en universidades como en institutos.

Sorprendentemente, hubo organizaciones de estudiantes que, no sólo no convocaron el día 7 sino que, como el caso de AEP en Cataluña, se dedicaron a desconvocar la huelga. En lugar de utilizar sus medios para informar y organizar al movimiento contra el ministerio, se dedicaron a repartir panfletos en los que se decía que no había huelga de estudiantes, introduciendo confusión, y poniendo sus estrechos intereses de organización por encima de los del movimiento.

Sin embargo, fue el propio movimiento estudiantil quien impuso la unidad. Como habíamos dicho, los estudiantes entendimos el mensaje: teníamos que volcarnos en la calle ese día para que el PP empezara a ser consciente de que íbamos en serio. Esto explica la masividad de esa jornada de huelga, en la que los estudiantes fuimos los protagonistas claros en las calles de todo el Estado, siendo el grueso de los centenares de miles de personas que nos manifestamos ese día.

En Madrid alrededor de 50.000 nos manifestamos por todo el centro de la ciudad. Manifestaciones importantísimas se sucedieron en las principales ciudades, 25.000 en Sevilla, más de 20.000 en Santiago de Compostela, 10.000 en Valladolid y 10.000 en Barcelona, 8.000 en Las Palmas de Gran Canaria, 6.000 en Oviedo y así hasta un total de más de 200.000 estudiantes y trabajadores exigiendo la retirada de la LOU y en defensa de la enseñanza pública.

Como siempre ocurre, los medios de comunicación de la burguesía no destacaron que ese día hubiera centenares de miles de estudiantes en lucha, sino que a nuestras manifestaciones acudieron los rectores. En este sentido la postura del Sindicato de Estudiantes es clara: los intereses de los rectores distan mucho de los que defendemos como estudiantes. En cuestiones clave, como es el endurecimiento, elitización y mayor arbitrariedad que supone el nuevo sistema de acceso a la universidad que introduce la LOU (permitiendo que cada universidad decida los criterios de selección de su alumnado), los rectores no se han opuesto. Es más, algunos de ellos lo han apoyado, ya que les permitirá seleccionar mejor a sus estudiantes y de esta manera conseguir más prestigio dentro del conjunto del sistema universitario. Este es el caso del rector de la Universidad de Santiago de Compostela o de Peces Barba, rector de la Carlos III de Madrid, que se vanagloria de tener la condiciones más duras de permanencia en su universidad, además de enviar a los bedeles a eliminar sistemáticamente toda la propaganda a favor de la huelga. La presencia de muchos de estos rectores era claramente oportunista.

La huelga y las manifestaciones del día 7 fueron un revulsivo para el movimiento. Muchos estudiantes que no participaron ese día empezaron a ver la necesidad de hacerlo en las siguientes movilizaciones ante las dimensiones que empezaba a tomar la lucha y, sobre todo, porque se empezaba a ver que con un movimiento más extenso era posible echar atrás la LOU. Se creó un ambiente social más favorable a nuestras reivindicaciones, las imágenes en los medios de comunicación no podían ocultar la realidad y el debate en la sociedad estaba abierto. En contraste, la ministra Pilar del Castillo insistía en hacer oídos sordos, en despreciar y minimizar la movilización —rallando el absurdo al dar 61.302 manifestantes exactos en todo el Estado— y, ante la falta de otros argumentos más serios y convincentes, comenzó a insultarnos de forma arrogante (acusándonos de no conocer el contenido de la ley y de estar manipulados). De esta forma no conseguía otra cosa que echar más leña al fuego.

El 14 de noviembre era la siguiente cita aunque en esta ocasión los dirigentes sindicales de CCOO y UGT se limitaron a apoyar la huelga pero sin una nueva convocatoria entre los trabajadores. Como Sindicato de Estudiantes convocamos nuevamente a tope esta jornada de huelga, volviendo a llamar a participar a los estudiantes de institutos y universidad. La movilización del 14 fue extraordinaria por su extensión y participación. Más de tres millones de estudiantes paramos las clases ese día (con la excepción de Cataluña y Baleares, donde las organizaciones estudiantiles se descolgaron convocando el día anterior, haciendo un flaco favor a la unidad del movimiento) y cerca de 500.000 nos manifestábamos, nuevamente, en todo el Estado: 100.000 manifestantes en Barcelona (el 13 de noviembre), 80.000 en Madrid, 40.000 en Sevilla, 30.000 en Santiago de Compostela, 20.000 en Valencia, 15.000 en Valladolid, son algunas muestras del nivel de participación tan importante que se consiguió.

En Euskadi el papel de la dirección de Ikasle Abertzaleak en esta convocatoria fue nefasto. A pesar de los llamamientos a la unidad de acción que desde el Sindicato de Estudiantes les hicimos, su respuesta fue la de boicotear activamente la huelga, sacando carteles donde se identificaba la movilización del 14 como una huelga "españolista" y reaccionaria. Además, su reivindicación fundamental era la de defender una Ley Vasca de Universidad, como si una ley hecha por el PNV, representante de la burguesía nacionalista, fuera a defender la universidad pública. No podemos olvidar que precisamente la política de privatización de la educación pública que ha llevado el PNV sitúa a Euskadi a la cabeza en cuanto a porcentaje de escolarización en la enseñanza privada se refiere. A pesar de esto, hubo manifestaciones importantes en Bilbao, Vitoria y San Sebastián, lo que mostraba el aislamiento y el sectarismo que impregna a la dirección de la izquierda abertzale.

La masividad de la movilización, debido al ambiente que se había generado previamente y a la confianza en poder echar atrás este ataque, fue impresionante. Hacía muchos años que los jóvenes no salíamos a la calle de forma tan masiva, demostrando que estamos muy lejos de ser esa juventud pasota y conformista que interesadamente tratan de pintar. En Santiago, unos días antes del 14, tuvieron lugar asambleas multitudinarias, manifestaciones, huelgas de varios días de profesores, PAS y estudiantes que empezaban a señalar a Galicia como uno de los puntos donde la protesta adquiría una mayor dimensión, convirtiéndose en un ejemplo de lucha para el resto del Estado. Junto a Galicia, en Sevilla, y posteriormente en Málaga, empezaron en algunas facultadas las huelgas indefinidas. Éstas, aunque demostraban la enorme voluntad de algunos sectores de estudiantes por llegar hasta el final, tenían el peligro de separar a los activistas del movimiento, del resto de los estudiantes. Como Sindicato de Estudiantes no estamos por principio en contra de este tipo de huelgas, pero en estas condiciones huelgas indefinidas, descoordinadas, y sólo en determinadas zonas, facilitaban la dispersión. El miedo a perder el curso por tantos días sin clase y el que mucha gente se marchara a casa en lugar de participar activamente en la organización de la lucha, eran elementos negativos para la movilización.

Asambleas, manifestaciones masivas, huelgas indefinidas, apoyo social, etc. Estaba claro que el movimiento se extendía y quería ir a por todas. Los estudiantes y también sectores importantes de los trabajadores de la universidad queríamos continuar la lucha hasta el final y estábamos dispuestos a lo que fuera necesario.

28 de noviembre, Huelga General de estudiantes

Llevábamos tres jornadas de movilización estatal que habían ido in crescendo. Según las encuestas realizadas por distintos medios de comunicación, más del 80% de la población apoyaba nuestras reivindicaciones. Por ese camino era posible echar atrás la LOU y, además, esto nos permitiría estar en mejores de condiciones para frenar el resto de contrarreformas educativas del PP (la Ley de Calidad y la Ley de FP). Para ello era necesario dar un nuevo paso adelante en la lucha. Para conseguir esto, la propuesta del Sindicato de Estudiantes fue la de convocar una huelga general de toda la enseñanza, en la que los sindicatos convocaran también a los profesores y al personal no docente de los institutos —que hasta ahora se habían mantenido al margen porque no se les había convocado—, y que coincidiera con una marcha estatal sobre Madrid. La fecha propuesta era el 28 de noviembre. Esto significaba parar de arriba a bajo toda la enseñanza y mostrar más claramente que la mayoría absoluta del PP no se correspondía con lo que estaba ocurriendo en la calle, donde su aislamiento y falta de apoyo iba en aumento.

Como alternativa a la propuesta del SE, los dirigentes sindicales de CCOO y UGT plantearon la convocatoria de una marcha a Madrid el sábado 1 de diciembre. Si bien nos parecía un paso importante para continuar la lucha, explicamos que era insuficiente puesto que había ambiente suficiente entre el profesorado y el PAS como para convocar una nueva huelga con éxito —como demuestra el caso de Málaga, donde los sindicatos presionados por los trabajadores convocaron huelga de profesores los días 28 y 29 de noviembre; o en Santiago de Compostela y Sevilla donde los trabajadores se sumaron el día 28 a la huelga—. Estos ejemplos dejaban claro que no era cierto ni que fuera precipitada una convocatoria de este tipo, ni que los trabajadores no estuvieran dispuestos a volver a salir a la calle, como se planteó por parte de algunos miembros de las ejecutivas confederales de CCOO y UGT. Además considerábamos que era el momento de incorporar a los trabajadores de institutos, que al fin y al cabo también sufren la política de acoso y derribo a la enseñanza publica que está practicando el PP y que, con una campaña seria de información y asambleas, estarían dispuestos a secundar la huelga mayoritariamente.

Las muestras de simpatía de profesores e incluso de juntas directivas de institutos que nos hemos encontrado a lo largo de estos meses lo ponían de manifiesto. Sin duda, un llamamiento claro a los padres también tendría una respuesta masiva. Además, había que combatir la estrategia del Ministerio que pretendía dividirnos. Precisamente los días 17 y 18 de noviembre, la Secretaria General de Educación y FP, Isabel Couso, confirmó en una reunión con centenares de profesores que con la Ley de Calidad se impondría no sólo una reválida al terminar el bachillerato, sino que habría otra más al terminar la secundaria. La LOU, como veníamos explicando, no era más que la punta del iceberg de un proceso de contrarreforma que continuaría después con la Ley de Calidad y la Ley de FP. No podíamos caer en la trampa de separar la lucha de la universidad de la del resto del sistema educativo.

Pero había un factor más que nos hacía defender esa convocatoria de huelga general de toda la comunidad educativa. Una convocatoria de este tipo era la mejor forma de combatir los peligros de que la lucha se fuera dispersando por campus, provincias o autonomías, con huelgas un día en un sitio y al siguiente en otro que, poco a poco, fuera desinflando las fuerzas y reduciéndose la respuesta a las zonas donde el movimiento estaba más organizado y había ido más lejos. Había que seguir explicando nuestra lucha dentro, pero también fuera de la universidad. Por todo esto, era necesario volver a dar un punto de referencia de lucha estatal y eso era lo que pretendíamos con la propuesta de movilización para el 28 de noviembre.

Finalmente, el 28 de noviembre, convocamos huelga general de estudiantes de institutos y universidad. Nuestra propuesta fue apoyada por distintas organizaciones estudiantiles y asambleas de estudiantes que convocaron conjuntamente con nosotros: el Sindicato de Estudiantes de Izquierda de Aragón (SEI), Estudiantes de Universidad (EDU) de Aragón, la Plataforma por una Universidad pública y de calidad de Valencia (formada por CCOO, UGT, STEPV, SE y el resto de organizaciones estudiantiles), la asamblea de campus de la universidad de Málaga, el Comité General de Huelga (CGH) de la universidad de Sevilla y también el CGH de la de Valladolid, AJEX (Asociación de Jóvenes Estudiantes de Extremadura)-Estudiantes Progresistas, además de centenares de asambleas de estudiantes de institutos y facultades de todo el Estado que votaron participarar el día 28 en la huelga. En Galicia las asambleas de estudiantes, y organizaciones como los CAF y el sindicato de trabajadores CIG, convocaron una marcha de toda Galicia en Santiago de Compostela con una manifestación de 40.000 personas, la más grande en años en aquella ciudad. También, uno de los sindicatos mayoritarios entre los profesores de institutos, STEs, apoyó esta convocatoria.

El balance de la huelga del 28 de noviembre fue muy positivo. La cuarta huelga de estudiantes en poco más de un mes y se volvía a paralizar las clases. Más de dos millones de estudiantes de institutos y de universidad en huelga y casi 200.000 en más de 50 manifestaciones convocadas en todo el Estado. La huelga del 28 sirvió para mantener las espadas en alto, unificar y animar el ambiente de cara a la participación masiva de los estudiantes en la impresionante Marcha a Madrid del 1 de Diciembre.

1 de Diciembre: Marcha Estatal en Madrid. La movilización en su punto álgido.

La Marcha era vista por todo el mundo como un punto clave para la lucha. La respuesta fue extraordinaria, los sindicatos vieron desbordadas sus expectativas de asistencia y, a última hora, tuvieron que aumentar el número de autobuses que venían de las distintas zonas. Más de 300.000 personas nos manifestamos en la protesta educativa más importante de los últimos veinte años. El conflicto había traspasado claramente el ámbito educativo, se trataba de una protesta que afectaba a toda la sociedad, en definitiva, una contestación a la política general de la derecha que está degradando las condiciones de estudio, de trabajo y de vida de las familias trabajadoras.

La respuesta del Gobierno, a través de Pilar de Castillo, seguía siendo hacer oídos sordos y el insulto. Esta vez trataban de desviar la atención con el argumento de que los estudiantes estábamos siendo manipulados y que se trataba de una movilización "política". Es indignante que nos acusaran de estar manipulados cuando los estudiantes nos manifestábamos reclamando una educación pública de calidad, mientras era el Gobierno quién tenía que sacar de la recámara unas organizaciones estudiantiles que nadie conoce (formadas por los jóvenes del PP) para reunirse con ellas, en un intento patético de demostrar el apoyo de los jóvenes a su ley. ¡Eso sí que es engañar y manipular!

En cualquier caso, respecto a este punto, el Sindicato de Estudiantes explicamos que, por supuesto, los estudiantes no vivimos al margen de la sociedad y, evidentemente, todo tema social —como es la educación— es, también, un tema político. La política que defiende el PP, plasmada en la LOU, sólo beneficia a los sectores más privilegiados de la sociedad, a los grandes empresarios y a la burguesía. Por eso, pretenden privatizar y elitizar la enseñanza superior. El SE, como organización estudiantil, también tiene una posición política que choca con los intereses de la derecha. Defendemos una educación pública para los hijos de los trabajadores. Evidentemente no se trataba de un debate técnico, como quería hacer ver el Gobierno, sino un debate político e ideológico. O se hace una política educativa en beneficio de la mayoría de la sociedad, o en beneficio de una pequeña élite que mañana dirigirá esta sociedad. Esto es lo que defiende la derecha.

Ahora bien, es cierto que entre una gran parte de los jóvenes existen prejuicios e incluso rechazo y desconfianza hacia la política oficial, no sólo hacia la del PP (con la que nos estábamos enfrentando abiertamente), sino también con la política de los dirigentes de los partidos de izquierdas y de los sindicatos de trabajadores que en los últimos años han venido defendiendo y aplicando una política de paz social. Y en esto quería basarse el PP de forma demagógica para desprestigiar la movilización del 1 de diciembre a la que el PSOE e IU se habían sumado.

Los dirigentes de la izquierda política, especialmente el PSOE, y los dirigentes sindicales de CCOO y UGT no han hecho una oposición seria, ni en la calle ni en ningún lado, y en temas claves han colaborado con la política del PP (desde las reformas laborales que han empeorado las condiciones laborales de los trabajadores hasta la intervención imperialista en la guerra de Afganistán que, en concreto, la dirección del PSOE ha apoyado). Esto ha provocado un escepticismo y malestar importante hacia esa política "oficial" porque está alejada de lo que sentimos la mayoría de la población, de nuestras preocupaciones e intereses cotidianos. Sin embargo, eso no quiere decir que los jóvenes pasemos de política y mucho menos que para conseguir mejorar nuestras condiciones de estudio y de vida no sea necesaria la participación en las organizaciones de la clase obrera para luchar contra el capitalismo y por la transformación de la sociedad. Al contrario, esto es lo que le gustaría a la derecha, puesto que sin organizaciones tendría más facilidades para llevar adelante sus planes. Nuestra fuerza está precisamente en la unidad y en la organización para defender una política genuinamente de izquierdas. Por eso la batalla no puede ser contra la "política" en general —ese es el argumento típico de la derecha— sino que la batalla que los jóvenes y los trabajadores tenemos que dar es conseguir, a través de la participación, que los sindicatos y partidos de izquierdas sirvan para lo que fueron creados: defender consecuentemente los intereses de los trabajadores y sus familias y acabar con el capitalismo.

Tener esto claro tiene una gran importancia en general, pero también en luchas concretas como es la movilización contra la LOU. De hecho, determinadas organizaciones tuvieron una posición totalmente equivocada ante la Marcha del 1 de diciembre, basándose y potenciando, estos prejuicios contra la "política", que quería extender el PP. En Galicia, una de las zonas más importantes en este proceso de movilizaciones, la posición de los dirigentes de los CAF (organización estudiantil nacionalista vinculada al BNG) fue totalmente equivocada. Con una estrecha visión nacionalista plantearon que no acudirían a una "marcha en Madrid", creando confusión entre los estudiantes gallegos, muchos de los cuales veían como un claro paso adelante asistir de todas las zonas del Estado a una manifestación masiva. En la práctica, su actitud fue de boicot a la manifestación más importante de todas las que se habían dado hasta entonces, dividiendo a los estudiantes en líneas nacionales, sin entender que una victoria en Galicia no se podía dar sin un movimiento en todo el Estado. Por otro lado, en Madrid, los CAEF (Coordinadora de Asambleas de Escuelas y Facultades), que se opusieron a la huelga del 25 de octubre, a la del 7 de noviembre y también a la del 28 de noviembre con argumentos totalmente sectarios, boicotearon la marcha del día 1 convocando una manifestación "alternativa" el mismo día en Madrid pero con otro recorrido. Sin embargo, agruparon unos escasos 5.000 estudiantes, e incluso un sector de ellos se marchó a la manifestación masiva. Este grupo estudiantil, que se esconde tras un supuesto "asamblearismo" convocó esta manifestación con el eslogan "no a los políticos". No es extraño que los periódicos ABC y La Razón les dedicara al día siguiente la portada, con términos muy favorables del tipo: "Los estudiantes denuncian la manipulación política". En la practica, estas posiciones sectarias son utilizadas por la derecha contra el movimiento.

La postura del Sindicato de Estudiantes fue clara. Enfrentarnos a la política educativa del PP requería la organización de una respuesta unitaria entre trabajadores y estudiantes, masiva, estatal y dispuesta a llegar hasta el final. La Marcha del 1 era muy positiva para conseguir esto. Que participaran los sindicatos y los partidos de izquierdas, lejos de ser negativo, lo que hacía era ampliar el eco de la movilización, que fuera vista como una movilización del conjunto de los trabajadores, y eso iba en la línea de lo que necesitábamos para ganar: el apoyo activo de la clase obrera. Además la crítica contundente a la política de pactos con la derecha y la falta de oposición de CCOO y UGT y del PSOE, que el Sindicato de Estudiantes siempre ha mantenido, había que defenderla donde estaban los trabajadores y los jóvenes para que pudiera tener un eco entre ellos, y obligar así a los dirigentes sindicales a continuar con la lucha. Esto fue lo que hizo el SE el día 1 de diciembre, repartiendo miles de panfletos donde, además, defendíamos la necesidad de una huelga general de toda la comunidad educativa si el PP no retiraba la LOU. Explicamos que estábamos en la lucha para obligar al MEC a retirar la LOU, no nos valía con cambios cosméticos en el Senado que no iban a modificar el contenido de fondo privatizador y reaccionario de esta ley. En nuestra propaganda, en todas las reuniones y asambleas, insistimos y emplazamos a los dirigentes sindicales de CCOO y UGT y del PSOE e IU a continuar la lucha. No valía con hacerse la foto en la manifestación y punto. El propio secretario general de CCOO, Fidalgo, explicó al final de la manifestación que después de la LOU le seguiría la Ley de Calidad. Si quería ser coherente con esas palabras y no quedarse en declaraciones retóricas, tenía la responsabilidad de extender la movilización al profesorado de colegios e institutos y conseguir el apoyo activo de las asociaciones de padres. La situación pedía a gritos una huelga general de toda la enseñanza antes de navidades.

Por una huelga general de toda la comunidad educativa

La movilización estudiantil se había convertido en un ejemplo para el conjunto de los trabajadores y la juventud. Resultaba patético ver al presidente del gobierno, José María Aznar, referirse a la manifestación del 1 de diciembre como "un lío en la calle con mucha gente". Esta arrogancia no era precisamente un síntoma de fortaleza. Al contrario, no sólo la ministra, cuya dimisión era exigida por todo el movimiento, sino el Gobierno en pleno estaba siendo cuestionado por millones de jóvenes. El PP estaba aislado y muy preocupados y, no obstante, mantenían una actitud de dureza negándose a hacer la más mínima concesión.

El Gobierno sabía que una victoria de los estudiantes sería un ejemplo para el resto de trabajadores. Hasta ahora se había puesto de manifiesto el fracaso rotundo de la política de pactos y consensos, sin lucha en la calle, que han estado practicando los dirigentes sindicales en los últimos años. En la práctica, la posición de las direcciones sindicales es la consecuencia de su adaptación al capitalismo considerándolo el único sistema posible, y de su renuncia a la transformación de la sociedad. Han abandonado en su política cualquier contenido socialista y revolucionario y, a lo máximo que aspiran es a que los ataques de la burguesía sean más suaves. Pero de esta manera lo único que están consiguiendo es envalentonar a la derecha y que la clase trabajadora retroceda en derechos y empeore sus condiciones laborales.

El ejemplo de la movilización contra la LOU ponía de manifiesto que sólo con la lucha en la calle es posible hacer retroceder al Gobierno. Después del día 1 estábamos en el momento clave de la lucha, en los telediarios, en las casas, en la calle se hablaba del conflicto educativo. Se creó una enorme expectativa, pues después de una manifestación tan masiva se veía más cerca la posibilidad de ganar al PP. La disposición a la lucha era más que evidente y hacía mucho tiempo que no se daban condiciones tan favorables para dar una respuesta conjunta de toda la comunidad educativa.

Por su parte, el PP iba a tratar de aguantar el temporal. Estaba sufriendo mucho desgaste. Si se continuaba de una forma seria con la convocatoria de una huelga general de toda la enseñanza como parte de un calendario de movilizaciones más contundentes y extensas, tal como proponía el Sindicato de Estudiantes, el Gobierno iba a tener verdaderas dificultades para aprobar la ley y, por supuesto, para continuar el resto del paquete de contrarreformas: la Ley de Calidad y la de FP. Estábamos en el momento decisivo.

El Sindicato de Estudiantes volvió a emplazar, inmediatamente, a los dirigentes sindicales de CCOO y UGT para convocar antes de navidad la huelga general de toda la enseñanza. Intentamos tener una reunión con ellos pero fue imposible. Enviamos una carta abierta explicando nuestra propuesta a los secretarios generales de CCOO y UGT, así como a los responsables de las federaciones de enseñanza de CCOO (Fernando Lezcano) y de UGT (J.R. Copa). Finalmente, a través de la prensa, conocimos la postura de CCOO. F.Lezcano rechazó la propuesta del Sindicato de Estudiantes argumentando que "no era el momento". UGT, por su parte, también rechazó la convocatoria de huelga. Otras organizaciones estudiantiles renunciaron a la movilización en favor de "propuestas imaginativas" como carreras contra la LOU y otro tipo de acciones en las que participaban un reducido grupo de estudiantes.

La verdad es que no había mejor momento que ese. La gente había demostrado con creces la disponibilidad a la lucha, centenares de miles de profesores y millones de estudiantes queríamos luchar. Ahora no había excusas, ni cabían argumentos del tipo "la gente no va a responder". Se había visto que esto no era cierto. Incluso, en las semanas siguientes, algunas universidades como en Canarias o Castilla-León los profesores hicieron huelga. Si no era entonces ¿cuándo?¿una vez que ya estuviera aprobada la ley? El tiempo corría y el PP quería aprobar definitivamente la LOU a finales de diciembre.

Los dirigentes sindicales de CCOO y UGT en lugar de aprovechar la fuerza demostrada, las aspiraciones y el entusiasmo de millones de jóvenes y trabajadores para avanzar en la lucha con una huelga general de toda la enseñanza, anunciaron que harían un paro de una hora el 20 de diciembre coincidiendo con la votación en el congreso de la LOU. Un paro que ni siquiera se organizó en la práctica y tuvo muy poca repercusión. Como Sindicato de Estudiantes explicamos que esto era totalmente insuficiente y una maniobra para evitar continuar la lucha. Después de tener la movilización más grande con la que se ha enfrentado el PP desde que está en el Gobierno, el paro de una hora no era más que un acto simbólico y una renuncia a dar la batalla hasta el final contra la LOU. Era dar un balón de oxígeno al Gobierno del PP en el momento que más lo necesitaba. Es más, el otro argumento utilizado por los dirigentes sindicales para no convocar era que el éxito del 1 de diciembre no se iba a poder superar. Pensamos que esto no es verdad. Precisamente una huelga general de las características que proponíamos concentraría a miles de personas en manifestaciones a lo largo y ancho de todo el Estado y dejaría al gobierno en absoluta evidencia. Esta era la manera más seria y consecuente de continuar la lucha contra el PP.

Huelga general de estudiantes el 19 de Diciembre

Después del 1 de diciembre, la negativa que mantenían los dirigentes sindicales de CCOO y UGT de aumentar la contundencia de la presión sobre el PP, provocó un sentimiento de escepticismo entre sectores amplios del movimiento que habían estado participando activamente en los tres últimos meses. En este contexto la retirada de a LOU se hacia más difícil. Desde el primer momento, el Sindicato de Estudiantes había explicado la importancia de la extensión de la movilización y de que esta fuera unitaria entre trabajadores y estudiantes para conseguir ganar al PP. Ahora esto se veía frustrado. Siendo conscientes de las dificultades que había, el Sindicato de Estudiantes planteó continuar con la presión.

Aunque en algunas zonas se plantearon acciones para el día 12 de diciembre que apoyamos, desde el Sindicato de Estudiantes propusimos al resto de organizaciones estudiantiles convocar con algo más de tiempo una nueva jornada de movilización general en todo el Estado el 19 de diciembre para dejar claro que los estudiantes no renunciábamos a echar atrás la LOU y, sobre todo, para que se evidenciara que mientras los diputados del PP levantaran sus brazos de madera para votar su ley, en la calle los estudiantes seguíamos rechazándolo y dejando claro que era una ley contra la mayoría de la sociedad.

Lógicamente, el cansancio de tres meses ininterrumpidos de movilizaciones y, sobre todo, el jarro de agua fría que supuso la actitud de los dirigentes sindicales después del día 1, hizo que la participación en la jornada del 19 de diciembre fuera menor. Aun así decenas de miles de estudiantes salimos a las calles de todo el Estado contra la LOU que se aprobaba al día siguiente. Gracias a las masivas manifestaciones de estos meses el aislamiento social del PP ha sido mayor que nunca, hemos desenmascarado su política privatizadora y elitista ante la mayoría de la sociedad y, por encima de todo, hemos marcado el camino de lo que tienen que ser las próximas batallas contra los ataques de la derecha.

Construir el Sindicato de Estudiantes para fortalecer el movimiento

estudiantil

La lucha de estos meses ha sido un aviso para la derecha. Los jóvenes hemos demostrado que es falsa la imagen interesada que venden los medios de comunicación de que somos pasotas y acomodados. Si algo se ha visto es el enorme descontento de la juventud y que no estamos dispuestos a acatar sin más los ataques que nos quieren imponer.

Sin embargo, en la medida en que la batalla contra la LOU se ha perdido, puede extenderse la idea de que luchar no sirve — idea que la derecha tratará de resaltar para desmoralizarnos y evitar la respuesta organizada de jóvenes y trabajadores—. Ahora bien, esto no es verdad y tenemos que combatirlo conscientemente. Sólo a través de la movilización y la organización es posible conseguir nuestras reivindicaciones. Hay ejemplos de ello.

Hace tan solo dos cursos, el Ministerio de Educación ya intentó endurecer el sistema de acceso a la universidad aprobando un decreto que modificaba la prueba de selectividad para endurecerla. El Sindicato de Estudiantes convocó una huelga general en todo el Estado exigiendo la modificación de ese decreto, cosa que conseguimos. Es evidente que si no hubiera habido una respuesta en la calle de los estudiantes y una organización que hubiera dado un cauce organizado y coordinado en todo el Estado, ese curso la selectividad hubiera sido peor para millones de estudiantes.

Por otra parte en el curso 86/87 después de tres meses de lucha contra la política educativa del gobierno del PSOE los estudiantes alcanzamos la victoria más importante desde la caída de la dictadura. Conseguimos la gratuidad de la enseñanza media (hasta ese momento había que pagar tasas al matricularte en el instituto), la construcción de más de 800 centros de enseñanza secundaria en todo el estado, el incremento de un 40% en las becas, la gratuidad de las tasas académicas en la universidad para miles de familias trabajadoras, el reconocimiento de nuestros derechos democráticos y la capacidad para formar organizaciones estudiantiles. El triunfo de aquella lucha frente a la política educativa del PSOE, basada en recortes en la enseñanza pública, tuvo un enorme impacto en el movimiento obrero, y preparo el camino para la gran huelga general del 14 de diciembre de 1988, en la que participaron más de 10 millones de trabajadores y que paralizó por completo el país. La huelga del 14-D echó atrás el mal llamado plan de empleo juvenil y obligó al gobierno a aumentar los gastos sociales.

Evidentemente, no todas las luchas se saldan con una victoria y en esta ocasión no hemos podido echar atrás la ley. Ahora bien, se trata de entender por qué esto ha sido así y qué pasos tenemos que dar para que en las próximas ocasiones estemos en mejores condiciones de ganar.

Como hemos dicho, la dureza del Gobierno del PP, en la medida que ésta era un reforma imprescindible dentro de sus planes, y, por otro lado, la postura de los dirigentes sindicales de CCOO y UGT de no continuar con la movilización después del 1 de diciembre, han sido factores clave para la aprobación de la LOU. Pero también tenemos que mirar al propio movimiento estudiantil para explicar que es lo que ha faltado para que esta lucha no haya ido más allá.

Somos muchos estudiantes, pero sin organización somos débiles. Por eso, una de las lecciones de estos meses es la necesidad de tener una organización de estudiantes, en cada instituto y facultad, combativa, democrática, de izquierdas, coordinada a nivel estatal, y que tenga un carácter permanente (es decir, no sólo en momentos de luchas generales sino que defienda nuestros derechos en el día a día) como es el Sindicato de Estudiantes. Este es el significado de la existencia del Sindicato de Estudiantes y para eso surgió en el curso 1986/87. Ese curso las luchas terminaron con una victoria histórica de los estudiantes. Obligamos al ministro de educación de entonces, Maravall, a hacer concesiones importantísimas. Todo esto demostraba nuestra fuerza y las posibilidades que tiene una organización estatal de izquierdas, combativa y democrática.

Desde ese curso, el movimiento estudiantil ha visto movilizaciones generales coordinadas en todo el estado, lo que ha dado más fuerza a nuestra lucha: contra la Guerra del Golfo en 1991, contra la subida de las tasas en el 93, contra el recorte de derechos democráticos en los institutos en el 95, contra los recortes a la educación pública del PP, etc. Estas movilizaciones se han dado principalmente en los institutos, donde el Sindicato de Estudiantes lleva quince años trabajando, y nos ha permitido frenar muchos de los ataques que han hecho los distintos gobiernos.

Tener una organización fuerte, también en la universidad, es ahora la tarea fundamental del movimiento estudiantil. En los últimos años el Sindicato de Estudiantes ha aumentado su presencia en la universidad, siendo la única organización que pretende dar una respuesta coordinada en todo el Estado. Sin embargo, aún tenemos mucho camino que recorrer para estar implantados en todos los campus y evitar que siga predominando la enorme fragmentación del movimiento estudiantil universitario con una visión parcial y limitada de los problemas. Tenemos que dar respuestas concretas a los problemas de cada facultad, tener plataformas reivindicativas concretas que defender, pero es fundamental tener una visión más amplia que nos permita entender que los problemas en cada zona son parte de una política más general que tenemos que combatir de forma unitaria.

El Sindicato de Estudiantes es una organización democrática en la que todos los estudiantes, a excepción de los fascistas, pueden participar. Esa participación se expresa a través de las asambleas de afiliados, tanto en el instituto o facultad, como a escala provincial o estatal, en las que se discuten las ideas y propuestas en cada momento y en las que se toman decisiones respetando la opinión, lógicamente, de la mayoría. Además, nuestra organización realiza congresos regularnçmente en los que se discute y decide democráticamente cuál es el programa que defendemos y los compañeros responsables de llevar las tareas a cabo; es decir se elige una dirección estatal que tiene que dar cuentas de lo que hace y que puede ser revocada cuando no cumpla con lo que se ha decidido, para garantizar el control democrático de los afiliados.

Cuando se producen movilizaciones o ante un conflicto concreto en determinada zona o facultad, impulsamos y defendemos la realización de asambleas en las que todos los estudiantes puedan participar. Una asamblea tiene que ser un instrumento que ayude a funcionar y a llevar adelante las tareas, propuestas y acciones que se decidan y en la que las distintas organizaciones o personas puedan defender sus posiciones. En ningún caso deberían ser un lugar del que no sale nada, como han defendido, durante estas luchas, algunos grupos que se autodenominan "asamblearios" y que, en la práctica, estaban impidiendo la participación de estudiantes que estuvieran organizados y en las que no se podía votar nada. En definitiva, un método antidemocrático que lleva a la parálisis y a que al final decida un pequeño grupo lo que se hace sin la participación del resto, es decir a un método burocrático.

Además, en las asambleas se tienen que elegir comités de huelga o de lucha revocables (de centro o facultad, de zona o estatal) que sean los encargados de realizar los acuerdos tomados y que permitan agrupar a los estudiantes, aumentar la participación e involucrar en la organización de la lucha a más sectores. Estas asambleas deben elegir delegados que son los que deben coordinar la lucha, no sólo con los delegados del resto de facultades, sino con el resto de universidades en todo el Estado, si la lucha es de este tipo. Esta es la forma más democrática de funcionar y la mejor manera de asegurar la participación de los estudiantes.

La lucha por nuestros derechos como estudiantes hay que enmarcarla dentro de otra más global. Bajo el capitalismo, más ahora que entramos en un periodo de crisis donde los ataques a los trabajadores se van a recrudecer, una educación pública de calidad para la mayoría de la sociedad y un futuro digno para los jóvenes choca frontalmente con los intereses de los grandes empresarios y banqueros. Todas las concesiones que la burguesía se ve obligada a hacer fruto de la presión en la calle son temporales. Por eso la lucha por transformar la educación forma parte de una lucha más amplia por transformar la sociedad capitalista. Una sociedad que genera opresión y miseria en todos los puntos del planeta y que para mantener los privilegios de unos pocos necesita exprimir al máximo a los trabajadores, como podemos ver en Argentina actualmente. Desde el Sindicato de Estudiantes defendemos la necesidad de derrocar el capitalismo y conseguir una sociedad en la que los recursos económicos generados por los trabajadores no sean propiedad de una minoría, sino que se pongan a disposición y sean utilizados en beneficio de toda la sociedad, siendo planificados y controlados por los trabajadores. Una sociedad sin clases, sin explotación, en definitiva, una sociedad auténticamente socialista.